A 50 años del «Arquitecturazo»

por Ariel Hendler*

El 12 de octubre de hace 50 años, en 1969, en plena dictadura de Onganía, los estudiantes de arquitectura de las universidades públicas de la UBA y la UNLP vivieron una semana cuasi revolucionaria: en el año del cordobazo, el rosariazo y el mendozazo, ellos armaron su propio «arquitecturazo». Publiqué la historia en Clarín ARQ el martes 13 de octubre de 2009 al cumplirse 40 años del hecho; pero cuando me fui del diario, hace tres años, no tuve la lucidez de llevarme los archivos pdf y tampoco hay versión online. Por suerte, en ese momento alguien tuvo la rara idea de invitarme a formar parte de una mesa redonda en la Bienal de Arquitectura de Buenos Aires, el sábado 10 de octubre de 2009, y usé mi tiempo para contar esta historia:

«Hoy es 10 de octubre. Pasado mañana será 12 de octubre. El Día de la Raza, según dicen. Pero ese día se cumplirán también 40 años exactos de la inauguración del Encuentro Internacional de Estudiantes de Arquitectura, que debía comenzar el 12 de octubre de 1969 aquí, en Buenos Aires, en coincidencia con el X Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA). Digo que debía comenzar y no que comenzó, porque en realidad sucedió algo muy distinto, un hecho excepcional, revolucionario, pero también completamente olvidado, salvo por los propios estudiantes que lo protagonizaron. Fue un hecho al que propongo bautizar retroactivamente como el “Arquitecturazo”, en sintonía con otros hechos que ocurrieron en la Argentina ese mismo año, 1969. Pero antes de eso, quiero contarles qué fue lo que ocurrió.
Primero hagamos un poco de historia. Antes de ese 12 de octubre de 1969, tres años y medio antes, en julio de 1966, la dictadura militar encabezada por el general Juan Carlos Onganía había decretado la intervención de las universidades públicas de todo el país, con supresión de su autonomía, y para hacerla efectiva, en la noche del 29 de julio, la Noche de los Bastones Largos, procedió a desalojar de las facultades a los alumnos y docentes que la resistían mediante el uso de la fuerza bruta policial. Bruta y algo más: en la Universidad de Córdoba hubo un estudiante muerto por las balas policiales, Santiago Pampillón. En el caso de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, “cerca de las 22 horas, la policía irrumpió en las clases nocturnas de nuestra facultad, gritando obscenidades, y golpearon a profesores y estudiantes, hombres y mujeres”, contó el decano Horacio Pando, en declaraciones que fueron reproducidas por los diarios al día siguiente.
“Renunciaron casi todos los buenos docentes y nos encontramos con una facultad distinta, La resaca que quedó no tenía interés en enseñar la arquitectura moderna. Al principio se armaron formas de resistencia y funcionamiento paralelo, pero era difícil sostenerlo en el tiempo. Algunos talleres funcionaban con delegados, había grupos de estudio, pero al final todos terminamos en esa chatura”, cuenta Augusto Penedo, que estudiaba en la UBA.
Tres años y medio más tarde, para octubre de 1969, se habían agregado nuevos ladrillos en la pared. En mayo de 1969, en la provincia de Corrientes, una protesta de los alumnos de la Universidad Nacional del Nordeste por el aumento de los tickets del comedor estudiantil fue reprimida por la policía, con el saldo de un estudiante muerto. Este hecho llevó a movilizarse contra la dictadura a los universitarios de todo el país, y la represión policial, también generalizada, ocasionó la muerte de dos manifestantes más. La agitación estudiantil alcanzó su pico más alto el 29 de mayo, durante el Cordobazo, tal vez la mayor revuelta popular de la historia argentina, donde hubo también una gran participación obrera; pero hay que señalar que el clima casi insurreccional que se vivió entonces en la Argentina se había originado en la revuelta estudiantil.
Así que, cuatro meses y medio después del Cordobazo, en octubre de 1969, es fácil imaginarse el estado de ánimo que se vivía cuando debía empezar a sesionar el Encuentro Internacional de Estudiantes de Arquitectura. Y digo bien: debía empezar, y no empezó a sesionar. Ahora vamos a ver por qué.
“Las autoridades habían elegido como sede al Centro Cultural General San Martín con la intención de que las reuniones se deslizaran sin sobresaltos dentro de ese espléndido marco moderno –nos cuenta Alberto Petrina, por entonces militante de la juventud peronista-, pero un nutrido grupo de estudiantes decidimos aprovechar la ocasión para poner en evidencia a la dictadura ante la prensa internacional y ante los distinguidos visitantes extranjeros”, agrega. En realidad, hacia ese mismo objetivo confluyeron grupos de distintas universidades, sin coordinación entre sí, pero con un idéntico sentido de la urgencia por no dejar pasar esta oportunidad única. Todos coincidían en reclamar el libre acceso para todos los estudiantes de arquitectura, ya que la organización había previsto una concurrencia sumamente restrictiva, con entradas muy caras y unas pocas invitaciones especiales repartidas a los centros de estudiantes.
“A los de la Universidad de La Plata nos dieron cuatro tarjetas anaranjadas para delegados con voz y voto, y diez tarjetas azules para los que quisieran ir como oyentes. Pero votamos en una asamblea movilizar a toda la facultad a la inauguración del Encuentro”, cuenta Daniel Betti, que en ese momento era el principal dirigente del Movimiento de Arquitectura y Urbanismo (MAU), una corriente de izquierda que había ganado el centro de estudiantes y editaba la revista Andamio.
“Nosotros veníamos en estado de asamblea permanente desde la Noche de los Bastones Largos -cuenta Diana Saiegh, que estudiaba en la UBA y militaba en el Movimiento Universitario Reformista-. Cuando se empieza a hablar del Encuentro en el San Martín, decidimos ir a contarle al mundo nuestra situación. La moción fue ir, agarrar el micrófono y contarles a todos los invitados lo que estaba pasando.”
La ceremonia inaugural era la mañana del domingo 12 de octubre en el aula magna de la facultad de Medicina, bajo una presencia policial amenazante dentro y fuera del edificio. Había delegaciones de estudiantes de todo el país, y también de Brasil, Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, Irlanda y Holanda. “De La Plata fuimos casi mil alumnos, de los 1.500 o 1.600 que había en total”, cuenta Daniel Betti. Sin embargo, las distintas agrupaciones no habían llegado a coordinar una línea de acción común para cuando llegara el momento. Ese momento llegó cuando el arquitecto Ricardo Luna, en nombre de la organización del Encuentro, le daba la bienvenida formal a todas las delegaciones.
Fue entonces cuando dos estudiantes de la facultad de La Plata, Alberto “el Tano” Durante y Eduardo “Cacho” Vázquez, que militaban en la Agrupación Reformista de Estudiantes de Arquitectura (AREA), tomaron una decisión temeraria, diría heroica. Subieron por su cuenta al escenario, solos, sin que nadie les cubriera las espaldas; encararon en forma poco amistosa al orador y le arrebataron el micrófono con el pretexto -inventado en el momento- de dar ellos mismos la bienvenida a sus pares en nombre de la Federación Universitaria Argentina. Increíblemente, les salió bien.
“Fue gracias a los delegados de Chile, que nos vieron ahí arriba, en una soledad espantosa, y subieron ellos también. Nos rodearon como para protegernos y yo me largué a hablar”, nos cuenta , 40 años después el Tano Durante. Empezó por denunciar que los estudiantes argentinos habían sido excluidos de la secretaría organizadora del Encuentro, y por lo tanto le negó autoridad. Propuso, en cambio, que una asamblea de estudiantes verdaderamente representativa designara a las autoridades del congreso. También planteó que se formara una mesa coordinadora, integrada por estudiantes, para elaborar el temario y el modo de funcionamiento. Las propuestas fueron aprobadas con aplausos.
“Después, empecé a nombrar a todos los héroes que lucharon por la independencia de América Latina, desde la época de la colonia hasta la actualidad: Miranda, Bolívar, San Martín, Sandino, José Martí, Camilo Torres… Todo el mundo escuchaba en silencio, hasta que llegué al Comandante Che… y por la ovación que se levantó desde toda la sala, ni siquiera se llegó a escuchar ‘Guevara’”, recuerda Durante. Recordemos que el Che había muerto en Bolivia apenas dos años antes, así que imaginemos lo que debía representar en ese momento su nombre.
Pero lo importante es que, a partir de ese momento, al Encuentro pasó a ser manejado por los estudiantes. Reproduzco fragmentos del diario La Razón, el único que estuvo presente ese domingo a la mañana. El vocero chileno dijo: “La representatividad del congreso pasa a manos de los estudiantes para que adquiera un auténtico significado a nivel mundial”. El vocero boliviano dijo: “Este congreso se realiza bajo la presidencia honoraria del comandante Ernesto Che Guevara”.
Esa noche, en una reunión realizada en el edificio Brunetta (Olivetti), una delegación de estudiantes intentó convencer a los organizadores para que el Encuentro, que debía empezar el lunes 13 en el Centro Cultural San Martín, se realizara bajo las siguientes condiciones: acceso libre y gratuito; voz y voto para todos los presentes, y nada de presencia policial. En esta negociación -según cuentan Durante y Betti- empezaron a surgir diferencias con aquellos estudiantes que no querían boicotear todo ni perderse las conferencias de las celebridades. Para darse una idea, venía casi todo el plantel del estudio británico Archigram, y varios del Team 10, como Jacob Bakema, Aldo van Eyck y Herman Hertzberger. Los organizadores se comprometieron a hacer lo que pudieran.
Pero al día siguiente, cuando los estudiantes llegaron al San Martín, se vieron defraudados. Les leo lo que dijo el diario Clarín: “Diversos grupos de estudiantes resolvieron no participar hasta que no se retiraran los cordones de seguridad policiales. La agitación aumentó cuando no se permitió entrar a los no inscriptos o sin tarjeta de identificación. A las 15, una asamblea de 500 estudiantes en el subsuelo semicubierto resolvió exigir el retiro de la policía y libre acceso sin pagar para los que van como observadores”.
Después de debatir toda la tarde, los estudiantes decidieron por amplia mayoría darle la espalda al Encuentro oficial y organizar su propio encuentro paralelo en la Ciudad Universitaria, autogestivo, democrático y abierto. Pero, además, convencieron a casi todos los visitantes ilustres, como Van Eyck, Hertzberger y Bakema, el español Ricardo Bofill, el húngaro Yona Friedman y el brasileño Carlos Nelson Ferreira dos Santos, para que fueran a dictar sus conferencias al encuentro de los estudiantes, y no al oficial, organizado por la UIA. En efecto, así sucedió, aunque en rigor varios de los conferencistas asistieron a los dos eventos, que para el caso era lo mismo. “La mayoría se comprometió a acatar la decisión de los estudiantes. El que más se solidarizó con nosotros fue Van Eyck, que ni siquiera fue al San Martín”, cuenta Daniel Betti.
Así fue que el 14 de octubre de 1969 se puso en marcha el Encuentro Internacional organizado por los propios estudiantes en Ciudad Universitaria. Fue un evento multitudinario que convocó a todo el alumnado durante tres días, en los que prácticamente se paralizó la actividad normal de la facultad. El aula principal de conferencias estaba presidida por un retrato del Che Guevara, presidente honorario. Y se repartió simbólicamente y en forma gratuita una credencial a todos los que quisieran asistir. Consistía en un grafismo negro sobre fondo blanco que podía ser leído como una letra E, de “estudiante”, o como una flecha señalando hacia la izquierda.
En la apertura, el poeta José Goytisolo, que integraba el taller interdisciplinario de Bofill, leyó su poema El yesero, en el que se reivindicaba el rol de los obreros en la arquitectura. “Queríamos que fuera un ámbito de libre expresión, como un happening, pero de arquitectura”, cuenta Durante. “El clima de opresión que se vivía en esa época se convirtió en clima festivo”, agrega Saeigh.
Pero no sólo fue una fiesta.
“Si bien el congreso paralelo de los estudiantes fue un fuerte hecho político opositor, nunca perdió el sentido de la discusión sobre los temas de la arquitectura -cuenta Penedo, que había militado en el reformismo, pero que por entonces se consideraba un independiente-. Los invitados que participaron lo hicieron como en cualquier encuentro académico, y hablaron de sus proyectos. Bofill, por ejemplo, habló sobre las experiencias de vivienda social en el borde de Madrid. No fue sólo agitación política, sino que tuvo contenidos, tareas y conclusiones”,
“En esas conferencias -cuenta Saiegh- nos encontramos con una temática que no conocíamos: la arquitectura social, el tema educativo, las escuelas adosadas a los programas de viviendas, el dispensario médico, toda una terminología y una forma de pensar que había sido eliminada de los planes de estudio en la facultad”.
El Encuentro terminó abruptamente el sábado 18, cuando los estudiantes fueron a la facultad y la encontraron cerrada. Pero con lo hecho ya era suficiente. Había sido un acto ejemplar de resistencia cultural contra la dictadura militar que había avasallado y pisoteado a la universidad, y asesinado estudiantes.
Antes de terminar, quiero contarles que una semana después se llevó a cabo en el San Martín el Congreso de la UIA, cuyo tema convocante era la vivienda de interés social, y que allí también sucedieron cosas. Los profesionales nucleados en el Frente de Arquitectos, que lideraban Mario Soto, Marcos Winograd y Gerardo Clusellas, entre otros, consiguieron imponer su propio temario, y sobre todo, que el congreso funcionara en forma horizontal, dividido en comisiones, en lugar del esquema previsto de conferencias doctorales. Es una historia que queda pendiente para otra oportunidad.
Ahora les voy a leer algunas de las conclusiones de las celebridades sobre esta experiencia.
Aldo van Eyck, del Team 10: “Era muy claro que el clima creado por los estudiantes en su facultad era tan favorable como desfavorable era el clima en el San Martín. En estas circunstancias, existían todas las razones para contribuir con la acción de la mayoría de los estudiantes, y no para oponerse. Estaba claro que la gran mayoría estaba preocupada por el mejoramiento de la estructura social y política de sus países”.
Ricardo Bofill: “Hemos desarrollado nuestro seminario en la facultad de Arquitectura en un ambiente de amplia libertad de expresión, sin restricciones en el número de alumnos, siempre con un lleno absoluto en las aulas y sin que se registraran incidentes. Ha sido para todos nosotros una gran enseñanza la que hemos recibido en este país”.»

*Conferencia leída el 10 de octubre de 2009, Mesa Redonda de Críticos de Arquitectura, Bienal de Arquitectura de Buenos Aires, C.C. Recoleta. Se republica en DIAI por autorización de su autor

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