Bandera roja con signos de exclamación e interrogación

Comentarios a «Ante una catástrofe sanitaria, social y económica: qué propone el PTS»

por Pablo Pozzi

Hace ya unas semanas que vengo dándole vueltas al folleto del PTS sobre qué propone en época de pandemia. Por un lado, me pareció algo importante: que un partido de izquierda enunciara una cantidad de medidas claras y contundentes. Sobre todo, porque hasta el momento los únicos que habían realizado una propuesta integral fueron los movimientos sociales nucleados en torno a Juan Grabois y la Iglesia. Es difícil estar en desacuerdo con las medidas que propone el PTS. ¿Quién, de izquierda, puede negarse a la creación de comités de seguridad e higiene en las fábricas, o a una reforma agraria, o a viviendas, o a no pagar la deuda con la salud el pueblo? Celebro que el PTS haya planteado una propuesta. Coincido con mucho de lo que dice, y con otras cosas no. Pero me parece importantísimo que se planteé qué quiere la izquierda, y que podamos discutir en torno a ello.

Al mismo tiempo, el conjunto de medidas me hacen «ruido». No tanto porque yo tenga propuestas mejores, o porque estas me parezcan incorrectas, sino porque «les falta algo». Aquí van unas líneas para tratar de ponerle palabras a esa sensación.

  1. El folleto señala que «nadie sabe cómo sigue la crisis sanitaria». Y luego repite el mantra de que «vemos como comienzan en distintos países luchas obreras y populares contra los ajustes y el hambre». Este es el punto de partida de todo lo que sigue a continuación. Por un lado, me parece una caracterización un poco pobre e impresionista. Parece haber más luchas por la salud que contra el hambre; y en realidad una cosa es luchar contra «el ajuste» y otra contra despidos discriminados. En realidad, hay pocas luchas contra los recortes salariales que han sido masivos y mundiales, y escasas las luchas (aunque más en número) contra el desempleo. Esto medido en cantidades de nuevos desempleados: 42 millones en Estados Unidos, con más o menos 170 conflictos bastante posteriores (cerca de mes y medio); o 400 mil en Argentina con notable carencia de conflictividad y de presiones sobre los sindicatos colaboracionistas. Quizás el mejor ejemplo de esto último es el caso de 1700 (des)empleados de LATAM. ¿Dónde están las luchas sindicales y de los trabajadores? ¿O será que dado que el Estado se va a hacer cargo del problema entonces todos nos quedamos tranquilos? Si es así, esto reflejaría un serio problema en consciencia de clase, que de hecho no llegaría ni a economicista. Ni hablar de problema de una visión de una izquierda que cree que todo conflicto es bueno. Si así fuera la movilización de la derecha norteamericana contra la cuarentena sería algo positivo; ni hablar de que movimientos como BLM no parece incluir la menor crítica sistémica; o que el socialista Bernie Sanders acusa a Trump de pacifista y blando con China. En realidad, sabemos cómo va a seguir la crisis: con la concentración del capital, la pauperización de todos los sectores sociales que no pertenecen al famoso 1 %. Lo que en realidad el folleto quiere decir es que tenemos la esperanza que esa pauperización desate una conflictividad social que haga tambalear al capitalismo. Por ahí eso ocurre, pero es poco probable, sobre todo dada la carencia de organización revolucionaria en las grandes masas. Dicho de otra manera, las grandes movilizaciones y luchas de la década del 1930, el surgimiento de boicot, la huelga solidaria, la ocupación de fábricas, y el sindicato por rama de industria, tuvieron mucho que ver con la existencia de miles de comunistas (sobre todo en los PC) que se habían fogueado en durísimas luchas en la década de 1920. Fueron estas luchas, y estos militantes, lo que obligaron al capitalismo a recurrir al Estado Benefactor y al New Deal como forma de institucionalizar la conflictividad social.
  2. Hete aquí mi segunda inquietud. Mi sensación es que estamos dejando de lado un tema central: la consciencia. Todo programa, toda propuesta, debería verse anclada en una valoración de la consciencia de la clase obrera. El programa parecería no haber tomado esto en cuenta, o peor aún haber caracterizado esa conciencia como «reformista» en un sentido muy genérico, por no decir peronista. Aquí habría que abrir una discusión bastante más de fondo. En particular porque tiendo a pensar que el nudo histórico Dictadura 76-Menemismo han significado una derrota histórica de la clase obrera argentina. Esta derrota, reforzada por la cooptación, las reformas educativas clasistas e individualistas, la lumpenización vía subsidios, y otras medidas, han generado un retroceso en la consciencia de los trabajadores. Si tengo razón, entonces un programa reformista no solo no va a revertir la situación, sino que la va a profundizar. Dicho de otra manera: en 1970 los trabajadores se movilizaban en pos de sus intereses, y no me refiero solo al Cordobazo, sino a miles de pequeñas experiencias que iban desde sociedades de fomento hasta bibliotecas populares. Hoy en día, si se movilizan es para demandar que el Estado les resuelva el problema.
  3. Si lo anterior es acertado, entonces las comisiones o comités de higiene y salubridad son organismos que serán controlados por las burocracias sindicales y no por las masas, como lo son las comisiones internas hoy en día. Las únicas excepciones serán en aquellos lugares donde los trabajadores tienen un buen nivel de organización clasista, y aun así uno de los principales problemas será evitar que sean cooptados. Lo mismo pasa con propuestas de unir la salud pública con la privada; sin una movilización consciente de las masas esa unidad va a ser supervisada por un Estado cuya función será poner la salud pública a disposición de la privada.
  4. Pero este no es el único problema. No solo se proponen medidas que implican niveles de consciencia más o menos elevados, sino también que implican niveles de organización altos. Esto en un momento donde no solo ha retrocedido la organización de la izquierda, sino que hasta las organizaciones burocráticas sindicales han visto mermar sus afiliados. Si esto es así, entonces plantear el control popular de precios es algo francamente utópico, lo mismo que ningún despido o suspensiones. ¿Cómo lo sabemos? ¿Dónde están las masivas luchas de los trabajadores contra el compromiso de la CGT de reducir salarios un 25 % durante la crisis? ¿O en contra de la baja de jubilaciones de empleados provinciales cordobeses? ¿O de los empleados de LATAM o de docenas de otras empresas?
  5. Otra cuestión es la mezcla de cosas. Hay reivindicaciones que implican una consciencia avanzada en las masas, y otras que podrían haber sido hechas por Juan Grabois… de hecho muchas las hizo Grabois. Por ejemplo, el salario de cuarentena de $30 mil revela que se conoce poco la calle. Primero porque 30 mil es un salario de hambre. Luego, porque la impresión de muchos trabajadores es que con los planes sociales se percibe más que eso. Tercero, porque así puesto, sin más aditamentos ni controles, lo que va a significar es un aumento de la carga impositiva sobre los sectores en blanco. De hecho, Grabois propone algo similar. Como también propone el «impuesto a las grandes fortunas». Esto es algo interesante porque nadie considera el tema de la implementación ni que las grandes fortunas no la tienen en Argentina, ni que cuentan con estudios contables que dibujan balances y ocultan bienes. Sin ese impuesto como ley, el país tiene centenares de millonarios espurios (empezando por los burócratas sindicales) cuyas fortunas son no solo sospechosas, sino que deberían ser gravadas y no lo son. En realidad, por las dificultades de aplicar este tipo de ley, en el sistema actual, es que el peso impositivo se descarga fundamentalmente en cuestiones como el IVA, el monotributo, y todo aquel que deba emitir una factura. En vez de retenciones (que son una tasa diferencial de cambio) deberíamos tener impuestos a la exportación; en vez impuestos al productor habría que aplicar el impuesto a la renta potencial de la tierra; o impuestos a la compra y venta de acciones en la Bolsa, o a las ganancias reales y no a los salarios. Suponer que un tipo que gana 300 mil pesos de bolsillo es «rico» es ridículo. Como es gravar como «fortuna» a alguien con posesiones de 1 millón de dólares o menos (una casa en centro de Quilmes puede estar valuada en 500 mil; el departamento de mi vieja esta valuado en 600 mil, suponiendo que alguien lo quiera comprar). Lo mismo con el planteo de reforma agraria, que también plantea Grabois. ¿Qué esta planteando el PTS? ¿La creación de sovkhoz? ¿O será la nacionalización de las tierras a ser administradas por un Estado capitalista? Grabois propone crear minifundios, sin nunca preguntarse quién los va a trabajar, con qué crédito, ni hablar de a quién le vendería ni cuál sería la productividad. La realidad, es que uno de los problemas de los pueblos del interior (como era en la URSS) es que falta mano de obra porque las nuevas generaciones emigran a las grandes ciudades por falta de oportunidades en el campo. Grabois y el PTS también coinciden en la nacionalización del comercio exterior. Suena bien, sobre todo porque recuerda al IAPI cuyo objetivo era redirigir recursos del agro hacia créditos para la industria PYMES. Supongamos que eso ocurre hoy y que conseguimos el peso político para que el Estado utilice los ingresos de ahí derivados en desarrollar el país. ¿Dónde están los famosos empresarios antiimperialistas y desarrollistas el día de hoy? ¿Cómo haríamos para impedir que los créditos derivados de esos recursos no se utilicen de la especulación? Digo, la experiencia de los subsidios a empresas durante la pandemia debería habernos enseñado algo, ¿no? Dicho de otra manera, Grabois lo plantea porque su objetivo es un estado basado en la doctrina social de la Iglesia, no porque piense que se va a aplicar. ¿Y qué espera lograr el PTS levantando consignas que son claramente populistas e inaplicables?
  6. Mi impresión es que, a pesar del final del folleto, estas medidas no son una salida de fondo, ni siquiera son un «programa de transición». Creo que para construir una alternativa y ver de movilizar a las masas e ir haciendo crecer la consciencia de clase hay plantear cosas mínimas que recuperen el ideario de la izquierda. Lo principal es reconstruir los lazos sociales que generaron un poderoso movimiento de masas en otras épocas. Eso implica crear redes de solidaridad, instituciones, formas de doble poder, separadas y a veces enfrentadas con el Estado, que sirvan de contención y de organización popular. Al mismo tiempo hay que recuperar el ideario de la izquierda y rechazar criterios derivados del neoliberalismo como, por ejemplo, reclamar un salario mínimo que implica consolidar el hambre y la pauperización de los trabajadores. Entre muchas cosas deberíamos plantear:
  1. Contra la corrupción: estamos en contra de toda forma de corrupción, sea esta realizada por compañeros o enemigos. La ética es nuestra principal bandera.
  2. Por la mayor participación obrera y popular. Toda decisión del FIT y sus organismos se tomará por asamblea en los vecindarios y lugares de trabajo. Las decisiones así tomadas serán vinculantes, aunque no estemos de acuerdo con ellas. El pueblo y la clase obrera son soberanos.
  3. La conformación de comités de base del FIT para gestar la participación, para organizar el control de precios, para desarrollar la cultura en el vecindario en su conjunto, para ejercer autodefensa contra la violencia policial y la del lumpenaje que muchas veces son lo mismo.
  4. En contra de los subsidios y a favor de la creación de empleos. Toda persona debe tener un empleo remunerado. Toda persona recibirá un subsidio si desarrolla una tarea útil ya sea para el Estado o para una cooperativa. No a los subsidios a empresarios, o al transporte. Garantizamos el ingreso de los trabajadores y a cultura del trabajo, y no la ganancia de los empresarios y la vagancia social.
  5. Recuperar las propuestas de cooperativas obreras y empresas autogestionarias, no porque sean posibles hoy sino porque son el embrión de una sociedad futura.
  6. La educación popular y autogestionada, sin supervisión del Estado y vinculada de forma estrecha con las necesidades locales.

Podría haber más cosas. No deberían ser demasiadas y cada una tiene como referencia al cómo lograr mayores niveles de organización popular y revertir lo que son criterios neoliberales de destrucción de la clase obrera. En ese sentido hay que superar el sectarismo. Debemos aprender de la inmensa cantidad de iniciativas que lanzó el Partido Comunista hace ya casi un siglo. Esto no implica adoptar su línea política, sino aprender de la experiencia de clase y de la iniciativa de una militancia abnegada y creativa.

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