Finalmente en la Argentina se reconoce el mérito y el saber. Se reveló el 15 de octubre pasado que el Rector de la Universidad Nacional del Comahue tiene un salario equivalente al de diez profesores titulares con máxima antigüedad, o sea de unos 15 mil dólares mensuales al cambio oficial. Por supuesto, los secretarios, subsecretarios, directores, decanos y vicedecanos también reciben un salario acorde con su dignidad. El que menos gana percibe unos 7 mil dólares por mes. Como parámetro consideremos que un obrero especializado, con horas extras, percibe más o menos mil dólares por mes a cambio de una semana laboral de seis días de 12 horas, lo mismo que percibe como ingreso un pequeño propietario rural.
Evidentemente estos buenos funcionarios desempeñas arduas tareas: el decano promedio asiste a su despacho unas tres horas cuatro días por semana. Esa debe ser la razón por la que, en la última década, han aumentado la cantidad de puestos de funcionarios. Por ejemplo, en 1990 la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires contaba con un decano, un vicedecano y cuatro secretarios. El salario de un secretario era 10% mayor que el de un profesor titular con máxima antigüedad. ¿Y hoy? Por lo menos ocho secretarías, más incontables subsecretarías y prosecretarías han inundado la Facultad. Claro que son todas imprescindibles, como por ejemplo la Subsecretaría de Relaciones con Empresas Autogestionarias… algo central a la tarea de una institución que forma historiadores y pedagogos. Estos nuevos funcionarios ¿accedieron por concurso a sus cargos? Obvio que no, son todos integrantes de la “agrupación” del decano. Por ende, tenemos al subsecretario de Publicaciones que solo aparece en época de elecciones.
Como explicó una funcionaria de la Universidad Nacional del Comahue, aclarando que esto no constituía corrupción: “Las universidades son autónomas, pueden decidir qué salarios cobra su plantel docente y sus autoridades.” Totalmente cierto. El quid es que estos aumentos han sido secretos, y que lo mismo no ha sido otorgado a los docentes y administrativos de las diversas casas de estudio. Mientras los rectores y sus amigos se decuplicaron los salarios, un administrativo común percibe entre 500 y 800 dólares mensuales (o sea salario mínimo según estadísticas oficiales), el 23% de los docentes de la UBA son ad honorem (o sea sin salario), y otro 65% percibe una “dedicación simple” que se aproxima a los 200 dólares mensuales. Dado que todo fue votado por los órganos colegiados, esto no es ilegal. Ahora, tampoco es ético.