por Miguel Angel de Boer
Recuerdo que, hace exactamente 25 años (en la ciudad de Córdoba, la noche del 23 de Marzo de 1976), viviendo en la semiclandestinidad – dado que luego de haber estado en prisión habían intentado secuestrarme tras la muerte de la que era mi querida esposa y compañera – en una pequeña habitación que compartía con uno de los tantos compañeros que exponían su vida cobijándome, llegó éste con la noticia que todos esperábamos: esa noche se iba a producir el golpe.
Luego sacó, temblando, unas pequeña hojas (facilitadas por un abogado que defendía en aquel entonces a los prisioneros políticos) donde figuraba una larga lista, en letras muy pequeñas, con los nombres de quienes – eso creímos en ese momento – iban a encarcelar.
Aún tengo presente la angustia con que la recorríamos con el temor de encontrar nuestros nombres y la desesperación de ir reconociendo a muchos de ellos.
Salimos, alrededor de las 22 horas, a avisar a todos los que pudimos para que tomaran recaudos, retornando aproximadamente a las 2 horas del día 24.
Estábamos lejos de imaginar lo que iba a acontecer. No pensábamos, pese a nuestro miedo, que iba a comenzar la etapa donde la crueldad, en su máxima expresión, caería sobre nuestro pueblo para herirlo despiadadamente.
Con el correr de los días, los meses, los años muchos de los que figuraban en esa lista fueron secuestrados, torturados, muertos o desaparecidos. Otros siguen aún vivos.
Fueron muchos los motivos por los cuales a 25 años, hoy puedo trasmitir lo que aquí relato. No sin numerosos sinsabores, dolor, y circunstancias por demás penosas, que ahora no vienen al caso mencionar.
Pero sé también que sigo viviendo debido al valor y heroísmo de quienes guardaron silencio ante las peores ferocidades.
No solo a ellos (a título personal) sino a todos aquellos que hoy no están y que se llevaron un pedazo de lo más bello del alma de nuestra historia:
a esos rebeldes, utópicos, idealistas, que creían que la Revolución era posible y que permanecerán siempre jóvenes en mi recuerdo;
a esos compañeros que en las fábricas, empresas y lugares de trabajo se sentían dignos y orgullosos de ser proletarios;
a esos vecinos que estaba convencidos que el barrio era de todos;
a esos religiosos que tenían la convicción de que Dios es amor y misericordia con los más débiles;
a esos maestros, docentes, intelectuales, profesionales, que consideraban que sus conocimientos pertenecían a todos, en fin, a esos seres bondadosos que no se sentían del todo felices, aunque amaban la vida, en tanto hubiera injusticia, explotación, miseria, enfermedad, que soñaban con un mundo nuevo, con un Hombre Nuevo, con una sociedad donde todos tuvieran oportunidades para desarrollar sus capacidades, a ellos (a las victimas todas), a quienes nunca voy a dejar de extrañar, les brindo, ya entrado el 24, mi más cálido, profundo y emocionado homenaje.
Y lo hago extensivo, con todo mi afecto, a los que siguen estando.
Comodoro Rivadavia, Chubut. (·) El título original de este relato es “A 25 años”, escrito el 24 – 03 –2001
Totalmente de acuerdo, sufrimos la vida por eso, gracias por el recuerdo permanente y la memoria que no se negocia