por Miguel Sánchez
Hace unos días, desde su columna Tábano, Pablo Pozzi trazaba un recorrido histórico de la conformación de la burocracia, sus antecedentes y bases materiales de sustentación. Mostraba con claridad la interdependencia con el poder político y el tácito contractual que establecen con las patronales y los distintos gobiernos, obteniendo cuantiosos beneficios a cambio de controlar a sus bases y administrar la paz social. Esa nota nos da el pie para profundizar el análisis político y social de la burocracia en la clave más relevante. Su carácter de clase.
Entender qué son para saber qué hacer
Avanzado el proceso de estatización de los sindicatos bajo el peronismo y la consiguiente consolidación de una casta de dirigentes enquistados en su conducción, emergió un problema permanente para las fuerzas clasistas y combativas: como coexistir y enfrentar a la burocracia sindical.
Analizado históricamente veremos que la posibilidad de sortear la omnipresencia de la burocracia coincidió con una correlación de fuerzas favorable en la lucha de clases. El surgimiento de una considerable fuerza clasista en el movimiento obrero hacia fines de los ’60 y principio de los ’70, constituida como alternativa real a la burocracia en esa disputa, es un claro ejemplo. La contracara sería la sensación de imbatibilidad que rodea a la burocracia en épocas de retroceso o reacción.
En ese sentido, junto al recorrido histórico para desentrañar su génesis nos debemos un análisis más profundo que nos permita caracterizar a la burocracia más allá de sus rasgos más visibles y superficiales. Determinar su contenido político y social, su función y pertenencia de clase. No desde un mero ejercicio académico, sino para fundamentar teóricamente la política que nos demos frente a ella.
En este punto nos topamos con el problema en toda su dimensión. A la hora de enfrentar a la burocracia podemos identificar como polos extremos, el posibilismo que hace de la necesidad virtud, y sin más se arroja a los brazos de la dirigencia enquistada; y el principismo purista que opta por analizar la realidad sin intervenir, y se mantiene en las orillas, sin dar jamás una disputa sería y de fondo. Entre medio de esas expresiones extremas se alzan nuestras limitaciones como izquierda clasista a la hora de plantear una línea de masas, con vocación de disputar la dirección del movimiento obrero y emerger como una alternativa real de cara a los trabajadores. A la luz de este objetivo intentaremos formular algunas aproximaciones.
Volviendo al problema de la caracterización
Si intentamos clasificar las posiciones que diferentes sectores de izquierda asumen frente a la burocracia podemos identificar tres grandes grupos.
1) Existe la mirada que reduce los rasgos burocráticos a una cuestión de método. El problema del burócrata sería el verticalismo extremo, el actuar de espalda a las bases, sin promover la participación. Ser presa de una lógica institucionalista atada a “los cuerpos orgánicos del movimiento obrero” y no producto de su ligazón con las bases. En ese sentido, los burócratas serían sin duda parte de la clase obrera, a los que hay que defender pese a sus errores o desviaciones, porque en definitiva tendríamos a la patronal como enemigo común. Va de suyo que bajo esta óptica es posible y hasta deseable generar acuerdos y gestionar junto a la burocracia. El rol de la izquierda sería contrapesar las desviaciones a través de métodos más democráticos. El «ala izquierda» del kirchnerismo planteó su estrategia de construcción gremial bajo esta lógica.
2) Están quienes plantean la burocratización como una dimensión ética y moral, vinculado a un entramado de corrupción que tiene origen en la búsqueda de prebendas y favores personales. El problema sería que estos dirigentes anteponen sus intereses individuales a los del colectivo que deberían representar. Son considerados elementos que provienen de la clase obrera, aunque en virtud de la corrupción habrían operado cierto desplazamiento. Esta posición reconoce cierto extrañamiento entre la burocracia y los trabajadores pero, a los efectos prácticos y dimensionando la correlación de fuerzas adversa, se considera aceptable generar acuerdos tácticos. El precio para construir una alternativa clasista sería “tolerar” ciertos nichos de corrupción, permitir que la burocracia mantenga ciertos negocios y prebendas, mientras se va gestando un modelo diferente por medio de la emulación. En este marco se entiende el postulado surgido hace unos años de “cavar trincheras de clasismo al interior de la burocracia”. Aquí se suele encubrir posiciones oportunistas bajo formulaciones vagas de «frente único».
3) Por último arriesgo un punto de vista alternativo. Considero que ambas definiciones contemplan aspectos parciales, ciertos, pero impotentes ante el problema de fondo. Lo central, en mi opinión, es que el rol de la burocracia está lejos de ser contradictorio, accesorio o un simple factor resultante del dominio burgués. Por el contrario, se trata de una casta que ejerce un papel complementario y central a la hora de preservar el control, la regimentación y el disciplinamiento de la fuerza de trabajo. Es cierto que en ese proceso se juegan intereses personales y prebendas. Es verdad que hay un desaliento a la participación por abajo y un manejo dictatorial de las organizaciones básicas de los trabajadores. El punto es que se trata de algo premeditado.
El desprestigio de la actividad sindical es un acuerdo tácito entre los burócratas y la patronal. A ninguno de los dos les sirve que los gremios se llenen de trabajadores con voluntad de participar. Así se conforma una casta sindical demasiado parecida a la gerencia de personal. No nos daría el espacio para ejemplificar la complicidad burócrata patronal a la hora de garantizar los mecanismos de superexplotación que permiten mantener y aumentar sus márgenes de ganancias: negación de los derechos sindicales más elementales, desafiliaciones compulsivas, persecusiones, delación, golpizas, etc. son parte del entramado operativo de esta santa alianza.
Desde ésta concepción no puede haber espacio para la duda. La burocracia sindical –más allá de su procedencia de clase- es un agente burgués dentro del movimiento obrero. En ese sentido, cualquier consideración táctica no deberá hacernos perder de vista que para avanzar efectivamente en la organización de la clase obrera desde los lugares de trabajo, para recuperar nuestras herramientas históricas de lucha, para levantar una alternativa clasista y de base que enfrente consecuentemente la ofensiva patronal, será necesario destrozar a la burocracia desde sus cimientos.
Muy acertado todo lo que dice Miguel. Falta, además, entender cómo se reproducen las burocracias, cómo y por qué jóvenes trabajadores que ingresan al activismo sindical con genuinas intenciones de luchar por las reivindicaciones de sus compañeros, son cooptados e incorporados a esa casta. O, en otra variante, activistas que han llegado por su lucha y compromiso a cargos de representación sindical con una genuina idea clasista, también terminan en esa casta.. Aquí, el peso de la ideología dominante, es decisivo. Son muchas/os las/os compañeras/os que consideran que la realidad capitalista es inmodificable y que encarar las luchas reivindicativas con una perspectiva de lucha de clase contra clase – es decir, política – no tiene horizonte. Tosco, Flores, Fote…y tantos otros, no están enraizados masivamente en la memoria colectiva. La ideología capitalista se reproduce casi automáticamente. El socialismo no nace espontáneamente. Sembrarlo es el desafío más difícil. Para empezar, hay que saber de qué se trata.