por Pablo Pozzi
La Argentina nunca cesa de sorprenderme. Es algo así como si la viera en un programa de televisión, no lo creería nunca. Resulta que el otro día fui a Buenos Aires, y me sentí algo así como el comediante Tato Bores en su sketch donde trastabillaba mientras personajes saltaban detrás de una palmera y le decían una barbaridad tras otra. Pero no eran barbaridades del tipo racista, sino pronunciamientos absolutamente irracionales e incoherentes. Mi colega Ana insistía que «la justicia se ha lanzado contra Macri»; mi amiga Silvia repetía que el empresario «Cristóbal López no es culpable, lo dijo la justicia»; Andrea repetía que «estos [por los macristas] sí son corruptos»; mientras mi amigote Fabio pontificaba que vamos hacia un estado de excepción [o sea hacia, una dictadura]». Todos acordaban que su vida había empeorado terriblemente, mientras llamaban por su iPhone, o contaban de su último viaje al Caribe.
A mí que hayan ido al Caribe no me preocupa mucho, y tienen razón que la situación ha empeorado para muchos, sobre todo los que trabajan (o sea, no para mis colegas que en general son lo que se llama «lomo virgen»). Y en si lo que dicen no es notable excepto que hace un mes me decían lo contrario: la justicia está manejada por Macri; ya estamos en una dictadura; lo de Cristóbal es político. Y yo miro a gente supuestamente inteligente que repite, con impunidad total, cualquier cosa. Digo, si es una dictadura, ¿cómo es que los jueces hacen lo que quieren, o que en la tele sale MMLPQTP? Al fin de cuentas yo me acuerdo cuando Tato Bores, allá por 1968, se gastó un chistecito sobre el general y dictador Onganía y casi casi lo hacen sonar, ni hablar de cuando hizo otro sobre la jueza Servini de Cubría (la jueza Barú Burú Budía) y lo censuraron con el beneplácito del gobierno de Carlos Menem (que no era dictador, pero sí peronista). No porque los macristas no tengan ganas de hacer lo mismo (eso de que son demócratas republicanos no se lo creen ni ellos) sino porque no pueden hacerlo sin que se les incendie el país (más de lo que está). No les hace falta un estado de excepción, a pesar de mi amigo Fabio, porque la oposición concuerda con las cuestiones esenciales, ¿o no acaban de aprobar el megadecreto? Parecería que todos se olvidan: Macri es minoría en el Congreso, pero que aun así ha aprobado cuanta cosa quiso. En síntesis, no es que los PRO sean mucho mejores que sus opositores (de hecho, todos son neoliberales), pero como me muevo en el mundo progre, y siempre pensé que la derecha era cínica y sin principios, estos me llaman la atención. Es como que todos son grouchomarxistas: «estos son mis principios y si no les gustan, tengo otros». En realidad, no debería sorprenderme tanto, al fin y al cabo, este es el país donde los jueces declaran que lo de Cristóbal López no fue defraudación ni evasión de impuestos, sino que es «apropiación indebida de tributos», o sea, se quedó con miles de millones de pesos de nuestros bolsillos. La próxima vez que los inspectores impositivos de la AFIP me rompan las guindas les voy a decir que estoy haciendo apropiación indebida. Claro, como que lo mío puede ser algunos miles de pesos, seguro que me sacan la casa y me embargan el sueldo y la jubilación y hasta los limones del jardín.
Y así salen de la cárcel el exvicepresidente Amado Boudou, el secretario Carlos Zannini, el «dirigente social» Luis D’Elía que, encima, insisten fueron presos políticos y que los persiguen (¿por comprarse la Casa de la Moneda como Boudou?). Ya mismo sale el exministro de obras públicas Julio De Vido que ha «construido» el país (que debe ser Suiza, donde tiene las cuentas junto con el empresario constructor Lázaro Báez que, supongo, también saldrá porque lo persiguen). A ver yo creo que sí, que la cosa es política… si fuera meramente una cuestión de justicia real, entonces el amigo de Macri y empresario Nicolás Caputo y varios ministros de este gobierno estarían jugando al truco con De Vido y Boudou en la cárcel de Ezeiza. Pero no, este es el país donde La Mancha de Rolando pretende cobrarnos por los «recitales» que hizo con Amado Boudou para las campañas electorales de Cristina Kirchner hace ya años. Pero soy injusto, De Vido es el único realmente honesto, o por lo menos que dice la verdad. Él aclaró que «estoy en preso por defender las ideas de Néstor Kirchner». Absolutamente cierto, sobre todo la idea de quedarse con las regalías petroleras de la provincia de Santa Cruz, que aun hoy nadie sabe adónde fueron.
Pero lo que más me preocupa no es eso, sino la reacción de la gente, o sea de esos amigos de los que hablaba al principio. Es como que hemos perdido toda noción de ética o de moralidad. Y no me refiero solamente a nuestros gobernantes y jueces a nivel nacional (que nunca la tuvieron), sino también a mis vecinos. Ya hace casi dos meses que mi intendente, y varios de sus allegados, están disfrutando de la hospitalidad de la cárcel provincial de Bouwer. Todo porque la justicia no les reconoce todo lo que ha hecho por el pueblo: o sea, un negociado con 11 hectáreas frente al río Segundo, y la construcción de 30 casas al módico precio de 207 millones de pesitos que, oh sorpresa, están tan bien hechas que se caen. Según lo que se dice en el pueblo, esa es la punta del iceberg: el hombre tiene una Fundación que, dicen las malas lenguas, maneja millones de la municipalidad; una escuela que es «nuestra, pero suya»; un uso «interesante» de los galpones del ferrocarril que algún día tendremos que pagar cuando perdamos el juicio que nos están haciendo; ni hablar de negocios raros en torno a la pavimentación de las calles, el talado de árboles, y un sinfín de otras cosas; hasta trató de privatizar la Capilla histórica donde Manuel Belgrano hizo entrega del mando del Ejército del Norte (para hacer fiestitas bailables). Y eso es el tema plata. El hombre tiene varias denuncias judiciales porque tiró abajo un sitio de la memoria protegido por ley y patoteó a las docentes que lo querían preservar; amenazó a la comisión electoral local; llenó el padrón con votantes de «último minuto»; lo agarraron, y nunca procesaron, por «recompensar» monetariamente a «sus votantes», y quién sabe cuántas cosas que ahora no recuerdo. Como corresponde, hubo vecinos que se movilizaron en su defensa, incluyendo dos que se encadenaron frente a los tribunales. Muchos no hablan del tema, y los que sí lo hacen lo defienden: «hizo tanto por el pueblo» (sí, por ejemplo, puso una estatua del Chapulín Colorado); «¿está pavimentando o no?» (a un costo que muchos no pueden pagar); «él trajo la feria de las comunidades» (eso sí que fue un salto para la cultura local, sobre todo porque debe ser la comunidad norteamericana ya que venden hamburguesas y salchichas). Por supuesto, todos insisten en que «todo es político». Obvio, ya que tomó una década que la justicia diera curso a las denuncias. La suposición de que «es político» implica que no deberían juzgarlo y que hay fines obscuros tras su encarcelamiento. Lo peor es que todos sabemos que es cierto de lo que lo acusan; es más, sabemos que con amenazas y patoteadas acalló a los pocos que lo denunciaban. También sabemos que sí, es político. Mi intendente ha cambiado tantas veces de partido que ningún político lo quiere defender (fue radical, radical K, vecinalista, Unión por Córdoba, kirchnerista, y por fin macrista; por suerte nunca fue zurdo si no me hubiera quedado sin quién votar). Es un hombre de firmes principios: «todo está bien, mientras le sirva al pueblo». ¿Cómo sabés que le sirve al pueblo? ¿No tenemos la estatua del Chapulín Colorado? Esa es la muestra. Y más de uno consideró que esto, lejos de ser oportunismo, nos beneficiaba. Claro que todo se paga. De hecho, se dice que el gobernador Schiaretti dio vía libre a la justicia porque EL hombre recibió, en 2015, suculenta «ayuda para el municipio» para después apoyar al macrismo. ¿Será cierto, o no? ¿Y la «ayuda»? ¿Adónde fue? Porque en la calle no se ve.
Y entonces ¿por qué mis vecinos lo apoyan o se quedan callados? Algunos porque se beneficiaron de la corrupción imperante, otros porque tienen miedo de que regrese a vengarse. Otros más porque «es un vecino» y «conozco a la cuñada». O como me dijo uno, «todos lo queremos tanto al padre; financió su campaña y luego le dijo que esperaba recibir eso o más cuando el hijo ganara la elección». Como soy malpensado eso me sonó a corrupción, pero a mis vecinos les parece una sensatez, al fin y al cabo ¿para qué vas a gastar plata en cosas como elecciones si no vas a recuperarla con intereses? ¿Y los otros que callan? Muchos no dicen nada porque en realidad están vencidos. Porque creen, con algo de razón, aunque vaya preso mi intendente (o Boudou o De Vido) los que vienen después no son mucho mejores (y tienen bastante razón). Entonces, si es así, lo mejor es meterse para adentro y tratar de que no te afecte demasiado. El problema con eso es que no hay escape. La corrupción se traslada a precios, inflación, deterioro de servicios, y una sociedad sin leyes que no sean la del dinero y la del «gallinero» (los de arriba cagan a los de abajo). Es así como los costos bajan, la explotación sube, y los empresarios, sin control, sin límite, totalmente desaforados, se dedican a saquear a la población aumentando precios y bajando la calidad. Y no importa lo que diga la ley porque siempre el dinero engrasa las manos que permiten que los corruptos continúen impunes.
Todo lo anterior lo sabemos, todos son culpables y corruptos: Cristina Kirchner y sus negociados, Cristóbal López y los 8 mil millones (o sea unos mil millones de dólares) de pesos indebidamente apropiados, los sindicalistas como el camionero Hugo Moyano o el narcotraficante Balcedo, el papi Franco «Panama Papers» Macri y todo el empresariado argentino. También sabemos que la Justicia no es tal, sino que juega el juego político del poder, y que se la puede comprar por módicos precios. Cuando la diputada Elisa Carrió dice que Cristóbal López fue liberado porque les pagó a los jueces, ¿quién lo duda? En síntesis, no tenemos confianza en nada ni en nadie. En realidad, importa poco que haya razones políticas para meter preso a mi intendente, o a Cristóbal López o a Amado Boudou. O por lo menos a mí me importa poco. Como tengo bronca quiero que caigan, de la manera que sea. Y con ellos que los que lucraron con su corrupción reciban también su merecido.
Finalmente, lo que me importa es que esta sarta de tránsfugas, sin principios, sean castigados, de la manera que sea. Los sufrimos todos los días. La Argentina podría ser un país maravilloso por su riqueza natural, y humana. Y sin embargo es una nación que cada día se asemeja más a un país fallido. Pero el problema, en última instancia, es de un sistema. Desde Rivadavia y el empréstito Baring, en adelante, la clase dominante argentina se ha enriquecido en base a la corrupción y a saquear al resto de la población. Es un tributo a los trabajadores argentinos que a pesar de los tránsfugas que nos gobiernan, y de los piratas que tenemos como empresarios, que el país quiebra regularmente pero luego, entre todos, logramos ponerlo de pie una vez más para que políticos y empresarios lo vuelvan a llevar a la bancarrota. Total, como dijo Nicolás Avellaneda en 1876: «Los tenedores de los bonos argentinos deben, a la verdad, reposar tranquilos. Hay dos millones de argentinos que economizarían hasta su hambre y sobre su sed, para responder en una situación suprema a los compromisos de nuestra fe pública en los mercados extranjeros». En ese entonces éramos 2 millones; hoy somos 42 millones. Claro que el bueno, y patriótico, Nicolás, como los buenos Mauricio, Cristina, Carlos y tantos otros, no pensaban economizar ellos, sino que economicemos nosotros. Como dijo el sindicalista gastronómico Luis Barrionuevo (no exactamente un tipo pulcro él): «si dejamos de robar dos años el país se pone de pie». No se estaba refiriendo a los pobres afiliados de su gremio, sino a los tipos como él que se dedican a saquearnos todos los días. Me encantaría que los metieran a todos en cana, pero para eso tenemos que crecer en la conciencia que con este sistema corrupto, donde se puede hacer cualquier cosa, nunca vamos a estar bien. Una vez Carlitos Chaplin dijo: «En el fondo Estados Unidos es un país maravilloso». A lo que su amigote Douglas Fairbanks respondió: «En realidad en la superficie, en el fondo es una bosta». La Argentina parece un gran país, pero en el fondo es una bosta. O mejor dicho, la clase dominante es una bosta. Para dejar de serlo hay que tener otro modelo de país, cambiar de clase dominante y empezar de nuevo.
Lo que dices es así en cuanto a la percepción de cuándo comenzó todo lo malo que ocurre en Argentina. Pareciera ser que antes de diciembre de 2015 y desde tiempos inmemoriales vivíamos en Suecia y que con la llegada de Mauricio nos transformamos en una república bananera. La memoria cortoplacista de aquellos que mencionas que vacacionan en el Caribe no tiene parangón… lo curioso es que muchos de ellos intuyo son historiadores bien leidos. ¿La doctrina Chocobar? Se impuso como ejemplo de Gatillo fácil, avalado por el Estado, cierto, pero como si antes de Chocobar no hubiera existido el gatillo fácil… vayan a leer los informes de la CORREPI al respecto!! Pero no, el único responsable es el «gato». Y la corrupción, inherente al modelo de desarrollo capitalista no la inventó el tío Mauricio pero mejor olvidemos los casos anteriores porque toda mención a hechos de corruptela bajo el gobierno K es «política»… ALBRICIAS!!! En fin, país de imbéciles gobernado por tipos que de imbéciles solo tienen la postura… seguimos subestimando al macrismo y tendremos macrismo, corrupción M, K o H por varios años más…. Siendo que además lo que importa es mucho menos el personero del régimen como el régimen mismo ¿O nos olvidamos que CFK y Macri tienen grandes negociados con las mineras o Monsanto?…