Las y los abajo firmantes, judías y judíos latinoamericanos comprometidos con las luchas de liberación de los pueblos oprimidos por el colonialismo racista en todas sus formas, denunciamos las falsedades dichas por la embajadora del Estado de Israel en Montevideo y por sus repetidoras en los medios uruguayos en relación a la reciente protesta de más de 60 integrantes de la Orquesta Filarmónica de Montevideo y del Coro Nacional del SODRE ante la inapropiada gala ofrecida por el gobierno de la ciudad con motivo de la conmemoración de los 70 años del Estado de Israel.
En esos dichos, la embajadora Ben Ami afirma «Si los árabes hubiesen aceptado aquella resolución de la ONU y no hubiesen iniciado una guerra, hoy estaríamos festejando la independencia de dos Estados». Esta frase contiene numerosas falsedades históricas y cínicamente esconde hechos importantes:
1) La referida Resolución Nº 181 de la Asamblea General de la ONU (de diciembre 1947) que recomendó (no ordenó) la partición de Palestina no fue aceptada por la población originaria palestina pues significaba la entrega de más de la mitad de su territorio ancestral al colonialismo sionista, representado por una minoría de colonos europeos llegados pocos años antes, y que aspiraba a apoderarse de toda Palestina.
De hecho, dicha Resolución tampoco fue aceptada por el liderazgo sionista de la época, el cual inmediatamente envió a sus milicias a masacrar y expulsar a la población palestina de sus aldeas, pueblos, campos de cultivo, fábricas, comercios, etc. para imponer su hegemonía supremacista sobre el mayor territorio posible con el menor número de árabes posible. Si no existe un Estado palestino es porque durante siete décadas el proyecto sionista -que jamás reconoció la existencia de ese pueblo ni menos su derecho a tener un Estado- se ha dedicado a colonizar ilegalmente y a robar su tierra, su agua y sus recursos naturales, hasta el punto que hoy la población palestina controla menos del 15 por ciento de su territorio histórico.
No es casualidad que la embajadora hable de «los árabes» y no de «los palestinos»: hasta el día de hoy los sionistas se niegan a llamarles así, y algunos de sus dirigentes lo consideran «un pueblo inventado». No deja de ser significativo que en una publicación oficial con la que Israel conmemora su 70º aniversario, donde a lo largo de 122 páginas celebra sus logros en los campos científico, tecnológico, social, cultural, etc., ni una sola palabra haga mención a las y los palestinos, que constituyen la quinta parte de la población de Israel, y la mayoría en todo el territorio de Palestina histórica.
2) El Estado de Israel es uno de los que más condenas reiteradas ha recibido por parte de la Asamblea General de la ONU desde hace 70 años por la violación sistemática del Derecho Internacional y el no acatamiento de cientos de resoluciones de la ONU, incluyendo retirar sus colonias del territorio palestino ocupado y crear condiciones para el retorno de la población refugiada y exiliada, que constituye la mitad del pueblo palestino. Resulta irónico que la embajadora y sus repetidoras hablen de «aceptación de resoluciones de la ONU», cuando el Estado de Israel lleva 70 años rechazándolas y desconociéndolas.
3) Desde el comienzo de la limpieza étnica de Palestina (Nakba o ‘catástrofe’ en árabe), la cual continúa hasta el día del hoy, el Estado de Israel ha hecho a través de sus sucesivos gobiernos todo lo posible para evitar el establecimiento de un Estado Palestino. Por ejemplo:
– La conquista entre 1947 y 1948 del 78 por ciento del territorio de Palestina, la destrucción de 500 aldeas y pueblos y la expulsión de aproximadamente tres cuartas partes de la población nativa (unas 800.000 personas).
– La imposición de un régimen militar y de terrorismo de Estado, entre 1948 y 1966, sobre las y los palestinos que sobrevivieron a la Nakba y pudieron permanecer en el territorio que se convirtió en Israel.
– La conquista del 22 por ciento restante de Palestina (Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este) y la expulsión de cientos de miles de sus habitantes en la guerra de 1967.
– La realización de masacres periódicas de población palestina indefensa, así como otras prácticas genocidas y de limpieza étnica que constituyen crímenes de guerra, como la destrucción de viviendas, centros de estudio y religiosos, medios de comunicación, infraestructura civil básica; la proscripción de partidos políticos y organizaciones sociales palestinas; la represión de toda forma de protesta y organización pacífica; el encarcelamiento y el juicio en tribunales militares de miles de líderes y activistas, incluyendo a cientos de niños/as; las ejecuciones sumarias y el asesinato selectivo de dirigentes políticos, periodistas, científicos, artistas, académicos/as; el bloqueo criminal por más de una década sobre la Franja de Gaza, que ha llevado a ese pequeño territorio y a sus dos millones de habitantes a una situación de catástrofe humanitaria… y un largo etcétera.
La embajadora de Israel en Uruguay afirma que «la raíz del conflicto tiene base en el negacionismo»; pero los sionistas siguen negando la Nakba (ampliamente investigada y documentada por historiadores de ambos pueblos), e incluso una ley israelí penaliza a quienes la conmemoren. Tal vez porque es incómodo recordar que el Estado de Israel se edificó sobre las ruinas de Palestina, y que se propuso destruir también la memoria, la identidad y la rica historia árabe de esa tierra.
Repudiamos el cinismo de la embajadora y de sus repetidoras en los medios uruguayos; un cinismo que refleja su certeza de impunidad, la misma de que gozan los otros criminales de guerra sionistas, protegidos por un multimillonario aparato de propaganda mediática, por cientos de ojivas nucleares y por el apadrinamiento de EE.UU. en el Consejo de Seguridad de la ONU -donde ese apoyo incondicional a sus crímenes ha alcanzado niveles de paroxismo con el gobierno de Trump y su representante Nimrata (Nikki) Haley.
Aplaudimos a las y los músicos y activistas de Uruguay por su acción valiente de protesta y denuncia de las prácticas genocidas del Estado de Israel contra la población originaria palestina. Como judías y judíos, estamos hartos de ser manoseados y vilmente «representados» por instituciones sionistas que dicen protegernos y cuidarnos y se pretenden voceras de nuestra identidad, cuando en realidad la confiscan para su único objetivo: lavar la cara del proyecto sionista, sus crímenes contra la humanidad y su falsa narrativa, que niega la existencia misma del pueblo palestino y la legitimidad de sus derechos humanos y nacionales. No somos ni seremos cómplices de ese oprobio.
David Comedi, físico, investigador y profesor
Liliana Córdova Kaczerginski, socióloga y activista, cofundadora de IJAN
Tali Feld Gleiser, traductora y directora de Desacato.info y Los Otros Judíos
Ernesto Resnik, biotecnólogo
Eduardo Scolnik, industrial
Daniela Ruth Cohen, fotógrafa
Rubén Kotler, historiador y docente universitario
Héctor Grad, profesor universitario
Claudia Narocki, socióloga
Ester Stekelberg, periodista
Alejandro Ruetter Fridman, actor
Alan Aaron Rückert Zoellner, activista
Tania Melnick, comunicadora social
Moisés Scherman, economista
Camilo Brodsky, poeta, editor y concejal (comuna de Nuñoa)
Marcelo Svirsky, académico
Eduardo Mosches, poeta y editor
Silvana Rabinovich, académica