por José María Rodríguez Arias
El año pasado la Justicia peruana condenó a Alberto Fujimori por desviar fondos públicos para comprar la titulares en los llamados «diarios chicha»; el delito de peculado se castigó con ocho años de prisión. Ahora nos levantamos con que absuelven al expresidente Fujimori de esa causa. Todos sabemos y entendemos que «Derecho» y «Justicia» son conceptos que no van necesariamente de la mano y hay mil y un motivos por los que alguien como Fujimori podría liberarse de la cárcel en un caso como el mencionado (entre otros, a veces la dificultad de prueba o que la indiciaria no se sustente del todo o… bueno, también los mentados «tecnicismos» y otras consideraciones penales-procesales), pero a mí lo que realmente me preocupa de la sentencia que la Corte Suprema ha emitido son las razones por las que se le absuelve: han creado una suerte de cheque en blanco para las autoridades políticas.
Después de un largo (pero superficial) repaso sobre qué dice una doctrina sobre las condiciones del tipo penal aplicado (ojo: la doctrina; poco mencionan de la jurisprudencia), la Corte hace una aplicación en el caso concreto y desmonta las razones dadas por la Corte Superior de Justicia de Lima; básicamente esta última consideró que Fujimori efectivamente ordenó y refrendó esos desvíos de fondos y, por varios indicios, lo consideró en una relación funcional con los caudales. La Corte Superior, por su parte, no ve posibilidad alguna en que Fujimori fuera responsable funcional de esos fondos; se sujeta a una interpretación increíblemente restrictiva del funcionamiento de la Administración para llegar a la conclusión de que: a) el que manejaba los fondos era un funcionario del SIN; b) que Fujimori firmó la justificación de los gastos (mediante resoluciones supremas) sin tener conocimiento efectivo de su uso, porque una ley le obligaba a firmarlas y los montos no levantaban sospecha alguna.
Para la Corte Suprema el plan era de Montesinos Torres y Fujimori no estaba ni enterado, era algo que ocurría en otro mundo, paralelo al que él disfrutaba. Una conversación entre el asesor del SIN (Montesinos), Villanueva Ruesta (Comandante General del Ejército), Bello Vásquez (Comandante General de las Fuerzas Aéreas) e Ibárcena Amico (Comandante General de la Marina) en que se quejan de lo poco que valora Fujimori el trabajo que ellos hacen para «que el Presidente llegue al punto que ha llegado», un claro no se entera y no valora. Así pues, los subalternos de Fujimori jugaban con los fondos del Estado, se desviaban el dinero de un lado a otro y el presidente ni idea. Maravillosamente ignorante.
Así que tenemos, por un lado, que como las normas no señalan a Fujimori como responsable directo de esos fondos, él no puede cometer ese tipo penal (obviando que es el jefe, en el fondo, de quien lo maneja; si él da una orden de desvío de dinero, esa irregularidad se cometería igualmente; la jerarquía en la Administración está para eso también; más cuando hablamos de órganos militarizados o de estructura similar) y, por otro lado, él no lo ordenó, simplemente disfrutó de lo que sus secuaces hacían por él.
Y esta es la peligrosa carta blanca: tú, amigo presidente de la república, amiga presidenta regional, amigo alcalde, haz que otros cometan tus delitos. Y que parezca que no te enteras de nada, es mejor ser bruto que encarcelado. En todo caso, da órdenes ambiguas a tu equipo de canallas y matones. No les digas «hagan tal o cual»; no montes un plan, deja claro que tú eres idiota, usa frases tipo «hagan lo que tengan que hacer para que yo gane», «esta persona me estorba mucho, hagan algo» (no uses términos como «mátenla» o «arruinen su vida» o «desháganse de ella», tus secuaces son listos y listas, sabrán leer entre líneas, que para eso están a tu lado y son tu apoyo moral y práctico). Hazte la loca, hazte el loco, que no parezca que te enteras de lo que pasa (no leas los diarios, no te fijes en quién es amigo de quién o por qué tal persona «sufrió un accidente» al ser asaltado por «desconocidos malhechores»).
Amigo o amiga dirigente, sea una persona inteligente: nombre a un cerebro criminal como su más cercano asesor, no le dé siquiera un cargo de verdad, que quede lo más fuera del sistema posible (y si está inhabilitado para la función pública, casi mejor) y que esa otra persona, la que es mala y maligna hasta la médula, falta de todos los escrúpulos, que haga y deshaga como le dé la gana; que sea quien compre voluntades, monte planes y maneje a los asesinos; usted, amigo o amiga dirigente, estará libre de todo pecado (penal) y eso es culpa de otros. ¿Que usted se beneficia? No importa. ¿Que usted realmente sabe? Pues eso no nos concierne. ¿Que por eso mismo la nombró y está donde está? ¡Ese es el truco! La persona mala es la mente criminal, no usted, mi querido o querida dirigente. El secuaz criminal está para eso, es el filtro de la imputabilidad o inculpabilidad para usted, un verdadero dique, su cheque en blanco. Páguele bien, eso sí.
El truco está en que este señor (o esta señora) incluso obrará en su nombre (como el propio Montesinos, que le dijo al Comandante General de la FAP que le pase dinero, que lo había dispuesto Fujimori así), pero nadie le preguntará directamente, claro, así que usted estará libre de cualquier reproche penal, son habladurías de otros el que usted haya dado alguna orden de verdad. No importa, tampoco, que lo que haga dure mucho…
Sobre esto último, es bochornoso leer que durante ocho años se dan transferencias de fondos mensuales hacia el SIN y nadie pregunta para qué sirve, por qué se hace como fondos extras (se ve que es un gasto extra estructural), todos asumirán que está bien porque así se hacía y nadie se dará cuenta que el presidente es el mismo que ocho años atrás, que fue el tiempo en que se dio un autogolpe y el SIN pasó a ser controlado no por su director, sino por un asesor; que el presidente era claramente parte de ese plan (¡dio el golpe!) y que en ocho años, en todo caso, las circunstancias cambiaron drásticamente (la situación del 99 con respecto al SIN y las operaciones contrasubversivas no se parecían en nada a las del 92).
Por lo visto, todos sabían que se compraban los titulares; todos conocían que el SIN llevaba la guerra sucia contra los rivales políticos de Fujimori… menos Fujimori. Él vivía feliz en la ignorancia, manteniendo en su puesto a todos los corruptos habidos y por haber, sin entender cómo Fulanito de Tal, congresista de un partido rival, le comenzó a votar a favor todo el tiempo y todas las medidas que proponían; ¡qué cosas! O cómo todos esos diarios que nacieron con él insistentemente, y sin pruebas, atacaban a los partidos rivales y le ponían como un Dios; es que son buena gente o algo así. Qué linda es la ignorancia.
En fin, como digo, lo preocupante es que esto da una suerte de cheque en blanco para que los responsables políticos se quiten toda responsabilidad de lo que mandan a hacer (porque no necesitan saber cada coma de un plan para que sea suyo).
También resulta negativo que la vara de medir que se usa con Fujimori sea mucho más rígida y alta (para demostrar su culpabilidad hay que hacer más esfuerzo; para aplicarle un tipo penal mucho más estricto) que con el resto de presos del Perú (o, al menos, con respecto a los presos comunes).
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Pueden descargarse la sentencia de la Sala Penal Permanente de la Corte Suprema de Justicia de la República del Perú en el R. N. N.º 615-2015 de aquí:[wpfilebase tag=file id=5 tpl=download-button /]
(Este PDF ha sido descargado originalmente de El Comercio).