París. Beirut. Bagdad. Yola y Kano. Estos nombres de ciudades son nuevamente nombres de masacres.
por la IJAN
La Red Internacional Judía Antisionista (IJAN, por sus siglas en Inglés) condena terminantemente los horribles crímenes perpetrados en los últimos días; los que los medios de comunicación han visibilizado, como en Francia, y los que se han negado a ver, como en el Líbano, Irak y Nigeria; y como siempre, en Palestina. Rechazamos estas operaciones criminales –sea quien fuera el o los responsables–. Y somos solidarixs con la gente, las víctimas inocentes de estos crímenes.
El grupo Estado Islámico (EI) ha asumido la responsabilidad. Ya se trate de sus manos o de otras las que están detrás de esos ataques, las consecuencias son claras y se vuelven cada vez más claras. Francia se encuentra en un estado de emergencia. El presidente François Hollande ha llamado a las bombas y tiroteos coordinados por las que atravesó París un “acto de guerra”. El Primer Ministro, Manuel Valls, se ha comprometido a “aniquilar a los enemigos de la República”. El presidente Barack Obama les ha llamado “un ataque al mundo civilizado”.
Nuestros gobiernos pueden insistir en que estamos en guerra, pero no tenemos por qué aceptar sus instrucciones. Tampoco aceptamos el derecho de un presidente de Estados Unidos, responsable de convertir a Yemen en un cementerio a través de su apoyo explícito al ataque saudí, a establecer distinciones coloniales entre “civilizados” e “incivilizados”. Tales definiciones han justificado a los imperialismos estadounidense y europeo desde sus comienzos.
Los atentados de Beirut son crímenes. Es responsabilidad del gobierno libanés investigar y juzgar a los sospechosos y culpables. Del mismo modo, la tarea del gobierno francés no es buscar “enemigos” sino encontrar criminales. Al anunciar una “guerra de civilizaciones” en forma clara, indudable e intencional, están haciendo exactamente lo que el EI desea. El resultado sólo puede ser más muerte.
IJAN rechaza cualquier idea de que los musulmanes en general tienen responsabilidad particular en los atentados recientes. Las masacres son obra de individuos, grupos políticos y gobiernos; no de religiones. Que algunos que profesan la fe musulmana se hayan atribuido esos ataques no significa nada. Rechazamos la afirmación de que Israel habla por los judíos, así como rechazamos cualquier pretensión de culpar colectivamente a los judíos por el colonialismo sionista. Del mismo modo, rechazamos la pretensión del EI de hablar en nombre de los musulmanes, y no podemos aceptar la idea de que los musulmanes tengan especial responsabilidad por los crímenes del EI.
Los gobiernos pueden afirmar que hay una guerra religiosa en marcha, pero nosotros debemos rechazar esa afirmación. Si, efectivamente, resulta que el EI cometió algunos de esos atentados, debemos tener en cuenta que las principales víctimas del EI hasta ahora han sido musulmanas, sobre todo en Siria. Han sido naciones de mayoría musulmana las que han estado en la primera línea de la lucha contra el EI, incluidos los grupos armados sunitas y chiítas del YPG (Unidades de Defensa del Pueblo) kurdo en el norte de Siria hasta el grupo de resistencia Hezbolá del Líbano.
Los que cometieron los atentados en el Líbano lo hicieron en un intento de enfrentar a palestinos contra libaneses, a suníes contra chiíes, para volver a encender la guerra civil y tratar de destruir al Líbano. Estamos con el pueblo del Líbano, con la población del sur de Beirut y con los palestinos y palestinas de los campamentos de refugiados que rechazan dicha división. El único beneficiario de una división entre chiíes y palestinos en el Líbano es la clase dominante libanesa vinculada a las élites de Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos, e Israel; y detrás de ellos, la OTAN, los Estados Unidos y Europa.
Este tipo de ataque es parte de la continua e invisible agresión contra el pueblo palestino, cuyo sufrimiento se invisibiliza y hasta se justifica en la prensa occidental -mientras Israel continúa con su proyecto colonial contra la resistencia palestina que lucha por sus derechos, incluyendo el derecho al retorno de los refugiados y refugiadas.
El ataque a París se hizo para incitar a la gente a una furia islamófoba, para acelerar el sentimiento anti-sirio y anti-refugiados, y para preparar a la gente para la guerra. IJAN rechaza tal provocación. Cualquier intento de sugerir que los musulmanes son comunitariamente responsables de cualquier acción o de cualquier crimen es racista y xenófobo, y sigue un viejo discurso imperial.
Por otra parte, deploramos el papel de los medios occidentales racistas, que pretenden encontrar valiosas algunas muertes -invisibilizando otras. Las muertes de niños pobres en el sur de Beirut, y ni hablar en África Central, no sirven para fabricar un consenso para la guerra, y por eso son invisibles. Las muertes de parisinos son de gran utilidad para empujar a la gente a la guerra, y por esa razón, entre otras, pueden ser vistas en los medios.
Observamos además otras ocultaciones coloniales en el retrato que los medios hacen de estos eventos. Francia envía un portaaviones al Mediterráneo oriental, que se prepara para “aniquilar” a sus enemigos, que sin duda serán hombres, mujeres y niños inocentes. Al hacerlo, nos recuerda otras masacres que precedieron a ésta, especialmente los asesinatos del ejército francés en Marruecos, Argelia y Vietnam. ¿Quién recuerda ahora sus nombres, su suerte, su vida o su muerte? En la salvaje represión de la lucha de liberación de Argelia, Francia masacró a cientos de miles de personas, y muchos de sus compatriotas viven hoy en la pobreza, abandonados en las banlieues (suburbios) franceses.
Nos solidarizamos con el pueblo de Francia del mismo modo que somos solidarios con los pueblos del mundo. Pero la bandera de Francia es símbolo del imperialismo y el colonialismo en el mundo entero, y la rechazamos.
En efecto, mientras el gobierno francés habla de guerra defensiva, vende armas al estado más reaccionario de la región: Arabia Saudita, por una suma de 12 mil millones de dólares. Es el segundo mayor exportador de armas del mundo. La transferencia de armas de Estados Unidos a Arabia Saudita alcanzó un total de más de 90 mil millones de dólares en los últimos años, mientras que Israel se está convirtiendo en un importante traficante de armas en todo el mundo. Estos gobiernos no pueden darnos lecciones sobre la paz ni alertar sobre la defensa al mismo tiempo que preparan al mundo para una guerra sin fin.
En pocas palabras, no tenemos ningún papel que desempeñar en una solución militar con respecto al EI. Instamos, en cambio, a cortar sus flujos financieros y el suministro de armas, especialmente a través del aliado de Estados Unidos: Turquía, donde personas inocentes son masacradas en Ankara sin que el gobierno haga nada para impedirlo.
Rechazamos que se utilice la muerte de inocentes en París, Beirut o en cualquier otro lugar para justificar la intervención militar de EEUU y Francia en Siria. Deseamos que la violencia allí se termine, y que nuestros gobiernos traigan a sus fuerzas armadas de regreso y las desmantelen. El papel de Estados Unidos y Francia no es “resolver” los problemas de la región, sino dejar de crearlos, dejar de bloquear los acuerdos diplomáticos que pongan fin a las guerras regionales -sobre todo en Siria- y sancionar a Israel.
Francia y EEUU tienen en el Medio Oriente un historial de derramamiento de sangre, divisiones imperiales, ocupación colonial, explotación de los recursos, armas químicas, golpes de Estado, desestabilización, agresiones criminales, promoción del sectarismo y saqueo mercantilista. Sus antecedentes coloniales e imperiales en Siria y el Líbano son la prueba definitiva, si es que se necesitaba más, de que lo que se necesita no son buques de guerra, sino compensaciones.
Nuestros corazones están con los pueblos que continúan sufriendo bajo la guerra colonial y el racismo.