Keiko no debe ganar

por José María Rodríguez Arias

A veces se nos acusa, a quienes plantamos una respuesta frontal al fujimorismo, que olvidamos los «triunfos» logrados por Alberto Fujimori durante los noventa; también nos señalan indicando que sólo nos fijamos en el pasado, sin reconocer que Keiko Fujimori es una «demócrata» que rescata, en el fondo, lo mejor del fujimorismo. En otras palabras, que nos oponemos a Fujimori por ser hija de, y no tanto por sus ideas. Que le sacamos en cara lo que hizo su (condenado) padre y no lo que es ella o su formación en la actualidad.

No voy a negar que es cierto, que nos pasamos el rato hablando del autogolpe de Estado de 1992; de Vladimiro Montesinos y la corrupción generalizada; del Grupo (destacamento) Colina; de las matanzas y violaciones sistemáticas de Derechos Humanos durante tantos años; de… de todo eso. Pero también es cierto que el fujimorismo actual evade su responsabilidad (en casos como Montesinos, se hacen incluso las víctimas) o sigue defendiendo lo hecho (cero autocrítica con el autogolpe, aunque Keiko lleve un par de años calificándolo de «irrepetible» de cara a futuro, sigue defendiendo que fue un punto de inflexión que permitió el crecimiento, lo justifica) o entran en un «y tú más», mintiendo de paso (como con el Destacamento Colina, verdadero terrorismo de Estado). Cada vez que parece que el fujimorismo relaja sus posturas contrarias a los DD.HH., que es más favorable a la CVR o similares (como lo de la búsqueda de desaparecidos en Ayacucho), salta alguno de la vieja guardia para recordarnos que el dinosaurio todavía está ahí.

Pero, bueno, mantienen que una cosa es lo que «se hizo» (y no olvidan recordar el contexto, el terrorismo a dos bandas que hacía sangrar el campo y la ciudad) y otra cosa es lo que hacen o se hará.

keikorotoscopiadaKeiko Fujimori es una política normalmente calificada como honrada, pero incapaz de explicar cómo diablos pagó sus propios estudios o de dónde tiene tanta plata (pista: su padre está en la cárcel muy vinculado con la corrupción y el saqueo del Estado; puede que ella sea inocente, pero vive de una herencia concreta de la que ni reniega ni se desprende). Puede que «ahora» sea honrada, que lleve años sin llevarse un sol de dinero público o que ella, personalmente, no robó nunca. Pero su familia sí y ella se aprovechó de eso; jamás ha pedido disculpas, simplemente miente sobre mentiras.

El fujimorismo no son solo los Fujimori, nos dicen entonces. Llevan años en el Congreso trabajando… ¿su trabajo es compatible con la vida digna? ¿Acaso no se acuerdan de la Ley Pulpín, cómo cambiaron de idea, pero no todos -Chávez hasta renunció a su puesto en la comisión por discrepar con el cambio de parecer tras las manifas-? Es que Elmer Cuba, el jale económico del fujimorismo, fue un firme defensor de la Ley Pulpín y ha estado detrás de varios planes de gobierno (de gente como Paniagua o Castañeda) en esa economía «liberal» en que todo se resume en más flexibilidad y beneficios para las empresas; en atacar a la clase trabajadora (su única foto con un sindicalista fue, directamente, con uno corrupto, desprestigiado y que es contrario a lo que el sindicalismo de clase quiere defender). Y así, pero escrito de forma ambigua, queda reflejado en su actual plan de gobierno, sea dicho.

Y es que el fujimorismo, por más popular que sea (actualmente en el Perú es el partido de masas más potente; y ese es el gran fracaso de las izquierdas), sigue siendo un partido muy de derechas en lo económico (ahí la impronta del padre, que copió a Vargas Llosa, se sigue notando; por eso gente como PPK les apoyó en el 2011 -no hay que olvidarlo, tampoco- o Hernando de Soto está con ellos) y en lo social; es un partido machista y conservador (en ambos casos, además, esto le suma para ser «popular» en un país machista y conservador como el nuestro).

Ahora quieren matizar un poco (de ahí que sus voceros quieran distanciarse del pastor con el que firmaron contra los homosexuales -porque eso fue lo que hicieron, estimados-), pero el fujimorismo ha estado años insultando a la comunidad LGTBI (solo hay que escuchar al reelecto Tubino en estos temas, o al resto de su bancada).

Con respecto a la mujer, si bien hay declaraciones de intenciones interesantes (acabar con la brecha salarial), el plan es insuficiente cuando menos, y, vistas las declaraciones y firmas posteriores, no aborda determinados problemas (entre ellos, el aborto; así la mujer víctima de una violación seguirá sin poder abortar). El machismo no es un problema para el fujimorismo porque, en el fondo, la formación naranja lo es profundamente.

Hablando de derechos humanos, sin dejar de reconocer «mejoras» como en la búsqueda de desaparecidos en Ayacucho, no podemos obviar cómo nos ponen sobre la mesa una y otra vez propuestas como la de la pena de muerte (¡no!, una y mil veces) o el desprecio real y absoluto que tienen por las organizaciones que llevan décadas enteras luchando por su cumplimiento efectivo en Perú. No es un tema que deban o no compartir las formas o el fondo con esas ONG, la cuestión es que dejen de tildarlas de terroristas y de perseguir tanto su actividad como a su personal. El fujimorismo lleva años acosando a quienes defienden los derechos humanos en Perú.

El actual fujimorismo, con mayoría absoluta en el Congreso (aunque solo fuera votado por uno de cada cuatro), ya comenzó avisando lo que será su «talante»: nada de pactos con las minorías. Ellos se imponen al resto sin necesidad de conversar. Confunden profundamente lo que es una democracia. De hecho, esa forma de entender el diálogo (nula, quiero decir) ya se aplica cuando hablamos de la prensa.

Hace cinco años expuse una serie de razones que me llevaban a votar «contra» Fujimori (por Ollanta Humala, en esas elecciones), las cuales creo que siguen siendo válidas; si bien ahora votar por PPK como «mal menor» es aún peor (pues PPK es una versión más liberal del fujimorismo), es incluso más desagradable un futuro en que Keiko Fujimori gobierne acompañada de una mayoría absoluta en el Congreso.

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4 thoughts on “Keiko no debe ganar”

  1. Da la impresión, y mas allá de todas las críticas a Ollanta Humala, que el retorno del fujimorismo es parte de la gran reacción de derechas que se está dando en el continente y quizás en el mundo. Al mismo tiempo, da cuenta de inmenso, y trágico, fracaso de los populismo conservadores de la famosa «ola progresista o rosa».

  2. Salud

    Hay un problema cuando comenzamos a «comprar» como progresista y de mano izquierda (más o menos) partidos que siguen una agenda liberal.

    Pero sí, en general hay un «pasito atrás»…

    Hasta luego 😉

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