Aniversario del cordobazo
por Abel Bohoslavsky
Cuando el 29 y 30 de mayo de 1969, durante la represión policíaco-militar contra la huelga política que se convirtió en la sublevación del cordobazo, los partes de guerra de la dictadura no informaban sobre una treintena de muertos entre los obreros y los estudiantes. Las víctimas se conocían sí, primero boca en boca, y después por medio de las noticias radiales y de los diarios. El nombre del mecánico de la IKA-Renault, Máximo Mena, fue el primero que escuchamos. Quizás por ello, haya quedado registrado en la historia como símbolo. En ese mismo 1969, los bombardeos y ametrallamientos de las tropas norteamericanas sobre Vietnam, los partes de guerra de Estados Unidos tampoco informaban sobre los cientos de muertos que cada día provocaban entre los vietnamitas, ni de las bajas propias que les ocasionaban los guerrilleros del Frente Nacional de Liberación. Las víctimas eran estimadas por las agencias de prensa. Allí había una guerra de agresión desde hacía muchos años. Acá, la sublevación obrera y popular iniciaba un período histórico que la dictadura llamaba de subversión y que desde los movimientos antidictatoriales unos consideraban como de violencia institucional y otros como acciones de guerra civil. De hecho, más de 30 entre los cientos de capturados por las tropas, fueron condenados por tribunales militares llamados Consejos de Guerra.
Hoy, en 2020, bajo la pandemia del coronavirus que infecta al mundo, a diario y en casi todos los países, escuchamos informes sanitarios que –extraña ironía– se parecen a partes de guerra: números de nuevos infectados y de muertos del día, número acumulado de infectados y muertos desde el inicio de la epidemia local y de la pandemia a nivel global, número de recuperados, porcentaje de infectados por población, porcentaje de muertos por millón de habitantes (mortalidad), porcentaje de muertes entre infectados (letalidad). Otra ironía: en más de 10 años de una guerra a miles de kilómetros de su territorio, Estados Unidos perdió más de 56 mil hombres militares. Al momento de escribir esta reflexión, lleva más de 100 mil víctimas civiles por la pandemia en su propio país, donde nunca padeció una guerra (a pesar de haber intervenido en cientos de conflictos bélicos en dos siglos fuera de su territorio, solo una vez en la historia fue invadido por las huestes mexicanas de Pancho Villa en 1916 en tierras de la usurpada Texas).
¿Por qué ocurrió el cordobazo en 1969? Por muchas razones, que retrospectivamente arrancan en 1955, cuando también con bombardeos y metrallas fue derrocado militarmente el gobierno constitucional que, paradójicamente, encabezaba el general Juan D. Perón, un caudillo militar muy popular que, diez años antes, se había ganado las simpatías de la clase obrera siendo ministro y vicepresidente de un gobierno golpista. Perón no enfrentó la sedición militar-empresarial-eclesiástica que lo derribó y se exilió. Su nombre quedó prohibido y su fuerza política (mayoritaria) proscripta. Pero la resistencia peronista –una resistencia esencialmente obrera– sí enfrentó al golpe y sus consecuencias, desde el terreno sindical (durante muchos años ilegalizado) y por medio de numerosas acciones armadas dispersas.
Otra casualidad de la historia: el 16 de junio de 1955, día del primer bombardeo a ciudad abierta sobre Buenos Aires (¿qué fue eso sino una acción de guerra?), apareció en El Día Médico, la primera descripción de una extraña fiebre conocida desde 1943, que mataba peones rurales recolectores de maíz en el norte y oeste de la provincia de Buenos Aires. Se creía que era una virosis. Años más tarde se conoció el virus que era transmitido por el ratón maicero. La enfermedad fue denominada Fiebre Hemorrágica Argentina o Mal de los Rastrojos que se extendió por toda la Pampa Húmeda (sur de Córdoba, sur de Santa Fe, noreste de La Pampa). Tenía alta letalidad (30 %) y fue combatida con tratamiento de plasma de convalecientes que redujo la redujo al 5%. Los donantes de sangre eran los peones que se habían curado. Recién en 1990 se logró una vacuna. A fines de ese trágico 1955, también se desató una epidemia de poliomielitis que se extendió hasta el año siguiente. Atacaba principalmente a la infancia, motivo por el cual también se la llamó «parálisis infantil». Hubo unos 6.500 niños y adolescentes infectados (Argentina tenía 18 millones de habitantes). Murieron alrededor de 650 infectados (tasa de letalidad del 10 %) y muchos quedaron con secuelas de parálisis en los miembros inferiores. La aparición de la vacuna Salk primero y la Sabin (oral) después, fueron neutralizando hasta hacer desaparecer esa enfermedad en 1984.
Con el peronismo proscripto, el régimen golpista autodenominado Revolución Libertadora –que el pueblo bautizó como fusiladora– derogó la Constitución Justicialista de 1949 (que consagraba numerosos derechos de la clase trabajadora, pero no el derecho de huelga). Convocó a elecciones para una Constituyente que, en 1957, derogó numerosos derechos sociales, pero incluyó un artículo 14 bis en la nueva Constitución, que inscribió algunos derechos laborales y sociales que el movimiento obrero había conquistado.
Con la proscripción del peronismo, el general Perón exiliado pactó el apoyo a uno de los jefes civiles del golpismo –Arturo Frondizi– que encabezó la Unión Cívica Radical Intransigente, una de las dos fracciones en que se había dividido esa fuerza política. Frondizi asumió como presidente en 1958, incumplió la mayor parte de su pacto y atacó con represión y militarización grandes huelgas como la ferroviaria y la bancaria. También ahogó en sangre la lucha de los obreros que en el barrio de Mataderos en Buenos Aires resistieron con tomas, barricadas y luchas callejeras la privatización del frigorífico Lisandro de la Torre en enero de 1959. Fue un remedo de las luchas de los obreros la metalúrgica Vasena en barrio Patricios de Buenos Aires que en enero de 1919 desembocaron en un levantamiento semi-insurreccional generalizado, ante la represión del primer presidente electo por voto universal en la historia argentina, el caudillo de la Unión Cívica Radical, Hipólito Yrigoyen, que paradójicamente había sido comisario del barrio de Balvanera. Esa sublevación fue bautizada como la Semana Trágica, por el saldo horrendo de obreros muertos.
Otra ironía de la historia de guerras y pandemias. En ese1919 se expandió en Argentina – con puerta de entrada en el puerto de Buenos Aires en octubre de 1918 – la llamada «gripe española» (que en rigor se originó en Arkansas, EE.UU.), aparecida casi al final de la guerra interimperialista (1914-18), conocida como Primera Guerra Mundial. En Europa, donde fueron los conflictos armados, se estimó en 50 millones sus víctimas fatales. En Argentina, provocó unas 15 mil muertes, más que la represión gubernamental contra los sublevados de la Semana Trágica.
En esos años de resistencia en la ilegalidad, el movimiento obrero plasmó en dos congresos, los programas de La Falda (1957) y Huerta Grande (1962), objetivos económicos y sociales tales como nacionalización de la banca, del comercio exterior y de los recursos energéticos, el desconocimiento de las nuevas deudas externas, el control obrero de la producción y la reforma agraria.
Mientras sostuvo la represión al movimiento obrero, el frondicismo supo negociar con gran parte de las dirigencias sindicales surgidas de la resistencia, pero formadas políticamente en la doctrina de la conciliación de clases y la dependencia sindical del aparato estatal que cultivó el peronismo desde sus inicios, en franca oposición a la concepción marxista de las luchas de clases. Así se conformó una nueva burocracia sindical cuyo centro político eran las 62 Organizaciones Gremiales Peronistas, muy ligada a las grandes patronales. «Golpear y negociar» era el método de la burocracia. Cuando Frondizi admitió la semilegalidad del peronismo electoral bajo denominaciones encubiertas entró en un callejón sin salida. El peronismo bajo la boleta electoral de Unión Popular, triunfó en comicios a gobernadores y legislativas de 1962. Eso precipitó un nuevo golpe militar. En el interregno del presidente provisional títere de los militares, José María Guido, en 1962, fue secuestrado y desaparecido el activista metalúrgico Felipe Vallese. En nuevas elecciones en 1963, con el peronismo proscripto, triunfa la otra fracción radical, la Unión Cívica Radical del Pueblo.
Asumido como presidente Arturo Illia, enfrentó en 1964 un Plan de Lucha de la CGT con masivas ocupaciones de fábricas y puestas en marcha con efímera autogestión obrera. La represión se cobró las vidas de los metalúrgicos Mussi, Retamar y Méndez. Ese gobierno intentó mejorar las condiciones de la salud pública y promulgó una ley (conocida como Ley Oñativia por el apellido del Ministro) que consideraba al medicamento como un bien social, lo que provocó la ira de los grandes pulpos farmacéuticos. Se suele argumentar que esa fue la causa del derrocamiento de Illia. Pero en rigor, el eje central del golpe del 28 de junio de 1966, fue la decisión estratégica de las Fuerzas Armadas de implantar un régimen preventivo contra-revolucionario, en consonancia con la estrategia continental de Estados Unidos, como respuesta al auge de luchas populares en toda Nuestra América, auge estimulado por el triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959 y su carácter socialista proclamado momentos antes de su victoria contra una invasión mercenaria en Playa Girón en abril de 1961.
La nueva dictadura se autodenominó «Revolución Argentina», puso un Estatuto propio por encima de la Constitución y prohibió por tiempo indefinido toda actividad política. La asunción del general Juan C. Onganía fue todo un símbolo. Asistieron los popes de la Sociedad Rural y de la Unión Industrial, el jefe de la Iglesia Católica, cardenal Caggiano, y lo más granado de la burocracia sindical: los jefes de las dos ramas en que estaban divididas las 62 Organizaciones Peronistas: Augusto T. Vandor y José Alonso. Desde Madrid, el exiliado Perón mandó su célebre mensaje «desensillar hasta que aclare». Sin embargo, todo era muy claro en los objetivos del régimen que bien fue caracterizado como dictadura de los monopolios. La nueva resistencia tendría su bautismo de fuego el 18 de agosto de 1966, cuando un estudiante de Medicina de Córdoba recibió tres balazos mientras repartía volantes contra la intervención a las Universidades. En respuesta, ocurre la toma del Hospital de Clínicas, desalojado con violencia por las tropas policiales, provocando más heridos y cientos de presos. En ese momento, se alza fuerte la primera voz obrera contra la dictadura: la del Sindicato Luz y Fuerza de Córdoba liderado por Agustín Tosco. Su postura solidaria y antidictatorial le valdría ser separado de la Federación Nacional del gremio, conducida por sindicalistas colaboracionistas de la dictadura. La huelga de universitarios y sus diarias manifestaciones callejeras tuvieron su punto alto cuando cayó baleado el 7 de septiembre Santiago Pampillón, estudiante de ingeniería y obrero de Ia IKA-Renault.
En Tucumán, el cierre de 13 ingenios provocó la desocupación masiva y emigración de obreros azucareros. La resistencia desde los sindicatos de los ingenios de la FOTIA, donde ya había fuerte incidencia de agrupaciones clasistas, gestó movilizaciones y cortes de ruta. En enero 1967, los choques con la policía provocaron el asesinato de Hilda Guerrero. La reestructuración portuaria en Buenos Aires emprendida por la dictadura, fue respondida con una huelga indefinida que fue derrotada con más represión. En marzo, las burocracias sindicales fueron forzadas a convocar un paro. Ante las amenazas de la dictadura, suspendieron el plan de lucha y establecieron una nueva convivencia con la dictadura. Se implantó una Ley Anticomunista.
El 8 de octubre de 1967, el ya legendario joven Ernesto Che Guevara cae herido en combate en la quebrada del Yuro, en Bolivia, a donde había ido para desarrollar, a largo plazo, un contingente internacionalista para impulsar el desarrollo de fuerzas revolucionarias en todo el Cono Sur. Fue asesinado. Meses antes, en su Mensaje a los Pueblos reunidos en la Tricontinental, convocaba a crear en América, el segundo o tercer Vietnam. Tras un extenso análisis de la realidad mundial, concluía con esta consigna: Revolución Socialista o caricatura de revolución. El impacto de su caída, fue un poderoso estímulo teórico, político y práctico. Su legado fue asumido por numerosos destacamentos de trabajadores e intelectuales. Anécdota: en 1965, el Che había participado de una frustrada experiencia insurgente en el Congo, África.
Ironías de guerras y epidemias: en 1956 se había hallado en el Congo un virus que provoca una fiebre hemorrágica similar a otro descubierto en Crimea en 1944, que causa una enfermedad similar. Se la bautizó como Fiebre Hemorrágica del Congo-Crimea, para la cual no se ha elaborado una vacuna. En Bolivia, en 1959 se identificó otro virus transmitido por roedores causante de una enfermedad conocida desde antaño y que se denominó Fiebre Hemorrágica Boliviana que, al igual que la anterior, también provoca alta letalidad. También ha sido tratada con plasma de convaleciente y para la cual, sí se ha encontrado una vacuna. El Che Guevara, que era asmático, no contrajo ninguna de estas enfermedades en su dilatada y heroica trayectoria guerrillera.
En 1968, en un Congreso de la Confederación General del Trabajo se produce una fractura histórica: los participacionistas y colaboracionistas con la dictadura (con Vandor y Alonso a la cabeza), se quedan con el edificio de la CGT en calle Azopardo: los antidictatoriales se nuclean en la CGT de los Argentinos (CGTA). Proclaman el Programa del 1° de Mayo con objetivos similares a sus antecesores de La Falda y Huerta Grande. Es un estímulo para las luchas que se generalizan, aunque todavía fragmentadas. Entre cientos de conflictos, señalamos como simbólico la huelga de dos meses en la destilería YPF de Ensenada. La huelga fue derrotada por la acción combinada de la dictadura con la burocracia sindical, dejando un tendal de 2.500 despedidos y el aumento de la jornada laboral. Todas esas duras luchas fueron un aprendizaje para la clase obrera. En toda la geografía laboral, florecieron semillas de pequeños agrupamientos de activistas.
1969 ardiente. El 14 de mayo en Córdoba, una masiva asamblea de obreros del Sindicato de Mecánicos (SMATA) fue atacada en el centro de la ciudad. Los obreros combatieron como pudieron contra la policía. El 15 de mayo los estudiantes de Corrientes se manifestaron contra la privatización del Comedor Universitario. La represión dictatorial asesinó a Juan José Cabral y la sublevación estudiantil se generalizó. El 16 de mayo huelga general en Córdoba. El 17 de mayo, se generalizan las movilizaciones en Rosario y cae asesinado el estudiante Adolfo Bello. Continúan las manifestaciones obreras y estudiantiles y el 21 de mayo cae asesinado el aprendiz metalúrgico Luis Blanco. El 23 hay un paro en toda la zona industrial rosarina. El 21 de mayo, Tosco es detenido durante 24 horas. En Córdoba, había dos CGT: los vandoristas dependientes de la que en Buenos Aires dirigían participacionistas y colaboracionistas y la CGTA regional liderada por Tosco (alianza de gremios independientes con peronistas antidictatoriales). El 26 de mayo, en dos plenarios sindicales se resolvió la convocatoria a un paro activo de 37 horas para el jueves 29. Todo el movimiento estudiantil adhirió a la convocatoria. Tosco nos relata así el inicio:
El día 29 de Mayo amanece tenso. Algunos sindicatos comienzan a abandonar las fábricas antes de las 11 horas. A esa hora el Gobierno dispone que el transporte abandone el casco céntrico. Los trabajadores de Luz y Fuerza de la Administración Central, pretenden organizar un acto a la altura de Rioja y General Paz y son atacados con bombas de gases. Es una vez más la represión en marcha. La represión indiscriminada. La prohibición violenta del derecho de reunión, de expresión, de protesta. Mientras tanto, las columnas de los trabajadores de las fábricas de la industria automotriz van llegando a la ciudad. Son todas atacadas y se intenta dispersarlas. El comercio cierra sus puertas y las calles se van llenando de gente. Corre la noticia de la muerte de un compañero, era Máximo Mena del Sindicato de Mecánicos. Se produce el estallido popular, la rebeldía contra tantas injusticias, contra los asesinatos, contra los atropellos. La policía retrocede. Nadie controla la situación. Es el Pueblo. Son las bases sindicales y estudiantiles, que luchan enardecidas. Todos ayudan. El apoyo total de toda la población se da tanto en el centro como en los barrios.
Al mediodía ya se sabía de por lo menos otros 4 muertos, las tropas policiales agotaron sus reservas de gases y se replegaron en sus comisarías. La ciudad está en manos de las y los manifestantes. A las 5 de la tarde, lentamente, comienza el ingreso de tropas del Ejército y el pueblo se repliega en sus barrios, en sus casas. Hay tiempo para algunas pintadas: «Soldado, rebelate contra tus oficiales asesinos». Desde azoteas, piedras, algunas molotov, escopetazos aislados. Si esa mañana del 29 de mayo todo estaba ardiendo, a la noche ya nada sería igual en Nuestra Historia. No recuerdo en qué momento se le empezó a llamar cordobazo al cordobazo. Fue una huelga que la clase obrera convirtió en sublevación frente a la inexorable respuesta militar de la dictadura. Vamos a poner en contraste los objetivos iniciales de la movilización y la época histórica que abrió. Describía Tosco:
Nosotros hemos visto y vivido lo que sucedió en Córdoba. Hemos visto a miles y miles de hombres, mujeres y jóvenes que, sin temer salieron a la calle a gritar su vibrante protesta. Hemos visto verdaderas mareas humanas que reclamaban justicia, libertad y democracia social los hemos visto actuar con valor, decisión y firmeza incomparables… ¿Qué exigía ese Pueblo en lucha…? Exigía respeto a su soberana voluntad; exigía la normalización institucional, para que el Gobierno fuera elegido por decisión de la mayoría de la población, sin persecuciones para con las ideas y doctrinas de ningún argentino… Exigía que se aumentaran los salarios en un 40 %, que era lo que había crecido el costo de la vida… Exigía el respeto al derecho de asociación, reunión y libre expresión… Exigía la defensa del patrimonio nacional, absorbido, cada vez más, por los monopolios extranjeros… Exigía la creación de nuevas fuentes de trabajo, para eliminar la desocupación que trae miseria y desesperación a los hogares… Exigía la reincorporación de los cesantes y el levantamiento de las sanciones por haber hecho uso del derecho constitucional de huelga… Exigía la anulación de la política de racionalización en las empresas del Estado y del desconocimiento de derechos contractuales de las empresas privadas… Exigía una Universidad abierta a las posibilidades de los hijos de los trabajadores y consustanciada con los intereses del país… Exigía la eliminación de las quitas zonales, que reducen las remuneraciones de los obreros por el sólo hecho de vivir en el interior del país… Exigía la restitución del sábado inglés, que disminuyó los salarios en más del 9 % y aumentó la jornada laboral… Todas estas cosas y muchas más, exigía el pueblo, cansado de peticionar ante los sordos oídos del Gobierno. Cansado de que se prohibieran y disolvieran violentamente sus actos y manifestaciones. Cansado de ser atropellado y escarnecido. Ya el 16 de mayo en Córdoba se cumplió un extraordinario paro general de 24 horas. El 29 y 30 de Mayo se cumplirían otro paro general de 37 horas, con actos públicos, en demanda de soluciones.
Estos eran los legítimos objetivos. En las marchas y concentraciones fijas y móviles, junto al ¡abajo la dictadura! se sumó el estribillo «Luche, luche, luche/no deje de luchar/por un gobierno obrero/obrero y popular». Esta consigna incubada en pequeños círculos, se masificó y le dio el signo a la nueva época revolucionaria que nacía*. Fue el «toque» distintivo del próximo período. A los objetivos enunciados en los programas recientes del movimiento obrero, se le sumó una consigna inequívoca que dejó en claro que la cuestión del poder es lo que estaba en juego.
Si para enfrentar la pandemia del 2020 es necesario aprender de la historia sanitaria de la humanidad, para resolver los problemas políticos, económicos y sociales es necesario que el movimiento obrero recupere Nuestra Memoria Histórica.
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*Para una valoración de ese período, ver LOS CHEGUEVARISTAS-La Estrella Roja del Cordobazo a la Revolución Sandinista, Capítulo 1: Clase obrera y movimientos revolucionarios en una época de auge. Del cordobazo a las jornadas de junio-julio de 1975.