por Pablo Pozzi
Cada vez que me llaman de algún medio de comunicación termino quedando mal. El otro día me llamaron de Radio Universidad del Litoral y me preguntaron si Trump era el peor presidente de la historia norteamericana. Me dio un ataque de risa, y les dije que había muchos muy malos y decir cuál era el peor dependía de cómo lo defines. Creo que el periodista no se la esperaba porque se quedó calladito. Claro, era una de esas preguntas que en sí misma encerraba la respuesta. ¿Es Trump malo? Sí, es malísimo. ¿Es el peor? Obvio que sí. Y si respondes otra cosa, pues eres sospechado de ser trumpista y avalar a la Bestia Naranja. Otro periodista me preguntó si pensaba que Trump iba a ser «impeached» esta vez, por promover el asalto violento al Capitolio. Si en la primera me fue mal, en la segunda peor todavía porque le dije que no hubo tal asalto y que el juicio a Trump era una persecución política. Si antes me sospecharon, ahora lo confirmaron. Pozzi se pasó de la izquierda reformista a la derecha populista, y en el fondo es liberal. Me encanta ese esfuerzo por encasillarte en cómodas etiquetas.
Mi opinión es más compleja. Por un lado, Trump fue un pésimo presidente, pero no desde el punto de vista de los accionistas de Wall Street, que hicieron plata a mansalva con su presidencia. Y si bien mis amigos profesores universitarios se quejaron amargamente de The Don, ninguno dejó de comer su brie francés con vinho verde portugués, o sea, les fue bien, como siempre. Tampoco fue tan malo desde el punto de vista de intervenciones extranjeras: fue el primer presidente yanqui que no invadió ningún lado desde… bueno, realmente no me acuerdo, porque todos se dedicaron a invadir vecinos, lejanos y cercanos. Fue una porquería desde el punto de vista de la defensa del medio ambiente, si bien no mucho peor que sus predecesores. Lo mismo desde la perspectiva de género y del racismo, si bien presis como JFK o Clinton eran bastante machistas en su forma de tratar mujeres, Nixon fue una racista a la altura de Woodrow Wilson y Truman fue miembro del Klu Klux Klan. Trump maltrató a los inmigrantes, pero menos que Obama, que deportó muchísimos más, y que Clinton, que construyó casi mil kilómetros de muro con México. Claro, como estos últimos eran demócratas entonces nadie dijo ni mu. Y puedo seguir largo y tendido: Trump es un corrupto, pero Grant fue un corrupto sin par, aunque Warren Harding le disputa su primacía. Trump dijo barbaridad y media, pero no peores que las de Coolidge, Nixon o Bush junior. Trump fue un pésimo presidente desde el punto de vista de enfriar la conflictividad mundial, ya que agudizó los enfrentamientos con China y con Venezuela, y, al mudar la embajada yanqui de Tel Aviv a Jerusalén, le dio un golpe mortal a cualquier negociación con los palestinos. Ni hablar que aprobó el mayor presupuesto militar en la historia, aun más grande que los de Obama. Pero también subió el salario de los trabajadores y aumentó el empleo antes de la pandemia. En síntesis, Trump era un racista, un misógino, un troglodita, un populista de derecha. O sea, excepto por su populismo de derecha, era más o menos como muchos de los otros presidentes norteamericanos, excepto que tenía incontinencia verbal y decía todo lo que se le cruzaba por la cabeza, a diferencia de Obama o Clinton que eran tan cabrones como él, pero más discretitos. Y Reagan decía tantas barbaridades, que no eran reportadas por los medios, por lo que le decían «el presidente teflón», ya nunca se le pegaban.
Mi punto no es que Trump era bueno. Más bien, que la campaña que realizan el establishment norteamericano, los medios que controlan y la progresía universitaria lo presentan como «el peor de todos». Esto tiene la ventaja de ocultar que el problema nunca fue Trump, sino que hace mucho Naomi Wolf, en 2007, y otros plantearon que Estados Unidos estaba camino a una nueva forma de fascismo. Yo creo que tenían razón. Y si esto es así, Trump es la continuidad de las presidencias neoliberales que comenzaron con Reagan. Y si alguna fue de ruptura con esa tendencia, entonces hay que demostrarlo, no solo decirlo.
Esto es importante porque la propaganda norteamericana insiste hoy en día que Biden va a revertir lo realizado por Trump. Lo que nadie dice es si lo va a revertir en un sentido positivo o si simplemente va a regresar a las políticas agresivas en lo internacional, y empobrecedoras de sus trabajadores en lo interno. Dejemos de lado el hecho de que Biden fue un artífice que todas las políticas norteamericanas durante los últimos 40 años (una coincidencia que en ese momento Reagan llegó a la presidencia), y que siempre fue considerado un tipo de derecha. O, peor aún, que todos aceptaban que le daba equilibrio a Obama ya que este era «de izquierda» (el uso de las nomenclaturas políticas en Estados Unidos es algo increíble). Lo importante es qué está haciendo ahora: por ejemplo, volver a nombrar en funciones a todo el equipo de política exterior de Obama, entre ellos a Victoria Nuland, esposa de Robert Kagan, que fue uno de los principales asesores de los Bush, y que fue la artífice del auge de los neonazis en Ucrania. Ni hablar de Janet Yellen, ahora secretaria del Tesoro, que fue Presidenta de la Reserva Federal entre 2014 y 2018 (en caso que no se den cuenta, sirvió «con honor» bajo ambos Obama y Trump). Biden no va a ser mejor que Trump, va a ser más prolijo y, en muchas cosas (como por ejemplo frente a Venezuela o con relación a los salarios de los trabajadores norteamericanos), va a ser bastante peor.
Insisto, Trump fue malo. Pero Truman comenzó la Guerra Fría y usó las dos únicas bombas atómicas lanzadas en la historia de la humanidad, Eisenhower mandó las primeras tropas a Vietnam y dio luz verde al macartismo, JFK creó a los Boinas Verdes e invadió Cuba, Nixon fue Nixon, Reagan nos trajo el neoliberalismo y «el eje del mal», George W. invadió Afganistán e Iraq en base a mentiras y nadie quiso hacerle un impeachment. Todos, pero todos, usaron su poder para aprovecharse de las mujeres, ninguno (ni siquiera Obama) arriesgó nada para mejorar la vida ni de los negros ni de los norteamericanos. Todos intervinieron o invadieron algún país y agudizaron los problemas del mundo. Nancy Reagan era conocida por su extensivo uso de drogas y por insistir que le hicieran «regalos de millones de dólares». Y así ad nauseam.
Una de las cosas notables es la unidad mundial de los medios en torno a Trump. Los términos que utilizan, la aceptación de la versión oficial de su presidencia, la carencia de preguntas de fondo, llaman la atención. Ahora lo van a impeach. Es más, el juicio comenzó hace dos días en el Congreso. La gran pregunta es para qué si ya no es más presidente. La otra gran pregunta es hasta dónde la acusación tiene mérito. Y luego, obvio, están las consecuencias.
¿Para qué juzgarlo? Resulta que, si es condenado, lo único válido es que no podrá postularse más a ningún cargo electivo. Pero en la próxima elección presidencial Trump tendrá 78 añitos de edad. Ni hablar que ya hay varios sucesores dentro de su propio espacio que esperan en las gateras de largada. Digamos, por ahí se presenta, pero es poco probable. ¿Y entonces? Una posibilidad es para demostrar que aquellos que no responden al establishment deben sufrir las consecuencias. Insisto, Trump es un multimillonario, y un mal tipo, pero nunca fue parte de la elite o sea de la gran burguesía norteamericana. Como tal surgió en contraposición y enfrentado con esa elite. Eso The Don siempre lo tuvo en claro, por lo cual respondía a su base electoral, más que a las demandas de la burguesía neoliberal. Hoy en día, cualquiera que cuestione la verdad oficial sufre las consecuencias. Por ejemplo, la líder y legisladora trumpista por Georgia, Marjorie Taylor Greene, fue sancionada con la expulsión de todos los comités del Congreso en los que participaba, por realizar un discurso «incendiario» en apoyo a Trump. Como corresponde de la noche a la mañana la convirtieron en la heroína de 75 millones de votos. Algo similar pasó con el veterano periodista de The New York Times, Don McNeil, por sugerir que había más presos afroamericanos porque cometían más crímenes. Claro que McNeil se quedó en la calle sin trabajo luego de 45 años de tener el mismo empleo. Ni hablar que Trump no ha sido el único trumpista censurado en Twitter, Facebook, Instagram y Google.
Ahora, el juicio de Trump es notable por varias cosas. La primera es que es la primera vez que la misma persona esta sujeta a impeachment dos veces. La primera vez por uso indebido de su poder como presidente cuando, aparentemente, intentó que los ucranianos procesaran al hijo de Biden por corrupción. Lo interesante es que no se le permitió a Trump presentar ningún elemento de prueba de que Hunter Biden efectivamente era corrupto. El resultado fue obvio: el voto de los congresales se dividió partidariamente y Trump fue exonerado.
Esta segunda vez, Trump está siendo juzgado por provocar a la «violencia», incitar a un golpe de estado, y poner en riesgo la vida de los legisladores durante «el asalto al Capitolio». Todos aceptan que esto fue así. Por eso los medios repiten que la intención de los manifestantes era «asesinar a los legisladores» y «realizar un golpe de estado», todo durante el «terrorífico asalto al Capitolio». Y ahí, la heroína progre Alexandra Ocasio Cortez acusó a Trump y a Mitch McConnell (jefe de la bancada republicana) de querer asesinarla durante los incidentes. Ahora, lo notable es que la afamada AOC ni siquiera estaba en el Capitolio durante los hechos, es más, ni siquiera puede presentar un solo dato o testigo que certifique que había un complot en su contra. Pero eso no importa. Todos los medios de comunicación a través del mundo insisten que los trumpistas penetraron en el Capitolio con la intención de asesinar a los legisladores.
Lo increíble de este juicio es que es la primera vez que se ejerce contra un presidente que no esta en funciones. Asimismo, es la primera vez donde docenas de legisladores (sobre todo demócratas) han manifestado su decisión de declararlo culpable antes de que comenzara el juicio. Es más, todos los hechos disponibles no se condicen con el discurso oficial. Trump no llamó a tomar el Capitolio, sino a sus partidarios a defender su voto. Esto porque hicieron 62 presentaciones judiciales y las 62 fueron rechazadas como «sin mérito». ¿Las 62? ¿Ni una solita ameritó que un fiscal revisara los datos disponibles? O el abogado de Trump (o sea, Rudy Giuliani) es una bestia del derecho y no sabe cómo hacer una demanda judicial, o aquí hubo algo raro. Es fácil ver en las filmaciones que la mayoría de los manifestantes no estaban armados. Como también se puede ver que ingresaron al Capitolio y rompieron algunas cosas, pero fue lejos de los desmanes que plantean. Los que estaban armados no hicieron uso de sus armas: hubo cinco muertos (un policía y cuatro trumpistas) y un centenar de heridos (casi todos trumpistas). Lo peor que hicieron, según la jefa de bancada demócrata, fue penetrar en su oficina y sentarse mientras subían su «sucios zapatos» (sic) al escritorio de la simpática y elitista legisladora. Digamos, fue una protesta y no un golpe de estado; una movilización que ni siquiera llegó a ser un motín. Pero el discurso único es que «peligraba la democracia». O, mejor dicho, peligraba la tradición de que los legisladores yanquis hacen lo que quieren sin preocuparse por los votantes. Obvio que estos votantes incluyen racistas, misóginos, fascistas, y animalitos de dios… digamos, como la población norteamericana en general. No digo que son buenos, sino que luego de 8 años de un presidente negro (en realidad un «Oreo») el racismo, la miseria, la misoginia, el patriarcado y el clasismo infame se han profundizado en Estados Unidos para generar el trumpismo. ¿Qué va a crear ahora el obamismo recargado de Biden?
¿Va a ser declarado culpable Trump? Yo creo que todo puede ser pero que es difícil. Primero, porque necesitan dos tercios de los miembros presentes del Senado votando la destitución del presidente. Y la realidad es que hay 50 senadores demócratas y 50 republicanos. ¿Votarán todos los demócratas y 16 republicanos en contra de Trump? Luego, una vez que pasó el furor inicial muchos legisladores van a mirar lo que piensan sus electores. Y hay muchísimos votantes trumpistas. Ni hablar de que muchos legisladores electos están ideológicamente más cerca de Trump que de Ocasio Cortez. Pero todo puede pasar, y depende mucho de cuán a fondo se jueguen los sectores de poder; sobre todo porque haber realizado dos juicios contra Trump implican una gran capacidad disuasoria para futuros disidentes del poder. Pensemos, si esto le hacen a Trump, qué hubiera pasado si Bernie Sanders no solo llegaba a la presidencia sino si trataba de hacer solo 10 % de su programa.
Y aquí mi último punto. Muchos de mis amigos zurdos están felices con que la gran burguesía lo mate a Trump. A mí me preocupa. No porque yo sea trumpista. Y menos aun porque sea «un liberal con discurso progre», como me dijo un examigo. Sino porque no solo el fin no justifica los medios, sino porque esto es más que peligroso. ¿Si esto le hacen a Trump qué nos harán a los que planteamos un cambio de fondo? Lo odiamos y no vemos que Trump es un emergente de problemas de fondo con el capitalismo norteamericano. Las ideas populistas y fascistas de Trump se nutren de la pobreza, la ignorancia y la miseria gestadas por el neofascismo de Reagan/Bush/Clinton/Bush/Obama. La respuesta nunca puede ser alimentar la campaña de unos fascistas contra los otros. De hecho, la respuesta debería ser organizar, explicar, educar, forjar un doble poder de a poco, reivindicando los derechos del pueblo a manifestarse, a expresarse, a hacer sentir su poder, aún cuando se equivoquen. En 1933, los socialistas alemanes habían asesinado a Rosa y Karl, habían aplastado los soviets y los sindicatos, habían forjado grupos paramilitares y consideraban a los comunistas como sus enemigos. Los comunistas les devolvieron el favor. Ambos dejaron libre el camino a los nazis. Yo estoy en contra de todos los fachos, sean estos Trump o Nancy Pelosi.