por Pedro Cazes Camarero
Lula organizó un partido con influencia de masas y millones de votantes en las elecciones, que lo llevaron a la presidencia del Brasil.
Programáticamente ese partido, el Partido de los Trabajadores (PT), era una organización reformista que se puede definir como «de modernización sustitutiva», o sea, destinada a cumplir cierto tipo de tareas que debería haber llevado a cabo la propia burguesía brasileña, pero que no lo hizo por su debilidad. En la vieja terminología socialdemócrata, estas tareas se denominaban como «democrático-burguesas». Consistían en el acceso de las masas a la condición de obreros asalariados y homogeneizar el país en el modo de producción capitalista eliminando en la formación económico-social brasileña los resabios precapitalistas, esclavistas y feudales. Adicionalmente, abrir las puertas de las universidades y del empleo jerárquico a las mujeres y las minorías étnicas y culturales.
El PT ni siquiera logró completar el cumplimiento de ese programa, ante todo debido a que no existe el capitalismo «en general», sino que existen el capitalismo central y el periférico, que es el que hay en Brasil; y que éste no resiste ninguna modernización, ni siquiera periférica: nació decrépito. La única modernización que toleró, y no mucho, fue la modernización formal de las elecciones periódicas.
Después de décadas, el PT puede ufanarse de haber mejorado los ingresos de millones de compatriotas, pero ni siquiera acometió una reforma agraria masiva, que hubiera constituido la base de una modernización capitalista real. Recordemos que Lula nunca prometió el socialismo (esto es, la liquidación de la propiedad privada de los medios de producción) y no hay por qué reclamárselo ahora.
Sin embargo, simbólicamente Lula representa algo que va mucho más allá de un reformismo socialdemócrata: es un proletario que, aprovechando los resquicios del republicanismo burgués, llega a la presidencia a la cabeza de un partido que para Brasil es de nuevo tipo. El naciente capitalismo «postfordista», si bien permite por vez primera que tal suceso pueda ocurrir, a la vez oblitera por completo la posibilidad de que esa modernización sustitutiva pueda completarse. El odio de clase del bloque burgués (incluyendo tanto la cultura de O Globo como al poder judicial corporizado en Moro) no puede tolerar a Lula (como en la Argentina no puede tolerar a Cristina) a pesar de que se exhibe honestamente como una opción domesticada llena de mansedumbre.
Lastimeramente, Lula rezonga que no quiso nunca encabezar una revolución, que acató las reglas del Estado burgués y que jamás cometió un delito. Tiene razón, y sin embargo su enemigo de clase lo odia de todos modos, con un odio cerril, porque mostrando que, si él puede administrar lo más, esto es, el Estado, muestra asimismo que puede administrar lo menos, esto es cualquier empresa capitalista. Y si es así, ¿para qué diablos sirve el propietario de la empresa? Marx ya avisó hace un siglo y medio: para nada. El capitalista no sirve para nada si el proletario se convierte en cognitario, es decir, en trabajador cultivado, capaz de auto- organizar su trabajo y por extensión, organizar la sociedad más allá del capitalismo «fordista».
Es conmovedora la dignidad con que Lula se dirige a sus compañeros de las masas brasileñas. Los obreros metalúrgicos (fordistas aún) gritan su ira en las calles, mientras los sindicatos callan y entregan sin luchar a su líder histórico. Sabiamente, las masas le piden: «no te entregues, no te rindas». Pero Lula no está ahí para realizar una revolución, él mismo lo dice, y acata la orden del juez Moro, a todas luces ilegítima. Es una situación emocionante, trágica en el sentido hegeliano: una situación sin salida hacia adelante.
Pero la situación sí tiene salida, fuera de los términos en que tanto Lula como Moro la han planteado, porque bloqueando la salida teleológica (Lula presidente, estabilizando al capitalismo brasileño a pesar de sí mismo) queda desnuda la salida inmanente, esto es, las masas brasileñas en la calle, yendo potencialmente mucho más lejos que lo que Lula soñaba llegar.
¿Sirve el PT como partido revolucionario? Difícilmente, si entendemos como «revolucionario» un verdadero programa socialista. La detención de Lula no lo transfigurará como por arte de magia. Pero es una máquina gigantesca apta para estrategias defensivas, en las que parece haberse especializado. Aceptar pasivamente la prisión de su líder equivale a un suicidio político. Previsiblemente, ese acto de provocación lo volcará en los brazos de su propia izquierda y a la vez, liberará a las masas, otra vez en la calle, del tapón institucional, pacifista y reformista, que el propio PT ha significado.
¿Así que no les gusta Lula como presidente? Veremos cómo se las arregla la oligarquía brasileña para volver a introducir en la botella al genio de las tempestades, que su aventura golpista ha liberado.
La descripción del artículo, amén de las loas a Lula, se ajusta más a los correlatos de los hechos que mucho de lo que se ha escrito en los últimos días para caracterizar al tibio reformismo del PT. Lo que no se entiende entonces es cómo miles de sujetos que se sienten socialistas adoran a un Lula que está MUY lejos, como queda aquí expuesto, del socialismo.. Que se pongan de acuerdo quienes cantan vítores al obrero y que se quiten la máscara y que admitan de una buena vez que el capitalismo es lo suyo… (llamenlo como lo quieran llamar: neoliberalismo, ultraliberalismo, liberalismo a secas, es CAPITALISMO puro y duro).
Por último el autor redunda en optimismo, piensa en Lula como un mesías que una vez liberado será votado por millones y conducirá al país a la liberación… no me cierra tanto optimismo con una descripción de los límites del lulismo. Prefiero una lectura más crítica. Nos cuesta parece ir contra los próceres a los que encumbramos.
1) El artículo es bien crítico (y no poco) al definir a Lula como un político que no se mueve fuera de los marcos legales que el régimen le impone. Tampoco redunda en optimismo, porque dice claramente que Lula no se transformará en revolucionario por estar en prisión y que el PT tampoco. Lo que el artículo NO hace, es tirarle mierda como quienes dicen públicamente que está bien preso y no importa quiénes lo hayan metido preso y qué Poder Judicial lo pretende «juzgar».2) No se desprende del texto que el autor piense en Lula/mesías: lo que hace es una previsión/pronóstico: que ganaría las elecciones de ser liberado. Puede ser una previsión errónea. Pero no tiene nada de mesianismo. 3) ¿Por qué se-dicentes socialistas endiosan un líder obrero que no es anticapitalista? Subjetividad obnubilada, por una combinación de falta de claridad ideológica, de conciencia socialista y de frustraciones reiteradas; creación de un imaginario ilusorio para aferrarse «a lo que hay»; incapacidad para gestar lo nuevo, alternativo y superador. 4) Y no olvidar ni omitir: Lula es un prisionero político de la reacción capitalista más recalcitrante, como lo fue Mandela (que no realizó una Revolución) o como fue Gramsci (que sí la proponía). Podría terminar como Lumumba (asesinado) o Tosco (muerto en la clandestinidad forzosa). La discrepancia con su pensamiento y acción, no es excusa para no entender políticamente su prisión como una acción violenta del fascismo y del liberalismo contra la clase obrera. Y para los socialistas revolucionarios, el internacionalismo y la solidaridad de clase es un imperativo político y moral.
Si la última afirmación no se lee en clave mesiánica, yo estoy loco. Dice el autor (De quién no conocemos su nombre):
«Previsiblemente, ese acto de provocación lo volcará en los brazos de su propia izquierda y a la vez, liberará a las masas, otra vez en la calle, del tapón institucional, pacifista y reformista, que el propio PT ha significado.
¿Así que no les gusta Lula como presidente? Veremos cómo se las arregla la oligarquía brasileña para volver a introducir en la botella al genio de las tempestades, que su aventura golpista ha liberado.»
En primer lugar no creo que les disguste Lula por diferencias de clase sino porque este en tanto representante del imaginario popular como un líder progre ya no sirve a las necesidades de la gran burguesía brasilera. Tampoco hay masas brasileras volcadas en las calles clamando por el líder por lo que las tempestades lulistas profetizadas las veo lejanas en el horizonte. Luego, es discutible si Lula es un preso político, si quizás víctima de una operación pero de ahí a decir que es un perseguido político creo que hay un paso enorme. Preso político fue en todo caso durante el periodo dictatorial pero ahora tengo mis serias dudas por más que la progresía argentina así lo mencione. Por último ¿Cuál sería la aventura golpista? ¿Qué es un golpe de Estado? Estamos resignificando peligrosamente conceptos para adaptarlos a una realidad que no estamos sabiendo leer.
De lo más serio que leí estos días lo escribió Rolando Astarita y me remito a su texto
https://rolandoastarita.blog/2018/04/12/brasil-la-economia-del-pt/
Es un artículo largo pero vale la pena leerlo. Dejo sus conclusiones con las que coincido
«A la vista de estos resultados –y de la frustración y desmoralización a la que se llevó a los sectores populares- parece difícil sostener la tesis de que el PT, o el lulismo, representan una alternativa progresista para los trabajadores.»
1) No soy parte de la progresía argentina y/o latinoamericana. Adhiero al pensamiento marxista con el punto de vista del Che: marxista del Manifiesto Comunista, leninista del Estado y la Revolución. En este sentido, no adhiero ni adherí a las políticas económicas del PT; 2) Un golpe de Estado ocurre cuando se produce un cambio de gobierno violentando las propias reglas constitucionales del régimen. Esto ocurrió en Brasil dos veces: el derrocamiento parlamentario de Dilma y en la detención del candidato a presidente Lula (en este caso, bajo pública amenaza militar):por eso es un preso político; 3) Precisamente por estar Lula en el imaginario de gran parte de la clase trabajadora como su expresión, es que la burguesía y parte de la pequeño burguesía le tienen odio, aún cuando su gobierno y el de Dilma, hayan aplicado medidas liberales clásicas. El odio de clase no es mensurable, no es un dato «objetivo» 4) El PT y el lulismo sí representan una alternativa progresista. Lo que NO representan es una alternativa revolucionaria.
El análisis de Astarita es muy bueno. Permite entender el descontento de gran parte de la clase trabajadora con el PT y la esencia de lo qué es el progresismo. Por eso vale llamarlo progresismo/reaccionario. Otro aspecto es cómo se desarrolla la lucha de clases y los ataques de la burguesía ante el miedo del retorno de Lula al gobierno