por Gerardo Médica
Cada vez que camino por los márgenes de La Matanza, en el oeste del Gran Buenos Aires, atrona fuertemente en mi cabeza la frase del padre Mugica: “Lo único que hay que erradicar de las villas es la miseria”- frase atemporal aplicable a todos los barrios marginales – y una sensación que sentí desde pequeño: que los postes de la red eléctrica forman cruces que se asemejan a crucifijos agigantados de madera, amarrados a veredas de polvo y presentes por kilómetros no mensurables
Ellos son ellos para mí – de alguna manera inexplicable- símbolos de una religiosidad ahuyentada de la ortodoxia cristiana. Una herejía a la cristiandad santurrona que no se ha percatado de la existencia de nazarenos de arrabales. Si uno observa con un sentido de contemplación profunda, esas cruces que se forman en la red de luz eléctrica en el Gran Buenos Aires marginal – algunas inclinadas, otras con la presencia de nidos de hornero o incluso con zapatillas anudadas colgando como boleadoras trasmitiendo mensajes – tiene la impresión de estar en medio de un calvario multitudinario entre las calles de tierra y zanjas.
Pero cuando esa contemplación se produce en esos atardeceres donde la noche se abre paso sobre el día, el estremecimiento es rotundo. Indudablemente se asiste a un Angelus de Millet versión conurbano, con cruces de maderas silenciosas, que acompañan el andar de carros de cartoneros que rechinan ante el caminar lento de algún ruano viejo. Y en medio de todo –siguiendo la procesión de las cumbias del dolor – el perrerío ladrando, los pibes jugando sobre las aguas servidas y la tristeza parda que nunca acaba. Postales del oeste, norte y sur del Gran Buenos Aires pobre y siempre en espera. Una espera eterna con nazarenos de arrabales en las cruces de los postes de luz que amagan descender y siempre se detienen.
Hoy esas sensaciones volvieron a mí después de treinta años al caminar por las calles de la Villa Palito.
En mi lejana adolescencia iba seguido a allí por esas cosas del futbol barrial. Me encontraba con el negro Lucio, Teta (Hernán) y Conejo (Julio) compañeros de la escuela técnica que vivían en la villa. Los encuentros eran los sábados a la mañana en la casita del Teta. Nos cambiábamos en su casa para luego atravesar los pasillos de la villa para jugar esos campeonatos eternos y durísimos por dinero detrás de las canchas del Viejo Gas del Estado. Generalmente esos campeonatos terminaban en puñetazos, corridas y a los tiros cuando los locales perdían; tardes de potrero suburbano que parecen escapadas de la imaginación del Negro Fontanarrosa, Osvaldo Soriano o de los cuentos de “Esperándolo a Tito” de Eduardo Sacheri.
Laberintos de pasillos, casitas marcadas con números de manzanas, alambrados tejidos, construcciones de madera -o en el mejor de los casos con ladrillos colocados en canto- zanjas con aguas servidas, pilas de cajas del Plan Alimentario Nacional (eran los tiempos duros de Alfonsín) y ni que hablar de los rostros oscuros y cargados de una tristeza siempre parda: imágenes duras que vuelven a mi memoria de aquellos tiempos.
Hoy, en este caluroso 27 de diciembre de 2015, volví a La Palito. Mis amigos ya no están. De aquel tiempo solo me queda -con nostalgia- la imagen fotográfica de unos adolescentes luciendo con orgullo remeras deportivas similares a la camiseta de Almirante Brown y botines Sacachispas destrozados en la unión entre las punteras de goma y la tela.
Regrese hoy a La Palito e indudablemente ha cambiado. El pasillo que me llevaba a la casita del Teta, no es más un pasillo y las casillas de antaño casi ya no quedan. Las casas de material brotan del suelo con una belleza dignificante. Como en todo el conurbano, las cruces de alumbrado público- los nazarenos de arrabal de mi imaginación- siguen existiendo. Lo único, hay un fuerte rumor en los barrios y en La Palito, que hay uno que hace tiempo ha dejado la contemplación y camina transformando los calvarios del barro. Dicen que es un cura villero, con aspecto de luchador grecorromano y palabras que abrazan. Su nombre Basilicio Britez pero su gente lo llama cariñosamente el padre “Bachi” y el antes pasillo tan conocido en mi pasado -hoy calle Tucumán- me llevara a su encuentro.
Tucumán y 25 de Mayo. El encuentro con el cura villero de La Palito
A cien metros de Camino de Cintura entre las calles Tucumán y 25 de Mayo (Barrio Almafuerte, Villa Palito) está la parroquia San Roque González y Compañeros Mártires. Hasta hace unos pocos años era tan solo una pequeña capilla en medio de la villa. Hoy sus puertas nos reciben abiertas de par en par, con el movimiento de chicos y adolescentes que, a plena mañana, van rumbo a las actividades que se desarrollan en las instalaciones pegadas a ella.
Al entrar a la capilla una mujer de unos 50 años nos sonríe y nos recibe con un “bienvenidos” en los labios. Preguntamos por el padre «Bachi» y nos indica que golpeáramos en la casa pegada a la iglesia.
Luego de transcurridos unos segundos, el padre nos abre, intercambiamos unas palabras al pasar y nos invita con mate en mano a charlar frente a la iglesia donde funciona un centro de formación profesional en la vieja escuela primaria 115; lugar donde solo sobresale en sus paredes externas un bellísimo mural pintado por un artista local con la cara del padre Carlos Múgica y una frase: “Junto a los pobres para la liberación” 11 de Mayo de1974-2011.
Al entrar nos reciben también, el ruido de máquinas cepilladoras de madera, ruido de martillazos, gente con baldes de cemento y otros picando una pared. Ya dentro del centro profesional, en medio de una pequeña biblioteca, libros, y cajas de leche sobre una mesa, comenzamos la entrevista y un relato: el de una experiencia colectiva que surgió dentro de la villa y que determino la construcción de más de 900 viviendas, de una nueva escuela secundaria, los asfaltos de las calles y el alumbrado, cooperativas de trabajo, mujeres organizadas en lucha contra el paco, el centro El Buen Samaritano que asiste a adolescentes con adicciones, una sala de emergencia, un CAJ (Centro de Acceso a la Justicia) y cientos de cosas que se podrían enumerar. En definitiva, emerge de esa experiencia una comunidad organizada y empoderada entre las paredes humildes de aquella parroquia y guiada por las manos de una cura villero, un nazareno de arrabal que camina las mismas calles de su gente: el padre «Bachi».
Postales de «Bachi»
El nombre completo del nazareno de arrabal: Basilico Britez Espinola. Su nacimiento se remonta a 1968 en Colonia Independencia Departamento de Villa Rica en Paraguay. Con unos pocos años – por 1971- llegó junto a sus padres a la Argentina para residir en una villa en las cercanías de Barrancas de Belgrano, en Capital Federal.
En plena dictadura militar, allá por 1978, cuando se demolían las villas para que los turistas del mundial no descubrieran la pobreza argenta -en el marco de erradicación de villas de emergencias- el entonces niño Basilicio, con sus hermanos y padres llegan, por la solidaridad de un tío que les presta una pieza, a Villa Palito. Luego por el esfuerzo de su padre zapatero y su madre empleada doméstica podrán comprar una casilla para vivir.
De ese tiempo gris el padre «Bachi» recuerda:
“El traslado de la villa de Barrancas a Palito fue muy duro. Sentimos que nos despojaban de todo. Qué en realidad nos estaban robando lo que se había conseguido con mucho esfuerzo. Creo que fue como la muerte, para nosotros fue como morir y después debimos volver a nacer en Palito. Una cosa es que te vayas porque vos queres irte y otra cosa que te estén echando. Teníamos los perros, la montada y las topadoras apurándonos para que nos fuéramos”.
Su niñez en la villa está marcada por sus estudios en la escuela primaria 115, un mundo de partidos de fútbol en potreros – era un buen defensor remarca- y gomeras. Durante su adolescencia, el hoy padre «Bachi», inicia sus estudios en una escuela técnica para ser maestro mayor de obras, título que alcanzará ya en el seminario en su camino a sacerdote. De esa adolescencia, “Bachi”, remarca que tenía una novia llamada Graciela, con la que tenían proyectos en común pero que aunque la amaba mucho, por esas cosas inexplicables de la fe, opta por convertirse en cura produciendo un corte con el mundo típico de un joven de la década de los ochenta. La decisión fue dura tanto para Graciela como para su padre que no lograban entender sus sentimientos. Sentimientos relacionados con el dolor de la pobreza y la necesidad de transformarla desde la fe, la vida en comunidad y desde la palabra – Dios es el verbo afirma-. Nos cuenta que la opción de ser cura se acentúa por las charlas con el hermano religioso Domingo de Villa Palito y con el Obispo Suárez de Laferrere. Destaca -el hoy padre Britez – que las charlas con Domingo lo llevo a comprender que él no debía ser un religioso – sólo consagrado a Dios-, sino que el verdadero valor estaba en ser sacerdote con posibilidad de bautizar, casar, dar misa y fundamentalmente comprometerse más allá de lo sacramental con el lugar donde uno vive.
En diciembre de 1997 «Bachi» se ordena como sacerdote, teniendo como primera iglesia a cargo la iglesia central de Cañuelas. Más allá de sus funciones céntricas por así denotarlo, el joven padre recorre zonas rurales donde acerca el evangelio a quinteros y obreros de los hornos de ladrillos quienes viven alejados del casco céntrico de la ciudad. Un año después, tiene por destino la Catedral de San Justo en la cabecera del Partido de La Matanza. Por esas cosas del destino, comenzando el año 1999, Basilicio Britez es designado a la parroquia del barrio de su niñez: la iglesia San Roque González. Desde ese momento, el lema de ordenación tomado de Mugica comenzará a vivirse y devendrá en una experiencia: ser un cura villero.
El cura villero de La Palito
Sí en la niñez los pasillos de La Palito lo sensibilizaban, en ese primer encuentro con su villa que lo esperaba mucho más grande de la que él había dejado, y encima volver con sotana y siendo ya un hombre de dios, fue una experiencia más que fuerte. Una suerte de reencuentro con los amigos de entonces, con los aromas y con la gente del barrio. Rememora de esos días la bienvenida que le da la gente del barrio. Tras una misa, llego un almuerzo en la escuela 115 y la canción el Oso de Moris por eso de “Vuelvo al Bosque”. Los primeros meses de 1996 y los sucesivos fueron difíciles. El hambre, la desocupación, el hacinamiento, la droga y la violencia eran moneda corriente. Un cuadro pictórico de cualquier zona del Gran Buenos Aires de esa crisis de fines de siglo XX y principios del XXI donde la desesperanza y la crisis social y económica estaban en la piel misma de la Argentina pobre. Basilicio trae consigo la formación del seminario, el descubrimiento del padre Carlos Mugica cuando La Pastoral Villegas llega al barrio. Destaca primero que le fascino la entrega, su experiencia de vida en dos villas y su postura política; ideas que resignifican esa opción por los pobres; donde la lógica de vivir el evangelio estará determinada por soy pobre y vivo con los pobres. El padre «Bachi» no es ajeno a donde desarrollará su misión religiosa:
“Yo al igual que Múgica se que el evangelio hay que vivirlo desde el pobre. Evidentemente yo no puedo vivir de otra manera. Después yo fui madurando la idea que yo no opte por los pobres. Estoy con los míos y hacerme cargo de lo que yo siempre sufrí. Era terrible en tu primaria, secundaria decir vivo en Villa Palito. Y que te digan villero, muerto de hambre, a parte paraguayo en la adolescencia. Cuando uno va creciendo y va amando su historia la cosa cambia. Porque simplemente soy”.
Al llegar al Barrio Almafuerte, el recién ordenado padre logra tras mucho esfuerzo convertir la capilla en iglesia, la ampliación del comedor Virgen de Caacupé y caminar reencontrándose y redescubriendo su barrio. Por ese momento el único grado de organización social estaba supeditado a la cooperativa formada en 1993 en el marco del Plan Arraigo y una serie de punteros abocados al reparto de alimentos e intervenciones puntuales en el contexto de un clientelismo tradicional. «Bachi», comienza su intervención social con la óptica de generar alguna organización diferente más allá de lo punteril y la de cooperativa existente. El tinglado del comedor e incluso la iglesia fue un lugar de encuentro y de discusión de ideas sobre qué hacer con la situación barrial. Por el verano de 1998, en medio de más de 35 grados de temperatura y ante los reiterados desperfectos de la bomba de agua que abastecía la villa se pone al frente de los reclamos ante el municipio bajo la amenaza de cortar Camino de Cintura. El reclamo da resultados y en horas la bomba es arreglada.
Otra de las actitudes que lo van a ir convirtiendo en un referente barrial, será estar atento a las necesidades del barrio y las diferencias existentes con la cooperativa que funcionaba desde 1993:
“Una noche viene una familia me golpea la puerta, me dicen que no tenían donde vivir, estamos en la calle. Fui a la cooperativa a hablar y pido en pedacito de tierra para que esta gente pudiera hacerse con cuatro chapas algo. Hasta que se concrete lo del arraigo. En ese momento el que estaba como presidente me contesto: “mira padre, la iglesia hace caridad nosotros no”. Buen listo, le digo discúlpame. Tomo la familia nos metemos (hace referencia al campo de ex Gas del Estado) y les digo háganse acá. Yo les llevaba agua, comida con algunos vecinos. Y ahí dije algo hay que hacer”
“Este algo hay que hacer” derivó en la organización de vecinos para renovar a la comisión antigua de la cooperativa vinculada al plan arraigo, siendo Juan Enriques – el diariero del barrio y sin militancia partidaria hasta el momento- el elegido para la presidencia. El padre destaca que la renovación surge de la organización de los vecinos y bien de abajo, sin presencia del Estado o partidos políticos. En ese momento ni se soñaba con lograr lo que es hoy Villa Palito. Las metas eran simples: organizarse, ver los problemas de los vecinos y hacer tomar conciencia de donde se estaba. De esa época recuerda la importancia de Pablo Pimentel de La Asamblea Permanente de Derechos Humanos de La Matanza, en el rol de asesoramiento y de charlas con vecinos sobre la necesidad de conocer derechos.
Junto a ese movimiento de organización en La Palito, se toman 20 hectáreas de terrenos lindantes a los fondos de la villa. En estos primeros momentos la presencia era nula. Los primeros acercamientos serán desde el municipio cuando “entendieron que era organización de los vecinos” y después, pudieron sentir el apoyo en el 2004 con la visita de Néstor Kirchner cuando recibieron la propuesta de urbanizar con cooperativas de trabajo. Los resultados hoy con más de 700 casas construidas están a la vista.
Si uno pudiera tipificar la experiencia de «Bachi» y de los vecinos de la Villa, es una expresión que se aleja de experiencias piqueteras y de punteros de partidos políticos. La misma podría resumirse en “ni en contra del estado, ni desde el estado”. Sino desde los vecinos y el estado, proponiendo una lógica diferente.
La historia de «Bachi» es intrigante y sugerente, pero más allá, de esos sueños de urbanización y organización barrial, no se contenta con sólo moverse en La Palito. Sus pasos a diario lo encuentran en villas como Puerta de Hierro, San Petersburgo y asentamientos como el 17 de Marzo. En ellos ofrece misas carismáticas, mantiene capillas y comedores y una de sus principales luchas: ganarle al paco. Cuando se habla de ganarle al paco, el padre paraguayo no se queda en palabras. Uno de los hechos que lo destacan en este punto es la siguiente: Por el año 2006 reunió a mujeres de La Palito y otras villas en el Día Internacional contra La Droga. La cita fue sencilla: recorrer la Villa Palito con murga, música, carteles y rezos haciendo paradas donde estaban los dealers o transas barriales concluyendo el recorrido en la cancha de futbol de la villa él junto a las madres de los chicos afectados por las adicciones. Los resultados inmediatos fueron la promoción de un centro de contención y desintoxicación – hoy conocido como El buen Samaritano- que inicialmente y sin recursos comenzó a funcionar con ocho varones en la casa del padre. Parte de esas mujeres que lo acompañaron formaron el grupo “Hijo te amo” que accionan para la prevención en Palito.
En síntesis el padre «Bachi» en La palito, es un cura y referente social de 24 horas. Recurren a él los vecinos con problemas económicos, las adolescentes embarazadas, las madres que sufren la detención de sus hijos o los enfermos con necesidad de ayuda extrema. Sus acciones? Muchas, quizás demasiadas para un solo hombre. Infinidad de acciones que no se pueden retratar en este escrito.
Dejando La Palito
Luego de tres horas de charlar con el padre «Bachi» dejamos la villa. Lugar donde los pasillos eran peligrosos y el hacinamiento agobiaba. Pero ya no existen las tacuaras que dividían los lotes o indicaban caminos –característica que daba el nombre a la villa- o esas casillas precarias de chapa.
La villa indudablemente ha cambiado.
Nos despedimos de «Bachi» con el termo y el mate en sus manos. De fondo las construcciones recién terminadas y el mural de Múgica contemplando. Conocimos a un cura villero, esos que creen que el evangelio se hace posible conviviendo con los pobres y ayudando en sus vidas. Confieso que al partir busque a mis amigos de la villa que ya no están e incluso tuve la lejana ilusión de encontrarme con Bazán Vera – el mejor nueve de la historia de mi irremplazable Club Almirante Brown-. Pero mis amigos y yo yendo a jugar a las viejas canchas de Gas del Estado por los pasillos laberinticos somos espectrales a este Barrio Almafuerte tan diferente.
En lo personal dos cosas afloraron al concluir la entrevista: La primera, una sensación de alegría o de constatación que me lleno de alegría, esas alegrías que te producen movimiento en el pecho. Comprobé que esos nazarenos de arrabales que siempre imagine en esos postes de luz del Gran Buenos Aires existen, y al menos uno de ellos, tomo la decisión de abandonar la contemplación y los silencios, modificando algunos de los calvarios de barro que existen en nuestros mundos cotidianos de los barrios de La Matanza. La segunda, unas palabras del cura villero:
“Yo tengo una lógica con el evangelio. Vos podes tomar el evangelio de esta manera. Vos preparas una homilía y decís quiero que la gente se vaya contenta. Entonces tenés que decir palabras lindas cosas que a la gente le caiga bien. O decir cosas que sean fuertes y reales que incomoden que sacudan. El cristianismo no es para que vos estés bien. No es para que estemos contentos. Al contrario es de lucha, es de incomodidad, es de sacarte a vos de tu comodidad para estar siempre agitado en servicio del otro.”
Regreso a mi casa por la Avenida Crovara, paso por Puerta de Hierro, el 17 de Marzo y por la Avenida Rucci frente a San Petersburgo. Las casitas de chapas amontonadas todavía están y los Cristos del alumbrado también. Están a la espera de algún nuevo nazareno de arrabal que golpee a sus puertas.
Un hombre, un hombre de Dios.
Si falta poner algo importante la manito con la V abanderada ! Si viviera Evita y su movimiento verdadero peronista hace rato hubiera desaparecido las villas!! Con trabajo digno y valores humanos no políticos. Hace 20 años que nadie hizo nada político para erradicar las villas. Ni siquiera la que esta frente al hospital existe desde hace 31 años. En ese Matanza avanza donde avanzó el cambio para ese barrio?? Tiene que sacar las papas del fuego la iglesia. La caridad de muchos con comedores para los niños que no saben que es comer en familia
asi se criaron desde hace 20 años y ahora siguen mandando a comer a sus hijos. Toda una nueva generación con lo mismo. Y no solo en este lugar local sino todos aquellos católicos.evangelistas y otros haciendo caridad en el Chaco y norte argentino. Esos lugares también es nuestra patria. A mi nome interesa centros culturales de lujo y otros curros. Por favor terminen con esas mascaras de lavado de dinero. Pongan guita n los pobres. Menos mal que el padre Bachi no salió a hacer publicidad ni revolución mediática sino lo hubieran matado como al padre Mujica.
Conmovedora y muy útil descripción de nuestra dura realidad de ayer y hoy
Buenas, por casualidad encontré esta nota buscando un mural de Villa Palito, se eriza mi piel el recordar a través de estas lineas mi ex barrio. Viví allí entre 1980 y 1989. La familia Britez es de Origen Guaraní y Zapatera, como la mía, de pibe siempre iba a pedir a su casa cemento, alguna auja o hilos para completar nuestras tareas. Soy contemporáneo de Gustavo, hermano menor de Bachi, jugábamos a la pelota en el patio de la capilla, o solamente nos juntábamos en la esquina. Fuí a la escuela 115, era fácil de puños, Bachi creo estaba en 7mo, siempre separaba y trataba de calmar mi furia que expresaba mis impotencias. Mi viejo armaba equipos de fútbol donde sus integrantes eran paraguayos o misioneros, mi domingo en la cancha era rutina, ir al fondo a bailar al Ombú cuando pisaba mi adolescencia, recorrer el barrio saludando en las fiestas, los primero pasos de break dance en las esquinas, un grupo de cumbia del fondo que creo que ví por TV al tiempo. Vivía por 25 de mayo, en frente a lo de Pereira otro zapatero amante de la música, se juntaban en casa con mi viejo que tocaba el acordeón. Una casa de chapa que exageraba temperaturas y cada tanto amanecía con una marca nueva producto de disputas antagónicas. Mis amigos de esa época, Cuty, Huguito, Pilo, Payasín, Osky, Norma, Javi, y muchos otros, que como dice una parte de la nota, con el tiempo nos fuimos. a los viejos moradores y a los nuevos, todo mi afecto. Pichichus.
La vida me llevo por varios rumbos