por Pablo Pozzi
Cumplimos un año del comienzo de la Guerra Ruso-Ucraniana-OTAN. Los medios se han llenado de notas recordando el tema y hablando de rusos refugiados en Argentina, de la crueldad de Putin, del salvajismo de los invasores, del expansionismo putiniano y no sé cuántas cosas más. Es más, Biden se mandó terrible «espich» diciendo que «el mundo deberá juzgar a Putin por sus violaciones». Y yo sentadito y escuchando todo mientras pensaba «otra peli de vaqueros». Excepto que esta vez el sombrero negro lo usa Putin, mientras que el blanco lo llevan la dupla democrática de Biden/Zelenzky.
No estoy diciendo que Putin sea bueno (aunque reconozco que sus discursos nacionalistas me gustan más que los arterioescleróticos de Biden), sino que los medios del mundo ejercen unos niveles de hipocresía notables. Una semana antes del comienzo de la Guerra la Organización de Seguridad y Cooperación Europea registró miles de ataques y explosiones en la zona del Donbass por parte de las milicias neofascistas ucranianas. Por su parte el New York Times reportó que Estados Unidos estaba por instalar 26 laboratorios de guerra bacteriológica en Ucrania. Ni hablar de la cantidad de informes sobre las milicias como el Batallón Azov. Y, de repente, todo desaparece de los medios. Zelensky pasa de ser un comediante mediocre a ser el paladín de la democracia. Biden, que hasta ha sido capaz de darle la mano al aire y de no hilar una oración, se convierte en el defensor del «mundo libre» (¿supongo que eso debe ser Arabia Saudita, Libia e Irak?). Y cuando sale la noticia de que fue la OTAN, con ayuda de las Fuerzas Armadas noruegas, que volaron el gasoducto Nord Stream II, los diarios se llenan del «terrible» peligro del globo espía chino… ¿en serio globo espía? ¿En la época de los satélites? Ah no, pero por ahí era una nave alienígena. Y no lo digo en chiste, eso me escriben mis amigos yanquis que tendrán doctorados pero no neuronas. Qué nivel de hipocresía.
De todas maneras, yo esperaba que la guerra durara poco, pero no tomé en cuenta que la estrategia norteamericana es mucho más compleja de lo que pensamos. La guerra es genial; primero, porque desangra a Rusia y, aunque gane, Ucrania va a estar devastada. Malditos eslavos. Luego, porque vendemos pilas de armas. Ni hablar que por ahí provocamos a los chinos a desatar un conflicto con Taiwán y le hacemos lo mismo que a Rusia. Más el «bonus track», como diría mi hija: les arruinamos el crecimiento económico a esos europeos que se atreven a querer independizarse. Y, por último, obligamos a alinearse a todos esos díscolos que pensaban que podían liberarse de la sombra yanqui usando la carta china o rusa.
La contrapartida es que la situación económica de occidente ha sido muy afectada por la Guerrea… si bien Estados Unidos piensa que pueden aguantar más y mejor que rusos, chinos y europeos. Luego, ha lanzado a Rusia a brazos chinos con desesperación. Ni hablar que el resentimiento popular contra Estados Unidos a través del mundo ha aumentado. Al igual que una cantidad importante de sus ciudadanos prefieren a Trump precisamente porque no invadió a nadie. Y, por último, muchos países se han dado cuenta que si no consiguen margen de maniobra frente a Washington pueden ser sacrificados sin problemas, de ahí el resurgir del no alineamiento de naciones como India.
Ahora, a mí me impacta el tema de los medios, y no les digo hegemónicos porque en realidad son excluyentes. Obama y Biden han invadido, asesinado, bombardeado muchísimos países. Israel asesina palestinos todos los días. La situación de los derechos humanos en Indonesia es un horror. Los neonazis ucranianos matan miles de ciudadanos indefensos, violan, roban. Ucrania es uno de los países más corruptos (según índices yanquis, así que imaginen la realidad). Pero nada de esto sale en la prensa, la tele o los medios. Uno se entera por las redes sociales, y quizás por eso ahora Washington trata de ejercitar la censura de ellas.
Nada de esto debería ser novedad. Estados Unidos siempre usó el mismo criterio, censura de lo crítico y un discurso cerrado de la narrativa de vaqueros contra indios. Está lleno de películas donde John Wayne asesina a los «malditos pieles rojas» (obvio que el color de piel revela que eran en realidad comunistas). Ni hablar de las de Bourne y tantas otras donde el estado te desaparece, tortura, controla, manipula todo sin supervisión de la ciudadanía. Esa narrativa se aplica a la política. Al igual que en La Diligencia de John Ford, donde los indios son sombras salvajes y los mexicanos traidores y cobardes, hay que asesinarlos a todos para salvar nuestro modo de vida. El tema es que esta visión es terriblemente seductora, donde el fin justifica los medios, sobre todo cuando va acompañada de una educación patriotera y de aumentos en los niveles de ignorancia popular.
Zelenzky es bueno, no porque lo sea, sino porque está «con nosotros», o sea es el Gunga Din de Ucrania, recordando al hindú que luchaba con los ingleses contra sus compatriotas. Y así todo. Biden tiene razón, o da un gran discurso, o es un gran líder, no porque lo sea sino porque los medios insisten que es así. Lo mismo con Putin que es presentado como una bestia sedienta de sangre, expansionista, y no como un líder nacionalista y absolutamente racional. Y ahí una última línea: si Putin fuera racional entonces Estados Unidos no tendría la menor excusa para no sentarse a negociar un fin de esta Guerra. Pero eso no les conviene, ni a ellos ni a Zelenzky y sus neonazis.