La crisis de poder en Venezuela: ¿fascismo o revolución social?

por Abel Bohoslavsky

La situación política en Venezuela, donde se ha desatado una violencia generalizada con formas y metodologías de guerra civil combinada con una guerra de agresión imperialista, evidencia una grave crisis. Desde 2014 se despliega un movimiento de oposición al chavismo gobernante con características fascistas. Tiene base de masas sustentada en el descontento popular por la tremenda crisis económica que el gobierno no ha sabido controlar. Ahora ese movimiento se ha lanzado a derrocar al gobierno, arrasar las conquistas sociales. Este movimiento sedicioso puede desplegarse ahora porque tiene un contexto regional favorable: EE.UU. cuenta con numerosos regímenes derechistas que por interés propio apoyan el intervencionismo. Todos los «líderes» opositores se han manifestado por una salida violenta del gobierno y reniegan de cualquier convocatoria a un «diálogo» que parece así más fantasioso que factible. Se combinan así dos características típicas del fascismo: tener cierta base popular, pero su esencia es ejecutar el plan terrorífico y terrorista del gran capital. No se trata como dicen sus propagandistas de «restaurar la democracia». Este despliegue no hubiese podido hacerse sin la intervención directa del imperialismo, ya que la burguesía local no pudo nunca en casi dos décadas, contrarrestar por la vía pacífica al chavismo. El plan del Comando Sur de EE.UU. denominado «Operación Venezuela Freedom-2» está en desarrollo. La llamada «guerra económica» ha provocado el desastre inflacionario y de desabastecimiento de alimentos y medicamentos para crear las condiciones sociales –tener una base de masas– para accionar en las otras formas de lucha. Las llamadas guarimbas le dan forma y apariencia de «lucha de masas». En el terreno parlamentario, la derecha logró instalarse mayoritariamente en el Congreso, como consecuencia de la pérdida de apoyo electoral del chavismo. Pero todo eso es insuficiente. Por eso, pasó a la fase de lucha armada, combinando nuevas guarimbas con acciones militares directas. Formaciones armadas de paramilitares colombianos actúan dentro del territorio: siete ataques a cuarteles, acciones comando multiplicadas contra fuerzas estatales. Estas acciones armadas irregulares tienen su retaguardia militar en las bases ubicadas en las islas antillanas de Aruba (Reina Beatriz) y Curazao (Hato Rey); en Arauca, Larandia, Tres Esquinas, Puerto Leguízamo, Florencia y Leticia en Colombia. Y ya se desplegaron movimientos de tropas colombianas en la zona fronteriza. Y el Comando Sur de EE.UU. es su estado mayor. Todo esto se combina con la acción diplomática internacional, desde la OEA (de la cual Venezuela ya se retiró cercada por Washington y sus aliados regionales) y en la ONU, donde EEUU. reclama la expulsión de Venezuela de la Comisión de Derechos Humanos.

El gobierno bolivariano, asediado desde el exterior y el interior, decidió tardíamente apoyarse en los sectores del Poder Popular, para intentar una salida política mediante una Asamblea Constituyente, comunal y originaria. Hace cinco años (2012) Hugo Chávez, había planteado en el «Golpe de Timón» el objetivo: «Estado comunal… Comuna o nada». Esta propuesta, que podría romper el esquema estatal actual y abrir paso a un Estado Revolucionario es una medida progresiva. Pero no se compadece con su quietismo económico: además de no haber roto su petro-dependencia, la burguesía sigue manejando cuantiosos recursos financieros, propiedades y cadenas comerciales. Y tampoco si una burocracia que gran parte de las bases chavistas padecen y cuestionan, sigue su dominio en la administración pública. Difícilmente se pueda revertir la crisis económica sin nacionalizar la banca y el comercio y sin que los escasos recursos industriales sigan en manos de empresarios que están jugados en el derrocamiento del gobierno. Son todas medidas difíciles para ponerse en marcha en medio del ataque combinado económico, diplomático y armado. Pero ¿tiene otra salida esta crisis de poder? Porque el gobierno de EE.UU. y sus aliados regionales ya han tomado el camino violento y la reacción local se desempeña en ese rumbo. No es un mal llamado «golpe blando» lo que está en marcha. Es una contrarrevolución armada que, de triunfar, instalará una dictadura similar a las de Pinochet y Videla. Venezuela bolivariana necesita y merece la solidaridad internacional, el respaldo a una Asamblea Constituyente libre y soberana, independientemente de la conducta que asuma su propio gobierno.

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