por Miguel Sánchez
La burguesía de conjunto se apresta a desplegar una nueva gran ofensiva contra el movimiento obrero y el pueblo pobre, con el gobierno de Mauricio Macri como ariete. Enfrentar con éxito este ataque supone resolver un problema político de primer orden. Determinar la fuerza política y social capaz de vertebral y motorizar un movimiento de masas para la lucha. Este artículo intenta ser un aporte a este debate.
Réquiem para el kirchnerismo
El kirchnerismo es una identidad política en proceso de descomposición. Proceso que no tiene su origen en la derrota electoral en las últimas presidenciales, ni en las deserciones en masa que ésta desencadenó. No es un problema de número, ni se debe a lo raleada que quedó su tropa. Valga la ironía, sucede que “la única verdad es la realidad”. Esa distancia sideral entre lo dicho y lo hecho, ese famoso «relato» que tantos denunciamos por cínico y falaz, de pronto asumió la dimensión aplastante de lo irrefutable. Bastaron un par de filmaciones, unos cuantos bolsos revoleados, y la filtración del entramado judicial de un puñado de causas que involucran a la crema del gobierno kirchnerista, para que la épica de un matrimonio patagónico luchando hasta dejar la vida por la patria liberada, cediera paso a su verdadero rostro: el de una camarilla pragmática e inescrupulosa que se encaramó en el gobierno y usufructuó del Estado en beneficio propio.
El relato se hace trizas
Nunca resultó sencillo creer en la reconversión de personajes como Néstor y Cristina, que más allá de sus dudosos pergaminos militantes en la década del ´70 aprovecharon la dictadura para amasar fortuna a través de la usura, a expensas del tendal que dejaba la circular 1050. Que cogestionaron desde Santa Cruz las transformaciones neoliberales durante el menemato, siendo fervientes defensores de las privatizaciones, particularmente de YPF. Que jamás acompañaron activamente la histórica lucha por la Memoria la Verdad y la Justicia, y para cimentar su remake progre se arroparon con el pañuelo blanco. Mucho menos cuando a la hora de elegir el elenco de la supuesta gesta emancipadora echaron mano a lo más rancio y repodrido del pejotismo; a los profugados del menemismo y el Duhaldismo, a los barones del conurbano, a la burocracia sindical. Personajes siniestros como Anibal Fernandez, De Vido, López, Parrilli, Capitanich, Berni, Boudou, Jaime, Schiavi Alak, Insfran, Scioli, Gerardo Martinez, Caló, Viviani, y siguen las firmas.
Con todos estos antecedentes, muchos militantes, algunos de basta experiencia, prefirieron quedarse con el Nestor que bajaba el cuadro de Videla, y cerrar los ojos frente al que se abalanzaba embelesado sobre una caja fuerte para abrazarla y declarar su lujurioso amor por el dinero.
Después de 12 años de gobierno, muchos de ellos con ingresos extraordinarios por los altos precios de los comodities, nos dejaron un país sumido en la pobreza, con el modelo de acumulación capitalista neoliberal intacto. Una economía primarizada extranjerizada y extractivista, con un complejo industrial escuálido y subsidiario del estado, con niveles de informalidad y precariedad laboral escandaloso, apenas disimulados por índices truchos y programas sociales de subsistencia. El déficit habitacional en ascenso, y la consolidación de estructuras narcos al amparo del gobierno.
¿Y los pibes para la liberación?
La pretendida «nueva juventud maravillosa» de La Cámpora mostró su escaso vuelo ni bien dejaron de contar con el soporte de los recursos estatales. Si como agencia de colocación de empleos y administradora de programas sociales evidenciaron cierto éxito, a la hora de expresar su potencia militante, la fuerza de sus convicciones y su disposición combativa para resistir con aguante a la nueva derecha encarnada en el gobierno de
Cambiemos, los «pibes para la liberación» se mostraron flojitos de papeles. Con su Jefa más preocupada en esquivar el traje a rayas que en darle encarnadura real al pomposo Frente Ciudadano, y la fuga de muchos antiguos socios, las huestes de Máximo se limitaron a brabuconeadas mediáticas y un puñado de juntadas en parques y plazas para abrazarse y prometer con cánticos su seguro retorno. Muy poco para semejante ofensiva anti popular en curso.
Para un Macrista, nada mejor que un Kirchnerista
Está claro que el gobierno de Macri es el estado capitalista dependiente atendido por sus dueños. A nadie debiera sorprender el devenir de su gestión. Son lo que se ve. Vinieron a ésto. Los máximos exponentes de la élite agroindustrial y financiera optimizando sus ganancias. Pero hay que decir que el triunfo del PRO no hubiera sido posible sin la complicidad del kirchnerismo, que cocinó a fuego lento el humor social, que sostuvo hasta el final un esquema de financiamiento centrado en la presión sobre la clase trabajadora, a partir de un sistema impositivo reaccionario, y no ofreció como horizonte más que el mismo ajuste que el macrismo, pero «con sensibilidad social»
Kirchnerismo y macrismo se modelaron en espejo. Se eligieron como antagonistas, estructuraron identidades y discursos en confrontación, por su opuesto. Se transformaron en enemigos perfectos, capaces de justificar no sólo sus miserias sino su propia razón de ser, en una construcción maniquea, del ellos o nosotros, dictadura o pueblo, chavismo o república, consumo o ajuste, corrupción o transparencia, derechos sociales o hambre y represión, vuelta al mundo o cerrazón populista, etcétera.
¿Quién le pone el cascabel al gato?
El avance sobre conquistas y condiciones de vida de los trabajadores y el pueblo pobre es inversamente proporcional a los beneficios otorgados a los sectores concentrados de la economía. Carestía, tarifazos, despidos y suspensiones, retraso salarial, de un lado. Quita de retenciones, ajuste, devaluación, promesas de acuerdos de libre comercio, acceso al mercado de capitales, por el otro.
Y se sabe que vienen por más, que pretenden profundizar la flexibilidad laboral, aumentar el ejército de reserva, depreciar aún más los salarios, continuar con el achicamiento del estado, privilegiando los negocios privados en detrimento del sector público. El punto sería qué fuerza política y social cuenta con la autoridad y legitimidad suficiente para acaudillar una verdadera resistencia.
No puede ser el peronismo no K en ninguna de sus fracciones. Porque cogobiernan, desde el parlamento y desde sus cargos ejecutivos. Pero mucho menos los escombros del FPV. Porque además de llevar el mismo programa de ajuste y represión en las provincias que gobiernan, carecen de la reserva ética y moral necesaria para amalgamar un movimiento de masas para la lucha. Cómo podrían encabezar la lucha por el salario y contra la precariedad laboral, quienes desde el Ministerio de Trabajo negociaban los techos salariales con los gremios afines, poblaron el empleo estatal con contratos precarios y fraudulentos y finalizaron su gestión con más de 35% de trabajo en negro.
Cómo podría encabezar la lucha contra la represión y la impunidad quienes finalizaron su gobierno con el número más alto de asesinatos por gatillo fácil, los que callaron frente a la desaparición de Julio López y hasta llegaron a mancillar su nombre, los que apañaron a Milani pese a todas las evidencias de su responsabilidad en el terrorismo de estado, los que metieron la ley Antiterrorista y el proyecto X, los que apuntalaron al carapintada Berni para reprimir en la panamericana.
Cómo podría acaudillar el kirchnerismo la pelea contra la carestía, ellos que fueron los campeones de la depreciación salarial vía inflación, que se escudaron en el facho de Moreno para dibujar los índices y negar el aumento de los precios de la canasta familiar.
Cómo podrían ponerse al frente en la defensa del patrimonio nacional y los recursos naturales, los mismos que consagraron la entrega a la Barrick, Monsanto, Cargill, Chevron. Que extendieron como nadie la frontera de la soja, envenenó ríos y glaciares con la minería a cielo abierto, y le abrió paso al fracking.
Seguramente existen muchos militantes honestos, sorprendidos en su buena fe por las falsificaciones retóricas de la antigua calaña gobernante. A ellos si hay que cobijarlos, integrarlos a la lucha. Pero a partir de una delimitación política e ideológica profunda e intransigente, respecto de sus referentes y el desarrollo e intervención del kirchnerismo en el pasado reciente. De ningún modo creo acertado compartir cabeceras y tribunas con quienes en definitiva expresan un proyecto anti obrero, de conciliación de clases y sumisión al capital.
Es la izquierda la fuerza llamada a jugar ese rol, de acaudillar el conjunto de demandas populares. Particularmente el FIT, como referencia ineludible entre las masas, por los espacios conquistados en el terreno electoral, y la presencia efectiva allí donde los trabajadores y el pueblo pobre lucha y se organiza.
Claro que para eso los partidos que integran el Frente deberían ponerse a tono con la historia. Abandonar la dinámica facciosa y camarillera, que los desdesgaja en peleas internas de poca monta, y transformar al FIT en una verdadera organización de masas, para intervenir en frente único en fábricas, escuelas y barrios. Ampliar el frente a otras fuerzas, sin diluir las identidades preexistentes sino por el contrario, asumiendo que cada agrupación o comité de base puede convertirse en una verdadera escuela de partido.
Espero que la lucha de clases haga lo suyo y sacuda la modorra de aquellos dirigentes que condensan tamaña responsabilidad. Intuyo que de sus reflejos dependen buena parte de nuestra suerte como trabajadores y pueblo pobre.
tuvimos menemismo + DD.HH. De acuerdo.
¿Solo autoridad moral falta ?
O ¿solo amplitud le falta al FIT?