Un zurdo de 10

por Abel Bohoslavsky

Yo no recuerdo qué estaba haciendo ese miércoles 20 de octubre de 1976 en plena dictadura. Vivíamos en la clandestinidad forzada en Buenos Aires, yo no muy lejos de la cancha de Argentinos Juniors en Paternal. El Sopa no sé dónde, aunque desde que había rajado de Córdoba había anclado en Lomas de Zamora, muy cerquita de la cancha de Los Andes. Después alternaba en algún otro lugar ignoto para mí. Nos veíamos con frecuencia a pesar de tener militancia en estructuras (no tan) diferentes del PRT. ¡Ah! El Sopa era nada menos que Oscar Roger Mario Guidot, y el PRT, el Partido Revolucionario de los Trabajadores, la fuerza política que había fundado en 1970 el Ejército Revolucionario del Pueblo. Pero Sopa no era ningún seudónimo, sino el apodo familiar desde su niñez y con el que lo conocí en 1972. En ese año y por haberlo conocido a él (compañero de trabajo en el Hospital Rawson de Córdoba), volví a las canchas los domingos y me sumé a la hinchada de la T – taieres – y me asumí como tallarín (para lo no futboleros, Talleres de Córdoba). En el PRT él era Miguel, nombre que solo usábamos cuando esporádicamente nos reuníamos con el periodista sueco Lev Pearson, a quien le entregábamos informaciones sobre desaparecidos y compartíamos ocasionalmente comentarios sobre la situación política. El sueco era corresponsal del diario de la central sindical de su país, un tipo muy solidario con nuestra causa. El Sopa tenía más información que yo sobre datos de desaparecidos porque en su “exilio” porteño, se había integrado al frente partidario denominado “Legal” (que de legal no tenía nada) y lo habían destinado a tareas en la también clandestina Comisión Argentina de Derechos Humanos (CADHU). Otro perrito cordobés también militaba con el Sopa. Era Darío, Alberto Samuel Falicoff, el Lito, un pediatra muy conocido del Hospital de Niños de Córdoba, también rajado de La Docta meses antes. La situación del país era más que jodida en lo económico, lo laboral, y en la sobreviviencia bajo un régimen de terror, del que teníamos plena conciencia. A veces nos reuníamos los tres en algún bar de un hospital. Yo visitaba al Sopa a veces en Lomas de Zamora y otras veces lo traía tabicado (es decir “a ciegas”) hasta mi casa. De los tres, el único que tenía trabajo era yo. Con el Sopa, además de compartir todo lo político, llegamos a ir dos veces a la cancha. Una vez a la de Vélez a ver a la selección de Menotti y otra vez, al Monumental de River. Los operativos represivos alrededor y dentro de las canchas los eludíamos ya que no éramos caras conocidas, aunque el Sopa me había contado que en Córdoba, al gordo Vera (Wenceslao Vera, militante del PRT muy conocido como “el Gordo de Obras”, porque era dirigente del sindicato clasista de Obras Sanitarias) lo habían agarrado precisamente en la cancha de Talleres en barrio Jardín. Así, nuestra afición futbolera seguía presente en plena clandestinidad. Lo que no podíamos hacer, era disfrutar de nuestra pasión folclorista. El Sopa era un eximio guitarrero y cantor, a pesar que en su hablar cotidiano tenía un persistente tartamudeo. Integraba el Coro Universitario. Todas esas formas y gustos por la vida desarrollaba en Córdoba, lo mismo que su profesión de médico infectólogo y activista gremial, tanto a nivel hospitalario como en el sindicato de Municipales. Y además, había integrado el Frente Antimperialista por el Socialismo.

Dije que no recuerdo qué hacía ese 20 de octubre de 1976, pero unos días después, el Sopa me contó que había ido a ver el partido del Campeonato Nacional Argentinos Juniors vs. Talleres. Me dijo que había visto jugar a un pibe de los bichos colorados que la rompía, que no se la podían sacar. Y fue concluyente en su pronóstico: “Vos vas a ver lo que va a ser ese pibe”. Recuerdo el apellido: Maradona. Ese día había debutado, entrando en el segundo tiempo. Talleres ganó 1 a 0, el gol cordobés lo hizo el Hacha Brava Luis Ludueña, en el primer tiempo. Pero ese pibe que tenía 15 años, 11 meses y 10 días era la noticia más importante del día siguiente y el Sopa no se equivocó.

Los equipos formaron así:

ARGENTINOS JUNIORS: Carlos Munutti; Alfonso Roma, Ricardo Pellerano, Miguel Gette y Humberto Minutti; Carlos Fren, Rubén Giacobetti (ST: Diego Maradona) y Mateo Di Donato; Jorge López, Carlos Alvarez y Sebastián Ovelar (ST: 26m Ibrahim Hallar). Suplentes: Oscar Quintabani, Ricardo Fusani y Carlos Carrizo. DT: Juan Carlos Montes.

TALLERES: Oscar Quiroga; Victorio Ocaño, Luis Galván, Miguel Oviedo y José Avellaneda; Juan D. Cabrera, Luis Ludueña y José D. Valencia; Angel Bocanelli, Humberto Bravo (ST: Víctor Binello) y Ricardo Cherini. Suplentes: Osvaldo Salas, Eduardo Astudillo, Daniel Willington y Carlos Ramallo. DT: Rubén Bravo.

Al Lito Falicoff no le atraía el fútbol. El 3 de diciembre, el Sopa me informó que el 25 de noviembre, lo capturaron en el departamento donde vivía clandestino en La Boca. Supe años después que fue llevado a la ESMA de donde intentó escapar tirándole una celada a los milicos. Los llevó a una supuesta cita en el Hospital Italiano, escapó y lo recapturaron. Brutalmente torturado, fue arrojado al mar en uno de los vuelos de a muerte. Con el Sopa seguíamos en contacto permanente y el fútbol se mezclaba entre nuestros dramas cotidianos. Veíamos a la dictadura consolidarse a pesar de una resistencia obrera sorda (porque no era ruidosa) y esforzada, como la huelga de los lucifuercistas de SEGBA de Capital y Gran Buenos Aires. Y sentíamos en los talones la persecución militar, destruyendo las organizaciones revolucionarias. El agobio dictatorial llegaba a todos los confines. Desde ese tiempo inicial, la dictadura usó el fútbol como parte de su propaganda. El Mundial del ’78 estaba en marcha y en el ámbito de la AFA, la milicada tenía más que buena acogida. Como toda la clase empresaria, los directivos de los clubes, más que cómplices eran parte del régimen terrorista. Nuestra deteriorada propaganda ya no podía contrarrestar la de la dictadura. De a uno o de a muchos, nuestros compañeros iban cayendo. El 4 de abril de 1977, el Sopa me cuenta que le había fallado un compañeros de “esos que nunca fallan” y que sabía que gran cantidad de militantes del PRT habían salido del país, sin otro dato preciso. Pensamos en reorganizarnos desde la nada, al estilo de los resistentes partisanos y maquis europeos detrás de la línea de los nazis. No llegó a la cita del día siguiente. Estaba en un bar de Santa Fe y Salguero. Una patrulla militar entró, pidió documentos y como él tenía cédula cordobesa, fue separado. Le encontraron un sobre con denuncias de desaparecidos que tenía que entregarle al periodista sueco. Supe que fue llevado primero a la comisaría de calle Julián Álvarez y después al El Vesubio, porque en enero de 1978 me lo contó una sobreviviente de ese campo de concentración. Supe también que allí estaban secuestrados el famoso escritor Héctor Oesterheld (militante de Montoneros) y el cordobés Luis Fabbri, el Zorro, conocido activista sindical municipal (militante de la Organización Comunista Poder Obrero), con quien el Sopa había compartido la lucha contra la burocracia de ese gremio. También supe que el jefe de ese campo militar era un tal “Delta”, y que su verdadero nombre era Héctor Durán Sáenz, mayor del Ejército.

Imitando y mejorando la metodología nazi, la dictadura usó el Mundial de fútbol como fanfarria de su éxito militar contrarrevolucionario. El pronóstico futbolero del Sopa sobre el pibe de 15 años fue rotundo. Todo el mundo sabe quién fue después Diego Armando Maradona. Hemos disfrutado de su zurda tanto como padecido hasta hoy sus dislates de todo tipo. Su tatuaje del Che es incompatible con sus poses públicas a favor de tal o cual politiquero reaccionario. La última es decir que apoya al motonauta Scioli que, además de su “continuidad con cambio”, anunció un gabinete “de lujo”: Casal, Cuartango, Berni, Granados, Colla. “Dame una oportunidad, de lo demás me encargo yo” promete Scioli. ¿Se acuerdan de “Síganme, no los voy a defraudar”. La mafia AFA se disputa entre tinellistas y segurosos, marcrifascistas antiK y empresarios nash and pop. El “¡genio/genio/genio!” de Víctor Hugo hace negocios con la reina de Inglaterra y su zurda intenta darle un barniz al candidato bendecido por el evangélico Ricardo Montaner.

Clarín ya mentía en 1976, cuando TodoNegativo TN no existía porque ni soñábamos con que habría cable TV. ¡Ay Sopa, si vieras esto! ¿Qué dirías? ¿Qué perdimos por goleada? No puedo habar por los que no están, pero sí por los que seguimos con la misma convicción que vos llevaste irreductible ante tus verdugos cobardes. En lo electoral, a falta de mejor opción, dárles con un Caño, que es apenas un FITito, que no alcanza la envergadura de la frustrada fórmula Tosco-Jaime por la que militamos en el FAS 1973. Y volvamos a la cancha, no la de las barras sicarias de empresarios, sino a la de las luchas de los explotados. Con las ideas y el estandarte del Che en la conciencia que a vos te hicieron un zurdo de 10.

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