por Pablo Pozzi
Hace ya ocho días que fueron las elecciones parciales en Estados Unidos.Los votantes renovaron un tercio de la Cámara de Senadores, la totalidad de la Cámara de Representantes y trece gobernadores (sobre50). El resultado fue 33 diputados y seis gobernadores nuevos para los Demócratas, 2 senadores para los Republicanos. Entre los electos figuran dos musulmanas, varios negros y mujeres, y Jared Polis el primer gobernador gay de Colorado. La conducción Demócrata, junto con CNN, el New York Times y buena parte del establishment liberal,proclamaron «una ola azul» (los Demócratas tienen ese color mientras que los Republicanos son rojos). La realidad es mucho más compleja.
Primero,si bien los Demócratas ahora son mayoría en la Cámara de Representantes, siguen siendo minoría en el Senado y en los gobiernos estaduales (23 a 27). Tanto el Senado como los gobiernos estaduales retienen gran parte del poder en el sistema político norteamericano.
Segundo,en 2010 Obama perdió 63 diputados, y seis senadores; el peor resultado para un partido norteamericano en cincuenta años. En 2010la «aprobación» de Obama entre los votantes era de 47%; Trump tiene 45% de la opinión pública que opina que esta haciendo una buena gestión.
Tercero,si bien la cantidad de votantes fue record histórico (47% del padrón) los resultados fueron bastante mixtos.Por ejemplo, los Demócratas recibieron 67% del voto de los menores de 30 años; pero los Republicanos tuvieron una amplia mayoría del voto obrero y de aquellos sin educación universitaria. El voto demócrata proviene sobre todo de los afluentes suburbios, mientras que Trump recibe apoyo de las zonas rurales, las ciudades chicas y los cordones obreros. Si uno mira el mapa electoral, el apoyo Demócrata se encuentra limitado a la costa oeste, y a Nueva Inglaterra más Nueva York. Al mismo tiempo, si bien 47% votaron, 53%no lo hicieron, entre ellos una cantidad muy importante de afroamericanos e hispanos que conforman cerca del 20% del electorado.
Cuarto,que se hayan electo Demócratas no quiere decir que las políticas que lleva adelante Trump vayan a ser revertidas. Por un lado, es denotar que gran parte de sus propuestas contaron con apoyo de una mayoría conformada por diputados y senadores de ambos partidos. Por ejemplo, la confirmación de Brett Kavanaugh como juez de la Corte Suprema, o la aprobación del presupuesto militar más grande en la historia. En realidad, elegir diputados pertenecientes a minorías no es ninguna garantía de medidas progresistas, o siquiera anti Trump. De hecho, el Partido Republicano tiene lo que denomina un caucus (agrupamiento) de afroamericano y otro de gays. Muchos de los candidatos electos pueden ser considerados trumpistas, o quizás aun peores. El reelecto senador por New Jersey, Bob Menendez (que encima es hispano) fue censurado por el Comité de Ética del Senado por aceptar coimas y defraudar a Medicare, el seguro médico para la tercera edad. Asimismo, Menendez es un legislador con una larga trayectoria belicista y vínculos a Israel y Arabia Saudita. Entre los candidatos a diputados, la cuarta parte tiene antecedentes en la CIA, la National Security Agencyy el Departamento de Estado; y esto sin tomar en cuenta los que tienen vínculos con las Fuerzas Armadas. Por ejemplo, Abigail Spanberger fue electa por el Distrito 18 en Virginia; y fue un«officer» de la CIA durante años. Amy McGrath, que fue piloto de combate enlos Marines, y se presentó como candidata en Kentucky, expresó que «volé 90 misiones, y ninguna fue republicana o demócrata; fueron americanas».
Más aún,muchas de las elecciones disputadas les salieron mal a los Demócratas. Ted Cruz derrotó en Texas al demócrata Beto O’Rourke; Cruz está a la derecha de Trump. El neonazi Arthur Jones recibió más de 50 mil votos en Illinois; Steve Scalise, con vínculos al Klu Klux Klan, fue reelecto en Louisiana. El trumpista Ron DeSantis ganó la gobernación de Florida, uno de los tres estados más importantes dela nación en cuanto a electores.
Quinto, el sector financiero apoyó a los Demócratas 63 a 37 por ciento. De hecho, le dieron a ese partido 56,8 millones de dólares, y 33,4millones a los Republicanos. Mientras tanto los oligarcas de bienes raíces y aseguradoras apoyaron a los Demócratas con 174 millones contra 157 a los Republicanos. No debería sorprendernos que Nancy Pelosi, jefa de la bancada Demócrata en la Cámara de Representantes, se reunió con sus «donantes» y declaró que «el impeachmentde Trump esta fuera de toda discusión».
En realidad, más que una «ola azul» lo que ha ocurrido es una especie de «pantano púrpura», donde Trump retiene suficiente apoyo en el Congreso y los estados como para llevar adelante sus políticas. Al mismo tiempo, para evitar un empate en la Cámara, tendrá que negociar con los Demócratas. Lo preocupante es que en muchas cuestiones (Israel, Siria, Corea del Norte, Rusia, presupuesto militar, etc.) el «partido de la (falsa) oposición» ha demostrado estar a la derecha de Trump. Increíble, pero real.
¿Y el futuro? Queda claro que Trump va a continuar con su mandato hasta el fin, y que retiene posibilidades de ser reelecto. La buena noticia es que el apoyo para Trump y sus políticas entre la juventud menor de 30 años (13% del padrón) ha mermado. Esto quiere decir que creen en «el socialismo» de Bernie Sanders, o sea en una versión actualizada del estado de bienestar, tal y como lo representan los países escandinavos. De continuar esta tendencia, en algunos años esta nueva generación de votantes presionará fuertemente sobre la dirigencia Demócrata.
Lo malo es así como hay una gran cantidad de jóvenes «sandernistas» (67% de la franja etaria), la derecha cristiana y evangélica ha captado un sector muy importante, si bien no mayoritario, de esta juventud (cerca del 25%). Lo peor es que Trump y sus políticas retienen un altísimo nivel de adhesión y lealtad entre votantes pobres y de clase obrera. Por ejemplo, los obreros automotrices y de construcción de Ohio votan mayoritariamente por el trumpismo.
El futuro cercano tiene más posibilidad de continuidades de las políticas de Trump que de que sean revertidas. Pero en la medida que estas vayan revelando que no garantizan el empleo de los trabajadores y la seguridad de los ciudadanos, mientras aumenta el gasto público para mantener una maquinaria bélica mundial, lo más probable es que aumenten las posibilidades para el surgimiento de un tercer partido nacional, de índole progresista y que esto genere crisis en los dos partidos mayoritarios.