Voto en blanco o algo así

Las elecciones y el enemigo principal

–¿A quién vas a votar?

–No sé, pero supongo que a la izquierda. ¿Vos?

–Yo soy peronista y voto a Fernández y Fernández, hay que parar a Macri como sea.

por Pablo Pozzi

Uno de tantos diálogos en los que me vi inmiscuido en los últimos días (notable, siempre fuera del pueblo en que vivo donde las preocupaciones nunca parecen ser las de las grandes ciudades o por lo menos las de mis amigos). Luego me puse a comparar estos con lo que pasaba en las redes sociales. Y eso con las reacciones a algunas de las cosas que tuve (el desatino) de enunciar en los últimos tiempos. Para variar, en general, dejo que digan lo que digan no respondo hasta que me saturo y me sale algún exabrupto. Pasa que el nivel de discusión política como que ha descendido al sótano: la razón ha desaparecido, la invectiva ha reemplazado al respeto, y el criterio parece ser «no me molesten con los hechos, yo creo lo que quiero, aunque sea un contrasentido».

Para algunos, esto es producto de «la grieta». Pero, para mí, la «grieta» es vieja: la hubo entre peronistas y antiperonistas, macartistas y zurdos, radicales y conservetas, pueblo y oligarquía, nacionales y extranjerizantes, etc. Lo notable es que en la última década los lados de la «grieta» se han vuelto un poco revueltos. El peronismo está lleno de viejos zurdos, antes «gorilas», como el PCA y el PCR. Los discípulos de Álvaro Alsogaray nutren todos los partidos políticos y, especialmente, el peronismo. Radicales hay en todas partes. Macri fue la oposición leal a su Majestad Cristina hasta que ganó la elección y ahí se rodeó de peronistas y liberales y radicales y hasta de unos cuantos antiguos comunistas como el actor Brandoni y el periodista Leuco. Alberto Fernández estuvo en todos los partidos y hoy es el portaestandarte del peronismo ortodoxo puesto ahí por Cristina Kirchner que, hasta hace poco, estaba peleadísima como dichos ortodoxos. Hasta mi vieja pasó de 60 años de honroso antiperonismo a ser cristinista de la primera hora.

Pero hay una diferencia entre mi vieja y los otros: mi vieja es K porque odia a Macri, lo odió siempre, con esos odios irracionales e inexplicables, no le gusta y no hay nada que pueda hacer para mejorarlo; y como no tiene el mismo odio por Rodríguez Larreta su voto (inexplicable e irracional para mí) será Frente de Todos en la Nación, el PRO en Capital Federal. Andá a entenderla. Como mi vieja, muchos tienen adhesiones políticas que son meramente instintivas. No así los políticos, incluyendo a los antiguos comunistas. En realidad, estos pertenecen a un solo partido: el del poder. Todos quieren mantenerse y seguir lucrando con el Estado. Y todos son neoliberales, porque el poder es neoliberal.

Ahora, por debajo de políticos y de gente como mi vieja (o sea que la política le importa poco y cuya militancia nunca fue muy grande que digamos), hay una cantidad de otros que me sorprenden. Sobre todo, los «setentistas». Uno me envía un mensaje: «soy revolucionario, y por eso voto a Alberto Fernández. Hay que derrotar a Macri como sea, es el enemigo principal». Otro insiste que mi tozudez en rechazar a Macri se debe a que soy trotskista. Un tercero me espeta que no entiendo nada de política. Un cuarto insiste en que soy un gorila antipopular. Caramba, una vez más Pozzi es un gilastrún de cuarta y no sé ni por qué se calientan en tratar de aclararme con diversos epítetos.

A ver. Lo simple primero. No soy ni nunca fui trotskista, lo cual no quiere decir que Trotsky no me resulte uno de los tipos más interesantes y brillantes del siglo XX. Lo he dicho muchas veces; pero, además, los trotskistas argentinos (y otros) insisten en que tengo razón. Pasa que los viejos compañeros (que nunca entendieron demasiado de qué quería decir ese término) lo usan como algo para descalificar. Digamos, algo así como que han adoptado la terminología macartista del peronismo: «los troskos son antinacionales, apátridas, alejados del ser nacional». Dejemos de lado que el «ser nacional» para estos tipos es el mate, el asado, el dulce de leche y la bananita Dolca, me parece lamentable para gente que se dijo (¿se dice?) «de izquierda». Digamos, están a la altura del famoso libro de Basmanov, La esencia contrarrevolucionaria del trotskismo, un opúsculo famoso en los 70 por la cantidad de idioteces que decía. Claro, como cualquier descalificación, tiene la gran ventaja de no tener que ser probada. Digamos, es como la Inquisición: te acusa de hereje y sos vos el que tiene que demostrar que no es así. Mi problema es que si soy hereje pero no de ese tipo.

La acusación de gorila es más de lo mismo. O sea, es como decirte trotskista, pero desde el campo «nacional y dizque popular». El gorila es antipopular por definición. ¿Cómo sabemos que es antipopular? Pues, jolines, porque no está con nosotros. Hombre, debería ser obvio, si es multimillonario, fascista y explotador, pero está con nosotros, entonces es popular; y, si no, es gorila. Y si es gorila, no está con nosotros. Y digamos un tipo de razonamiento tautológico y punto. Ambos puntos son una especie de maledicencia, que en realidad me molesta bastante poco. Esta a la altura de decirme pequeñoburgués: cosa autoevidente, ya que soy petiso.

En cuanto a saber de política, es probable que no sepa nada. Pero al igual que muchos de los andan por ahí (Macri es uno, claramente, Kicillof es otro) eso no me impide opinar. Es más, opinar es un derecho que no pienso resignar. Y lo único que tengo a favor es que cada vez que me equivoco, lo admito… a diferencia de tanto otro opinólogo.

Lo cual me deja con el «enemigo principal». Esto si me preocupa porque rememora viejas épocas que pensé, obtusamente, habían sido superadas. Esa teoría, cuyo eje es que hay que enfrentarse con un enemigo a la vez y a este se lo selecciona por ser el más peligroso, me recuerda a los stalinistas allá por la década de 1930 y 1940. Digamos esta fue la razón detrás de los frentes populares antifascistas, en la Argentina, detrás del apoyo del PCA a la Unión Democrática. Con una diferencia: el fascismo implicaba el exterminio de las fuerzas de izquierda (todas), y el peronismo tenía muchas de las características del fascismo (si lo era o no queda para otra discusión, aunque los libros de Irene Cutillo y Marina Kabat dan mucho para pensar). El «enemigo principal» implicaba subordinar las reservas y las reivindicaciones de izquierda para lograr alianzas amplias con fuerzas burguesas. Gramsci, Trotsky y, antes, Rosa Luxemburgo, criticaron esto, ya que vislumbraron, acertadamente, que los «aliados» burgueses de hoy utilizarían la alianza para aplastar a la izquierda, pauperizar a la clase obrera y confundir a la militancia. Digamos, más o menos como han hecho los kirchneristas y como hacen los albertistas el día de hoy.

Y, mientras tanto, se posterga cualquier opción de construir una alternativa al neoliberalismo en Argentina. Y a no engañarse: Fernández y Fernández son tan neoliberales como Macri y, cuando lleguen al poder (de nuevo, y eso suponiendo que alguna vez lo dejaron), con la excusa del desastre macrista, van a profundizar la ofensiva patronal para así «devolver confianza a los mercados» y que inviertan en Argentina. ¿Cómo lo sabemos? Porque lo han dicho hasta el cansancio; porque Alberto se ha dedicado a viajar a Estados Unidos a explicar que es confiable; porque se ha rodeado de exmacristas empresarios; porque él mismo fue macrista.

Pero, además de eso, en su entorno hay una banda de facinerosos, ladrones, corruptos. Pozzi, mirá que sos un gorila y cretino, Macri ha sido aún más corrupto. La pucha, no sabía que estábamos en la Olimpíada mundial de los chorros. Francamente, no me cabe la menor duda que los Macri, como buenos empresarios argentinos, se pueden robar hasta el agua de las canillas. Eso sí, que los Kirchner se robaron todo lo que pudieron empezando con las regalías petroleras de Santa Cruz, no hay la menor duda. ¿Más o menos que Macri? Yo apuesto por más. No por cantidad (al fin de cuentas quién sabe cuánto se chorearon) sino por el nivel de impunidad con el que lo hicieron. Otra vez, Pozzi gorila y cretino, si la Justicia los viene sobreseyendo… ¿no ves que fue toda una movida política? A veces me sorprende el nivel de idiotez de la gente con la que hablo. Si fue una movida política, entonces la Justicia se mueve con esos criterios, y si es así, que los larguen lejos de demostrar inocencia lo que demuestra es que los jueces, corruptos ellos, saben que Fernández y Fernández van a ganar la elección. Mientras tanto la ciudadanía, la nación, el país se pueden bien ir al cuerno. Pero es aún más increíble, porque todos sabemos que los Kirchner son corruptos, los Macri son corruptos, los sindicalistas son corruptos, los empresarios son corruptos, y ni hablar de los peronistas como Manzur. Claro, lo que pasa es que una cosa son mis corruptos y otra, muy distinta, son los tuyos. Y mientras tanto la corrupción cala hasta en todos lados, y los principios se van al tacho.

Lo que viene ocurriendo, como señaló Ana Jemio, es que «quizás el triunfo más hondo y duradero del sistema capitalista desde entonces y hasta hoy no ha sido anular los conflictos de clase […] sino constituirse a sí mismo como inevitable y único posible». Los viejos «setentistas», que de jóvenes supieron arriesgar todo por un mundo mejor, hoy en se han convencido de todo lo que se puede lograr es un «capitalismo más humano» y para eso hay que juntarse con «la burguesía nacional», esa que hace 50 años insistían (correctamente) que no existía. ¿Dónde están los empresarios nacionales antiimperialistas? Buena pregunta, baby. Pero que no los veamos no quiere decir que no existan. Sobre todo, porque para qué me van a molestar con hechos, yo creo lo que quiero, aunque sea una tontería. Más o menos como con los fantasmas: no existen pero que los hay, los hay. La otra posibilidad es que estén quebrados.

Lo cual me recuerda mencionar una cosilla más. Tengo muchas críticas a la izquierda, y al FITU en articular. Las críticas son mi derecho, y mi intento de contribuir a que se vean los errores (y a veces el oportunismo). Eso ha llevado a que más de uno me acuse de nihilista o de anarquista. Otra vez, esto está a la altura de «no me molesten con los hechos». No solo nos ha ido mal electoralmente, sino que hemos tenido derrotas y retrocesos en muchas luchas. Esto ameritaría una debate fraterno y constructivo en la izquierda. En cambio, el FIT parece insistir que «todo está bien» y que vamos de triunfo en triunfo, en una especie de idealismo mecanicista. Es muy probable que mis críticas a la izquierda no sean acertadas, igual que la de tantos otros. Sin embargo, hace falta pensar porqué las cosas no andan bien.

Claro, muchos de los creyentes en «el enemigo principal» insisten que el problema es que la izquierda no le va bien porque (a) son troskos y (b) «está divorciada del sentir nacional» (que, obvio, sería peronista). Sabemos que es así porque son troskos y los troskos, por definición tautológica, están divorciados del sentir nacional. No así con el peronismo que le ha dado tantos buenos resultados al pueblo argentino y es indudable que se preocupa por el sentir nacional. ¿Cómo lo sabemos? Porque el pueblo es peronista. ¿Cómo sabemos eso? Hombre, porque los peronistas lo dicen e insisten en eso todo el tiempo. Además, ¿ganan o no las elecciones? Obvio que ganar elecciones no tiene nada que ver con aparato, guita y fraude… son una medición absolutamente transparente y veraz del sentir popular. O sea, Macri y De la Rúa representaron el sentir nacional y popular cuando ganaron. Por otro lado, la zurda, como los comunistas (que según ellos somos todos excepto cuando como Sabatella apoyamos al peronismo) siempre traicionamos a los trabajadores. En realidad, supongamos que el PCA traicionó a los trabajadores en 1946 cuando se alió con la Unión Democrática contra Perón. Entonces, ¿qué podríamos decir entre 1946 y hoy que el peronismo ha liderado no solo a los trabajadores de derrota en derrota, sino que se las ha arreglado para deshacer las conquistas sociales alcanzadas previo a 1949? Ah, me olvidaba, no fue el peronismo, fueron los traidores. Lástima que traidores parecen haber sido todos, incluyendo al General que hizo el Pacto Social, trajo el somatén, y dio pie a la Triple A y a la burocracia sindical.

El enemigo principal es una excusa para claudicaciones de todo tipo, y para no construir una alternativa autónoma de la clase obrera. Claro, también es una buena excusa para oportunismos de toda laya, y si tenemos suerte para que me tiren un laburito en alguna dependencia del Estado.

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6 thoughts on “Las elecciones y el enemigo principal”

  1. Impresionante Pablo, como siempre y, entonces,me pregunto qué queda .,.,soy de los setentistas pero de los que çreen que hay que seguir luchando y buscando.,,.,, siempre,

  2. Yo estoy igual que Josefina. Y hay unos cuantos setentistas que siguen en sus trece. Pero lo notable es que en las redes se pronuncian los que estan con los K (y a veces los Lavagnistas como Tumini o algunos con los Radicales), nunca los que siguen creyendo en los ideales.

  3. Yo no soy setentista y pienso que la lucha hay que seguirla dando. La pregunta es ¿Seguimos confiando en el sistema de representación electoral? Tengo mis dudas a esta altura del partido que esta sea la salida y muy por el contrario es donde los dueños del capital nos quieren. Izquierda incluida que entró en ese juego. ¿La salida? Sigo sin saber cuál es, lo que me queda claro es que no se trata de una derrota del movimiento obrero, como se lee en redes, sino una dura claudicación de la izquierda que decide jugar el juego electoral sin entender aún las reglas. Y lo que es peor: abandonando ciertas ideas porque piensa que son piantavotos.

  4. Yo creo que las elecciones son un vehículo que permite presentar propuesta de izquierda y hacer propaganda. Ahora si creemos que por esa vía vamos a modificar cosas institucionalmente entonces estamos jodidos. En síntesis, creo que hay que participar, el punto es para qué. Parte de mi crítica al FIT es que al enfatizar los resultados electorales se desdibuja la propaganda de izquierda y se realzan las creencias que encima gran parte del problema es que los sectores que más votan son los medios, y luego aquellos que responden al sistema clientelar. Esta claro que no son los únicos, pero si tienden a marcar el tipo de campaña: si quieres votos te diriges a ellos con lo cual el mensaje de izquierda tiende a lavarse.

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