por Abel Bohoslavsky
Evocar a Agustín Tosco en un nuevo aniversario de su muerte el 5 de noviembre de 1975, en la clandestinidad forzosa a la que lo sometió el régimen de la Triple A, permite rescatar la trayectoria del mayor símbolo de la rebeldía proletaria del siglo XX, proyectando su historia a la actualidad. Tosco ya era un veterano cuando murió a sus jóvenes 44 años víctima de la persecución de un régimen que, de su origen constitucional y popular –el gobierno justicialista electo dos veces en 1973 tras 17 años de proscripción del peronismo– se entronizó como fascistoide y terrorista. Una vida dedicada a la lucha por la emancipación de la clase trabajadora. Desde su temprana juventud en los años 50 como delegado de la usina de la Empresa Provincial de Energía de Córdoba, su ascenso a la máxima conducción del Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, su participación en la Resistencia al golpe gorila de 1955, en las proclamas de los programas de La Falda y Huerta Grande, como vanguardia en la nueva resistencia a la dictadura del Onganiato en 1966 enfrentando el colaboracionismo de Vandor, Alonso y «las 62», su apoyo a la rebelión estudiantil, su protagonismo en la CGT de los Argentinos (1968), hasta su papel en promover y encabezar la huelga general que el 29 y 30 de mayo de 1969 se convirtió en el cordobazo. No fue fácil la decisión de convocar a esa huelga junto a los burócratas más reaccionarios que lo odiaban a muerte. Pero supo entender que esa momentánea unión sindical («por un día» diría su compañero de sindicato y de prisión Felipe Alberti), posibilitaba destrabar las palancas de lo que sería una inmensa movilización de masas, al posibilitar la movilización de miles de trabajadores que estaban bajo las férulas sindicales de gremios con conducciones burocráticas y conciliadoras. Condenado por Tribunales de Guerra, fue arrancado de prisión por las masivas luchas antidictatoriales a fines de 1969. La lucha obrera provocó en 1970 el recambio del dictador Onganía por el vierrey Levingston, que duró hasta que el viborazo del 15 de marzo de 1971 también lo derribó. El nuevo dictador Lanusse –el del Gran Acuerdo Nacional– lo encarceló otra vez. Prisionero en Rawson, el 15 de agosto de 1972, saludó la toma y fuga de militantes combatientes. El 22 de agosto tomó la voz para denunciar y repudiar dentro del penal la masacre de los fugitivos capturados en Trelew. Nuevamente liberado por las luchas antidictatoriales, reasumió la dirección de Luz y Fuerza y ocupó su lugar en la CGT-Córdoba para seguir promoviendo la rebelión obrera que acorraló a la dictadura. Entre huelgas y cientos de manifestaciones y actos, subió a la tribuna televisiva en febrero de 1973 para debatir contra el capo de todas las burocracias, el «paragüitas» José I. Rucci. El contraste entre el burócrata promotor de la conciliación (sumisión) de la clase trabajadora con el capital y el obrero socialista impulsor de las luchas de su clase contra el capital quedó al alcance de millones de televidentes.
Ocurrida el triunfo electoral del peronismo y su retorno al gobierno tras 17 años de proscripción el 25 de mayo de 1973, el nuevo gobierno (Cámpora-Solano Lima) rápidamente promovió el Pacto Social en alianza con las burocracias sindicales y el empresariado que integraban el gabinete. El Congreso lo convierte en ley. El 20 de junio se produce la masacre de Ezeiza cuando el regreso definitivo de Perón. Tosco es uno de los primeros en alertar que el contrataque fascista es para imponer el Pacto Social. Y el 8 de julio de 1973, en la fundación del Movimiento Sindical de Base desafía la ola macartysta de las burocracias plantando bandera y opción: «¡Vamos a hacer de Córdoba la capital de la Patria Socialista!». Se produce el anunciado autogolpe el 13 de julio que derriba al presidente Cámpora. Abierta una nueva elección presidencial, Tosco renuncia a la propuesta de encabezar una alternativa electoral que le plantean desde el naciente Frente Antimperialista y por el Socialismo (FAS), el Partido Revolucionario de los Trabajadores y el Frente Revolucionario Peronista, propuesta que concita la anuencia de otros grupos de izquierda. Montoneros, el Partido Comunista y el Frente de Izquierda Popular (de Abelardo Ramos), apoyan la fórmula Perón-Isabel. Esa renuncia de Tosco impedirá que las izquierdas marxistas y revolucionarias tengan una proyección de masas en el terreno electoral ya que el «Gringo» era la expresión más genuina del auge de las ideas socialistas. Pero siguió con más énfasis su lucha contra las persecuciones, la ley de asociaciones sindicales (para reforzar el verticalismo burocrático propatronal), la ley de prescindibilidad (para echar empleados públicos) y el congelamiento de salarios que imponía el Pacto Social. En febrero de 1974 un golpe policial derriba el gobierno constitucional de Córdoba de Ricardo Obrergón Cano y Atilio López, instala una intervención federal fascista –primer ensayo de terrorismo de Estado con fachada democrática– y entrega el aparato de la CGT Regional a los burócratas colaboracionistas. Tosco al frente de la resistencia antifascista promueve el Movimiento Sindical Combativo (MSC), un frente intergremial que reúne al SMATA encabezado por René Salamanca y Luz y Fuerza, junto a los clasistas de Perkins, Caucho y Obras Sanitarias, sumando a Gráficos, Lecheros, Viajantes, Docentes y numerosas comisiones internas y agrupaciones de base. El debate que en 1970-71 dividió al sindicalismo clasista liderado por SITRAC/SITRAM y O. Sanitarias con el sindicalismo de liberación encabezado por Tosco queda superado –en amplitud y profundidad– en ese nuevo frente unificado que es el MSC, avanzada en la lucha contra el Pacto Social y la represión fascista. En abril de 1974 Tosco está con su voz solidaria en el Plenario que en Villa Constitución convoca la recuperada seccional de la UOM, que congrega a miles de activistas de todo el país. En agosto es asaltado el SMATA codobés por pandillas de la burocracia y sus directivos quedan en la ilegalidad. En octubre, las tropas policiales y parapoliciales asaltan Luz y Fuerza. También Tosco (y otros de sus compañeros) son forzados a la clandestinidad. Desde las páginas mimeografiadas del Eléctrum, Tosco orienta la nueva resistencia contra las políticas económicas y laborales antiobreras y antinacionales que, en nombre de la «reconstrucción nacional» (capitalista) atropellan conquistas, encarcelan y asesinan. En aquel entonces, como hoy, las medidas económicas liberales se combinan con las prácticas represivas fascistoides. Pronto el MSC se va a ampliar y conformar la Mesa de Gremios en Lucha que en 1975 va a ser la pionera de lo que fueron las Coordinadoras interfabriles en otras ciudades y suburbios industriales. El choque entre los planes gubernamentales y empresarios con la creciente y masiva resistencia obrera y popular, se generaliza ante el golpe económico ultraliberal del ministro Celestino Rodrigo y va a desencadenar las históricas jornadas de junio-julio de 1975. El movimiento obrero en Córdoba sigue a la vanguardia del país. Antes que las burocracias de la CGT nacional se viesen obligadas a promover una huelga general, Córdoba ya estaba paralizada y movilizada en las calles. La clase obrera dirigida por la Mesa de Gremios en Lucha protagoniza la más multitudinaria movilización de su historia con abandono de fábricas y centros laborales y concentración en la Plaza de Las Américas. Desde sus escondites en las sierras, Tosco sigue el día a día con mensajeros clandestinos…
Pero el mayor auge de masas y la más profunda crisis económica, política e institucional de nuestra historia que transcurrió en los inicios de una situación revolucionaria, no maduró en la victoria obrera y popular. La unidad política y sindical con una perspectiva revolucionaria que pregonó Tosco en su infatigable lucha –condición necesaria para esa victoria– no prosperó. Mientras el régimen tambaleaba, Tosco enfermó y las dificultades de la clandestinidad, impidieron una pronta y oportuna atención. Falleció en secreto el 5 de noviembre de 1975 y su cuerpo reapareció en su féretro en Redes Cordobesas. El funeral se convirtió en una inmensa caravana que poblada de pueblo dolido y enardecido que atravezó Córdoba desde barrio General Paz hasta Alto Alberdi. La Mesa de Gremios en Lucha convocó a un paro para que la clase trabajadora con su movilización lo acompañe hasta el cementerio San Jerónimo. Allí, la furia fascista desató una tremenda balacera policial y parapolicial. La contrarrevolución despidió con fuego al emblema de la revolución proletaria que quedó inconclusa. En la actualidad de un capitalismo cada vez más destructivo y explotador, un gobierno de planes ultraliberales y prácticas fascistoides y las expectativas de tramposos recambios populistas, el puño en alto y el mensaje socialista de Tosco nos interpelan.
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