por Pablo Pozzi
Hace un par de semanas me compré el novísimo libro de John Bolton The Room Where it Happened (Simon & Schuster, 2020) entusiasmado por mis amigos progres yanquis y por la reseña del New York Times. En el inefable «diario de récord», y decano del establishment liberal y demócrata yanqui, decía que esta obra era una «cáustica y reveladora mirada» de la «increíble ignorancia, incompetencia y corrupción» del Presidente Donald Trump. «Una obra indispensable», sentenció la revista New Yorker. A estos se sumaron las cuantiosas reseñas en diversos medios ultraderechistas del mundo hispanoparlante de Miami (o sea, los cubanos «gusanos») que anunciaron con fanfarrias que «John Bolton desvela los trapos sucios de Donald Trump». Fueron estos voceros de la ultraderecha junto con los del liberalismo Demócrata norteamericano, baluartes de la resistencia anti Trump, los que me convencieron de oblar los 20 dólares (más correo) que me cobró Amazon por la obra, sobre todo porque «desvelar» no es revelar y la prensa de Miami realmente no sabe escribir spanish. Debo reconocer que no desperdicié mi dinero, pero no por las cosas que decía la prensa del establishment ni el entusiasmo de mis amigos de la academia progre.
Bolton fue Asesor de Seguridad Nacional de Trump durante 17 meses (hasta fines de 2018), luego de una dilatada trayectoria como diputado, embajador de Estados Unidos ante la ONU, y burócrata de turno en cuanto gobierno republicano agraciara a Washington. Amén de su trayectoria como funcionario, Bolton es integrante de diversos centros y asociaciones tales como American Enterprise Institute (AEI), Jewish Institute for National Security Affairs (JINSA), Project for the New American Century (PNAC), Institute of East-West Dynamics, National Rifle Association, US Commission on International Religious Freedom y el Council for National Policy (CNP). Digamos, un listado exhaustivo de las instituciones que reúnen a la militancia de ultraderecha norteamericana. Si Bolton estaba denunciando a Trump, era indudable que sabía de lo que estaba hablando y que la cosa era mucho peor de lo que hasta yo me imaginaba.
En realidad, el libro no es tanto una denuncia como un recuento golpe por golpe de las luchas faccionales en la Casa Blanca, particularmente en torno a política exterior norteamericana. De hecho, Bolton narra sus esfuerzos por impulsar al gobierno norteamericano para atacar a Siria, Irán, Corea del Norte y a tomar una postura más agresiva contra Rusia y China. Esto se denomina en inglés «brinkmanship», o sea, «llevar la política al borde del abismo» en la suposición que tu contrincante se va a asustar y ceder a tus demandas. Claro, también esta la posibilidad de haber arrinconado a tu enemigo y desatar una tercera guerra mundial. En la práctica, Bolton es y ha sido un permanente abogado de una política más belicista, más o menos una especie de Dr. Strangelove en la famosa película de Stanley Kubrick pero medio siglo más tarde. Mientras leía su libro no podía menos que pensar que este tipo esta absolutamente loco, y que su cercanía al poder implicaba que estamos en manos de burócratas deshumanizados que ejemplifican la banalidad del mal de la que habló Hannah Arendt.
Lo más impactante del libro son las diferencias de opinión entre Trump y Bolton, donde el primero emerge como el más racional. Por ejemplo, Bolton insiste que la intervención norteamericana en Siria debería haber atacado a Damasco y los palacios de Assad, y que no lo hizo porque el secretario de Defensa, el general James Mathis, era «un pacifista incurable». Debe ser por eso que Mathis tenía el sobrenombre de «Perro Loco». Luego, relata que Trump debería haber atacado a Irán. Cuando Trump le explica que su base política (o sea, el votante norteamericano) no apoyaba una guerra de ningún tipo, Bolton dice que «en mi experiencia era la cosa más irracional que he visto». Ni hablar de que repite que la retirada de tropas en Afganistán se debió a la cobardía de Donald, y que una guerra preventiva contra Corea del Norte «reduciría nuestros problemas». Pero no, Trump estaba demasiado preocupado con «mejorar la balanza comercial con China». Obvio, no dijo que matar algunos millones de asiáticos tan cercanos a Beijing podrían generar una conflagración mundial. Detalles, detalles. Podríamos seguir largo y tendido, relatando como Bolton proponía darle armas a Ucrania para seguir la guerra en Crimea aumentando aun más las tensiones con Rusia o que «invadir Venezuela sería genial».
Ahora, lo más interesante del libro es que revela que hay gente peor que Trump en el gobierno norteamericano. Entre ellos están los Demócratas. Esto último es importante porque es posible que Joseph Biden y el partido Demócrata ganen las elecciones de noviembre 2020. Buena parte del mundo celebraría la derrota de Trump como un triunfo de la razón sin preguntarse demasiado sobre las políticas del partido de Nancy Pelosi.
Lo que no hemos registrado es que Demócratas y Liberals norteamericanos, incluyendo al New York Times y al Washington Post, han estado a la derecha de Trump en política exterior. Así el columnista del Washington Post, Max Boot acusó a Trump de timorato en su decisión de no atacar Irán. Más tarde, Bret Stephens, columnista del NYT, escribió que Trump tenía «los instintos estratégicos de un pacifista». ¿Pacifista? ¿Trump? ¡Caramba, lo que deben ser los otros! Todo eso mientras los Demócratas como Joe Biden y Bernie Sanders acusaban a Trump de ser «blando» con China y «agente de Putin». Y Nancy Pelosi, Speaker de la Cámara de Diputados y jefa de la bancada demócrata, criticaba la política de dialogar con Corea del Norte como «una venta de los intereses norteamericanos».
En todo lo que dice Bolton, no aparece ni una sola vez el costo humano, ni aspectos de una política social. Todo es realpolitik, donde no hay moral, ética, o derechos humanos. Lo único que cuenta es el interés de Estados Unidos, entendido como la clase dominante de esa nación. Ahí lo importante que es que no solo nos da una ventana a las increíbles discusiones en la Casa Blanca, sino a que buena parte del establishment ve a Trump como un «vendepatria». Pero no por no lidiar con el coronavirus, o por ser un corrupto, racista, misógino, o por destruir el salario y empleo de los trabajadores norteamericanos, sino por no lanzarse a una aventura belicista tras otra. Aun peor, los Demócratas parecen coincidir con este diagnóstico. Para todos, Trump es malo porque no se lanzó a una guerra con China y con Rusia. Lo terrible para mí, y lo que más me asusta, es pensar que Trump puede ser el menos malo de los candidatos que se postulan en noviembre a la presidencia de Estados Unidos.
Salud
Pero haces trampa, estimado Pozzi, ¡te has leído el libro! ¿Qué es eso de opinar de un libro con conocimiento de su contenido y no solo buscando cuatro cosas para poner grandes titulares? ¡Así es normal que D=a= nunca esté en la Ola de las Novedades!
Un amigo me solía decir que en el plano internacional no habría gran diferencia entre Trump y Clinton, que, si eso, era un tema de cómo hablaban en público (Trump es un bravucón y le encanta serlo); que la diferencia la tenían más en el plano interno, que ahí los estadounidenses tomaban un poco de su propia medicina… pero sin demasiadas diferencias, tampoco nos engañemos.
A veces, desde el resto del mundo, se nos olvida que el Partido Demócrata NO es un partido de izquierdas, ni de «centro izquierda», no es ni siquiera de centro (aunque se les cuele «un» socialdemócrata al estilo Tercera Vía de Blair, siendo considerado por las élites de la formación un «extremista asociado» y ni siquiera pertenece al partido). En política internacional, una y otra vez, han mostrado la misma cara belicista y contraria a los derechos humanos.
Gracias por el artículo ;).
Hasta luego 😉