Documento histórico sobre el 17 de octubre de 1945
por Abel Bohoslavsky
El 17 de octubre de 1945 es una fecha clave en la Historia argentina: nació el peronismo como movimiento político. Una inmensa movilización obrera se adelantó un día a una convocatoria a huelga general hecha por los dirigentes de la CGT de entonces. Las historias oficiales suelen omitir o minimizar que el 17 de octubre fue una huelga general. Los trabajadores hicieron muy bien en anticiparse al llamado de los directivos. De hecho, se autoconvocaron. Le reclamaban al gobierno militar presidido por el general Edelmiro Farell, la libertad del coronel Juan Domingo Perón, hasta días antes su vicepresidente y, quizás más importante, Secretario de Trabajo y Previsión. Fue la primera vez en la historia, que el movimiento obrero se manifestó a favor de un militar. Desde el surgimiento del movimiento obrero en las postrimerías del siglo XIX, el Ejército siempre fue brazo armado de las clases propietarias. Ya había una historia de masacres: en la Semana Trágica, en la Patagonia rebelde, en La Forestal y toda la década infame. El golpe militar del 4 de junio de 1943 derrocó un gobierno conservador, fraudulento, corrupto y represivo, continuador de esa década. El nuevo régimen de facto (el anterior fue en 1930), puso en práctica medidas laborales y sociales que desde mucho tiempo reclamaban los trabajadores.
Transcurría la guerra inter-imperialista (Segunda Guerra Mundial 1939-45), consecuencia de la cual la economía argentina había sufrido modificaciones importantes, entre ellas, gran acumulación de divisas y proceso de seudo-industrialización, con incorporación masiva de mano de obra. La masiva migración interna (desde provincias norteñas hacia Buenos Aires y alrededores, remedó un fenómeno como el de las olas inmigratorias anteriores, pero en un sentido geográfico inverso. Las organizaciones sindicales tenían una precaria legalidad y otras eran directamente ilegales. Las direcciones sindicales tenían adhesión o pertenencia al Partido Socialista (de signo claramente socialdemócrata/reformista), al Partido Comunista (definidamente enrolado en el stalinismo); otras eran laboristas y unas cuantas más, anarquistas. Los comunistas, de fuerte arraigo desde la década del ’30 (a mediados de esa década hubo un breve período muy cercano a una situación revolucionaria sofocada por la represión), sufrieron gran desprestigio cuando levantaron huelgas contra empresas inglesas, siguiendo la orientación stalinista para no confrontar con Gran Bretaña que en su guerra contra el Eje (Alemania nazi e Italia fascista), era aliada de la entonces URSS invadida por tropas hitlerianas en su intento de destruir el Estado surgido de la Revolución Socialista de 1917. El imperialismo inglés atacado por el nazismo, en Nuestra América seguía siendo imperialismo y sus monopolios no eran más democráticos ni menos explotadores.
La confusión y decepción predominaban entre los trabajadores y las vacilaciones entre la oligarquía dominante y la incipiente burguesía industrial. En esa coyuntura emergió el régimen militar que desde el aparato estatal, intentaba mantener el dominio del capital y conceder reivindicaciones postergadas a los asalariados. Las medidas del coronel Perón le generaron una gran simpatía entre los trabajadores y eran resistidas por la mayor parte de la clase dominante. Envuelta en esas contradicciones, la cúpula militar lo hizo renunciar y lo confinó en la isla Martín García.
Las historias oficiales ocultan o escamotean muchas cosas. Por eso, rescatamos un relato del 17 de octubre de uno de sus protagonistas, Pedro Milesi, y sus consideraciones sobre el movimiento y el gobierno surgidos de ese acontecimiento. Lo rescatamos de la revista Posición de Córdoba, que lo publicó en marzo de 1974, tomándolo de unas hojas mimeografiadas que circulaban en la militancia desde que lo escribió en noviembre de 1971. En la presentación de la Carta, la revista hace una breve reseña biográfico-política de este destacado – e ignorado – personaje, conocido y querido como “el viejo Pedro” en el movimiento obrero y revolucionario cordobés de la época. Amigo, entre otros, de Agustín Tosco, quien lo sacó del Sindicato de Luz y Fuerza en pleno cordobazo del 29 de mayo de 1969, horas antes de ser capturado ahí por el Ejército. Posición había sido creada por el Partido Revolucionario de los Trabajadores como instrumento de prensa y propaganda legal. A partir de 1973 era de hecho una expresión del Frente Antimperialista y por el Socialismo. En su Consejo de Redacción participaban miembros de otras organizaciones integrantes del FAS, como el Frente Revolucionario Peronista, El Obrero (tiempo después Organización Comunista Poder Obrero), Fuerzas Argentinas de Liberación y Comandos Populares de Liberación). Posición fue clausurada tiempo después por el gobierno de Isabel Perón. El viejo Pedro falleció en la clandestinidad durante la dictadura, a sus 95 años en 1981, cuando hacía tareas solidarias con los presos políticos. Un verdadero documento histórico. Las negritas, entrecomillados, notas aclaratorias, citas y giros idiomáticos son textuales del documento publicado por Posición.
Abel Bohoslavsky
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UNA VIDA DEDICADA A LA CAUSA DEL SOCIALISMO
En agosto y septiembre de 1971 se realizaron los plenarios de Sindicatos Combativos, Agrupaciones Clasistas y Obreros Revolucionarios convocados por SITRAC-SITRAM En este renacer del movimiento sindical clasista se concentraba la vanguardia obrera y revolucionaria, hija directa de los cordobazas.
En la esa que presidía el plenario, había un viejo canoso. Al ser honrado con ese puesto, recordamos que pronunció, con gran emoción, casi con lágrimas en los ojos, y con la firmeza proletaria de una vida de lucha “Vamos a retomar los principios y los métodos del sindicalismo clasista la acción directa, compañeros”.
Al finalizar el segundo plenario, se produjo un entrevero, producto de una provocación de una cierta pretendida “izquierda revolucionaria”, contra un sector de compañeros del Peronismo de Base. La sabia intervención de este viejo, impidió que la cosa pasara a mayores. Con su claridad de principios y su fraternidad revolucionaria, propuso que en momento oportuno y en lugar adecuada, se realizara una charla y discusión sobre el problema del peronismo y la clase obrera.
Como él mismo explica, esto no pudo llegar a hacerse nunca y este es el motivo de la publicación de este folleto.
QUIÉN ES EL VIEJO PEDRO
Pero, ¿quién es este viejo, el CAMARADA PEDRO? Bueno, nuestro querido viejo Pedro que tenemos la suerte de contra entre nosotros, nació en la Capital Federal en octubre de 1888, ¡tiene hoy algo más de 88 años!
Por toda instrucción pública tiene hasta 3er. grado; “si iba a la escuela – nos dice – no podía comer, y si comía no iba a la escuela”. Trabajó entonces desde niño como peón de albañil, con su padre.
“Antes de los 14 años – nos sigue contando – tuve disidencias de carácter religioso con mi padre, porque ante mis quejas y protestas, me decía que Dios me pagaría con creces en el cielo. Me parecía un cheque en blanco. Entonces agarré y me fui”. Anduvo por La Pampa trabajando de peón de estancia, “trabajo duro”. Después pasó a la provincia de Santa Fe, realizando trabajos agrícolas.
“Hice mis primeras armas en el campo social con compañeros anarquistas. Fundamos los primeros Sindicatos de Oficios Varios y Estibadores. Con ellos fuimos promotores del famoso ‘GRITO DE ALCORTA’, haciendo causa común con los chacareros, en 1912. Después, estos nos dejaron colgados. En la plaza de Firmat – nos relata con un recuerdo de bronca – y durante la huelga, le vi la cara y conocí el significado de las fuerzas represivas del Estado”. Y con amargura recuerda: “Durante un mitín cayeron ametrallados los compañeros Francisco Mena y Eduardo Barros, chacarero el uno y obrero gráfico el segundo. Finalizado el conflicto, los resultados beneficiosos…fueron para los chacareros. Me trasladé a Buenos Aires”.
Trabajó de carpintero armador. Durante una gran huelga se produjo un tiroteo en el que hubo muertos y heridos. Siendo por ese entonces, Secretario de Actas del Sindicato de Carpinteros, fue inculpado por homicidio e infracción a la “ley Social”. El fiscal le pidió 25 años de presidio y 5 de reclusión solitaria. En juicio oral con una manifestación obrera a las puertas de Tribunales, fue absuelto. Después fue nuevamente detenido y confinado al penal de Ushuaia, entre 1920 y 21. Fue liberado después de un año y medio, al levantarse le estado de sitio.
En la época de la Semana Trágica de enero 1919, estaba realizando trámites para crear el Sindicato Obrero de la Industria Metalúrgica, del cual fue fundador y primer secretario. “Actué en las barricadas frente a la fábrica de Vasena. Acompañé hasta la Chacarita a los 9 cadáveres llevados a pulso…” Después nos relata la carga de los fusileros contra la muchedumbre obrera: “Yo salté por el paredón de la calle Dorrego. Nunca se supo la cantidad de obreros caídos. Durante tres días y tres noches salió el humo del incinerador de la Chacarita”.
Después trabajó de peón municipal, empedrando las calles de Buenos Aires. Allí se jubiló en 1951, y esta jubilación es su único sustento actual.
SU MILITANCIA POLÍTICA REVOLUCIONARIA
Esta vida de trabajador y luchador, lo llevó rápidamente a la acción política en defensa y por los objetivos de su clase. “Después de la Revolución Rusa, adherí al Partido Comunista. En disidencias con la dirección, fui expulsado en1925”. Y aquí es importante escuchar lo que nos cuenta: “La causa era la posición respecto al Frente Único. En Alemania se venía el nazismo. Y frente al fascismo no podía haber matices, éramos obreros contra los enemigos de los obreros. Fui un caluroso defensor de esa tesis, pero la dirección stalinista inventó la teoría de que los socialistas reformistas no eran socialista, sino ‘social-fascistas’…¡y eran cinco millones de obreros!¡Fui expulsado! Apelamos a Moscú y allí resolvieron que no había causa y nos reincorporaron”.
Como militante del P.C. fue informante por la Sindical Roja, en el primer congreso fundador de la Unión Sindical Argentina (USA). Pero las diferencias con la dirección del P.C. motivaron una nueva expulsión del partido, “pues éste quería transformar los sindicatos en apéndices del partido y yo sostenía que debían ser órganos autónomos e independientes”. Pasó entonces a formar parte de la Oposición Comunista de Izquierda para mantener vivas las tradiciones del leninismo.
En 1936, facultado por la U.S.A. fundo la Comisión Coordinadora de Ayuda a España Republicana. “Estoy orgulloso de esta acción de Frente Único” y nos relata los interesantes detalles de su creación y funcionamiento.
En 1941 es miembro del Comité Central de la U.S.A. en su 2° congreso. De ahí en adelante, su experiencia política la podemos leer en el folleto.
En 1971 ¡tenía 83 años! Fue elegido presidente de los plenarios de SITRAC-SITRAM. “Fue el Grito de Córdoba” dice con alegría.
Para resumir su biografía política, transcribimos una frase final: “A pesar de haber sido miembro de muchas organizaciones y de haber participado de sus cuerpos directivos, jamás acepté ser rentado. Al pan que he comido, duro o blando, me lo he ganado en la producción y hasta empedrando calles”.
Su humilde casita, un hogar donde no faltan la literatura revolucionaria y la figura del Che Guevara, lo confirman.
Su abnegada y desinteresada entrega a la causa del proletariado, solo puede tener el reconocimiento más noble de la revolución Socialista. Algún día, el nombre de una escuelita, un local sindical, un hospital, una fábrica o un barrio obrero, recordará en la construcción de la nueva sociedad, a uno de sus más consecuentes luchadores.
Este folleto que hoy presentamos a los compañeros lectores, tiene una actualidad extraordinaria. Hoy ya más que una carta a los compañeros Peronistas de Base, puede hacerse extensiva a organizaciones juveniles y combativas.
Es importante que cada compañero, al leer un párrafo, haga una comparación entre lo que se decía y lo que se hacía en esa época, y lo que se dice y hace ahora.
Es necesario descubrir el verdadero significado de aquella consigna de “la patria justa, libre y soberana” y la hoy tan en boga “Argentina potencia”. Son muy útiles las palabras del viejo Pedro sobre el mito de una “justicia social” que tanto se cacarea haber alcanzado en esa época, para comprender el verdadero sentido de la “redistribución de la renta nacional” que es el paraíso a que nos ofrece llegar la tan pregonada “revolución justicialista”.
Todo el relato parece venido como dedo al guante, para ayudarnos a comprender la política actual del peronismo. Para imponer el Pacto Social, necesita la paz social, necesita la desmovilización de las masas. Ese es el sentido concreto del “apotegma de lo que fuera nuestra creación, de casa al trabajo y del trabajo a la casa”, repetido por Perón el 21 de junio en su primer discurso.
Pero la subordinación de la clase obrera argentina a la política de la burguesía no podía ser eterna, porque esa alianza que la clase explotadora consiguió andar para someter a los trabajadores, no podía, no pudo, borrar la contradicción entre capital y trabajo, entre patrón y obrero, entre explotador y explotado.
Casi 5 años después del Cordobazo, diez meses de gobierno justicialista, 5 meses de Perón en el poder, han despejado mucho camino. Y aclarado muchas conciencias.
La revista “POSICIÓN” quiere contribuir con este suplemento a ese proceso revolucionario en marcha, y a los próximos acontecimientos, que vaticinamos como levantamientos de masas cuestionando al régimen capitalista y su política burguesa de dominación.
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ALGO SOBRE LO QUE PODRÍAMOS HABER DICHO EN LA CAMARADERIL CONTROVERSIA CON LOS COMPAÑEROS PERONISTAS DE BASE, PLANEADA DURANTE EL ÚLTIMO PLENARIO DE SITRAC-SITRAM Y QUE LA BRUTAL ESCALADA MILITAR-PATRONAL-BUROCRÁTICA NOS IMPIDIÓ REALIZAR
Compañeros Peronistas de Base:
Queda fuera de propósito todo prurito polémico, por lo menos de mi parte, que no tenga como objetivo principal aclarar muchas de las cuestiones que creo de interés mutuo dilucidar.
Más que dilucidar, correspondería por la índole de lo que nos proponemos enjuiciar, el de que desmitificar el conjunto de slogans en uso y abuso en lo que ha dado en llamarse «movimiento justicialista».
El gran maestro del proletariado internacional que se llamara Carlos Marx en su gran obra El Capital nos habla acerca de «el fetichismo de la mercancía y el dinero». Hubo de pasar mucho tiempo hasta que yo comprendiera bien el sentido oculto de ese denominado «fetichismo». Con el andar de los días llegué a comprender cabalmente el asunto. Los hombres crean en todos los ordenamientos de la vida económica, política, cultural, social o religiosa, mitos, o fetiches, que en el devenir de los acontecimientos siendo creación de los hombres, llegan éstos a ser dominados por sus propias creaciones. Es lo que en otras palabras ha dado en llamarse: el poder de las cosas sobre la voluntad de los hombres.
LAS MASAS MOVILIZADAS
¿Podríamos hacer una excepción, compañeros, con los slogans míticos: «justicia social», «independencia económica», «soberanía nacional»? ¿Por qué no analizarlos a cada uno de ellos y en conjunto enjuiciarlos críticamente a fin de despojarlos de su aureola mítica y restituirlos a su verdadero carácter propagandístico, empero sin contenido alguno en la realidad de nuestras vidas de trabajadores? ¿Lo intentamos, Chango?
Empecemos entonces por casa. Comprendo perfectamente esa ojeriza que ustedes mantienen hacia todos los que, a pesar también de haber sido injuriados y traicionados, nos esforzamos por mantener limpia y en alto la bandera del Comunismo Internacionalista. Ustedes se sintieron ofendidos y humillados por las palabras, que para vergüenza nuestra también, escribieron en su hora los burócratas para ludibrio y desprestigio del Comunismo, esos burócratas que se llaman, sin serlo, «comunistas». Lo comprendo.
Aquellos días de aquel 17 de octubre, que decenas y decenas de miles de proletarios, acompañados infinidad de ellos por sus mujeres e hijos, llenaron calles y plazas. Habíanles arrebatado y puesto en prisión al hombre que ellos creían era el abanderado de sus reivindicaciones más sentidas y queridas, y generosamente, como siempre, lo abandonaron todo: casa, ropas, enseres y salieron a la calle multitudinariamente a exigir su libertad. Enfervorizados, caminando de a pie kilómetros y kilómetros, otros como podían, desde Berisso, Ensenada y pueblos aledaños, llegaron hasta el cinturón fabril del Gran Buenos Aires, sumando a su paso a miles de hombres y mujeres a la inmensa caravana que avanzaba impertérrita e incontenible hacia la Capital Federal. La clase patronal y sus representantes gubernamentales aterrorizados y a fin de detener su paso, ordenaron el levantamiento de los
puentes sobre el Riachuelo. Pasaron lo mismo. A ellos se unieron los miles y miles de obreros provenientes de otros sectores de la Capital y ya al llegar a la Plaza de Mayo y sus contornos, la multitud estaba integrada por más de 500 mil personas.
La prensa sedicente «socialista» y «comunista», «La Vanguardia» y «Orientación«, definían con estas palabras a esos centenares de miles de obreros congregados: «Hordas de desclasados», «pequeños clanes con aspecto de murgas», «malevaje reclutado por la policía para amedrentar a la población», etcétera, etcétera (ver Orientación 24/10/45). Acostumbrados a tratar a los obreros como ganado electoral, esos sujetos no podían concebir que los trabajadores asumieran una actitud independiente y contraria a los mandatos de los que se reclamaban, y reclaman aún, sus pastores.
No difería tampoco la definición que hicieron los del «viejo y glorioso» Partido Socialista: «chusma», «candombe blanco», «malón arreado por la policía», etc.
Con dolernos no es eso lo que nos duele más. Nos duele mucho más que hombres de izquierda, honestos y lúcidos, tan ligera como infundadamente, si bien con otras palabras y distintas motivaciones, hacen alusión al ejército y la policía como acicates, sino promotores, de los sucesos que venimos comentando. Es hora ya de desmitificar esa leyenda.
He acompañado caminando kilómetros a esa multitud. Hemos pasado frente a fábricas, talleres y usinas a cuyas puertas se encontraban como de guardia, algunos vigilantes y conscriptos que al vernos nos miraban un tanto sorprendidos – quizá por nuestro pacifismo -. No nos invitaban a entrar. Por supuesto. Pero tampoco se hubieran opuesto si lo hubiéramos intentado. De ello estoy bien seguro.
Téngase en cuenta que al igual que en Buenos Aires, la clase trabajadora con idénticos fines, si bien en menor cantidad numérica, se manifestaba en muchas ciudades y pueblos de la República. ¿Cómo creer que esas inmensas multitudes fueron arriadas como ovejas por la policía y el ejército?
Asistíamos a una especie de palingenesia social: a excepcionales momentos que rara vez se dan en la historia, pero que no obstante se dan, y en los que partes integrantes del ejército y de la misma policía, llegan a confraternizar con la clase trabajadora. De ahí que estas fuerzas a nuestro paso dieran vuelta la cara y «distraídamente» miraran para otro lado…
El poder político en la Argentina en esos días se encontraba como tirado en medio de la calle. La clase dominante sin decisión para reprimir – querían pero no podían -, ¡ay de ellos si lo hubieran intentado! Y esa pacífica insurgencia proletaria – subrayo genuinamente proletaria – carente de dirección, programa y partido: ni quería, ni podía.
Por carencia de otra alternativa, los Farell y los Vernengo Lima de turno, finalmente resolvieron pacíficamente el “impasse”.Y naturalmente a favor de sus más caros intereses: la liberación y la vuelta de Perón. Fue un acierto de su parte. Después de todo, a pesar del odio estúpido que le profesaban, perón era uno de llos; tan burgués y tan militar como ellos. Se hacía necesario entonces para aplacar el oleaje de esa insurgencia, (que bien podía tomar otro cariz) sacrificar parte de la renta, sabedores de que al final sabría – como demostró luego – conservarles el capital.
¡Yo he vivido esos momentos, chango! No me los han contado, compañeros Peronistas de Base. He acompañado paso a paso a esas largas caravanas integradas por hombres, jóvenes y viejos, mujeres y niño.
Por los caminos polvorientos de Quilmas, Bernal, Villa Dominico, La Mosca, Piñero y Avellaneda. Muchos venían en chatas o camiones de más lejos aún: Berisso o Ensenada. Obreros y obreras de los frigoríficos, alma y nervio de la insurgencia obrera, hizo eclosión aquel 17 de octubre. Venían liderados por Cipriano Reyes – pese a todo, reconozcámoslo – .
He cargado sobre mis hombros algunos de los pibes llorisqueando, muertos de cansancio se negaban a seguir caminando. Y seguíamos y seguíamos.
A nuestro paso las mansiones y los chalets cerraban sus puertas. Pese al clamor de las madres que imploraban agua para sus hijos. ¡Solo en las puertas de los pobres caseríos de nuestros hermanos proletarios aparecían sonrientes mujeres con trozos de pan,
Alguna fruta y jarras y baldes de agua con que calmar nuestro hambre y nuestra sed!¡Benditas sean, hermanas! Y llegamos. Pese a los puentes sobre el río – ¿dónde estaba entonces la cooperación del ejército y la policía? – que el miedo y el odio burgués hiciera levantar como obstáculo. ¡Llegamos!
Calle Montes de Oca, arriba, luego Piedras, llegamos por fin a las plazas de la capital en cuyas fuentes – que me perdonen las finas y sensibles pituitarias de los américos-rodolfos-ghioldi – sumergimos nuestros cansinos, llagados y sanguinolentos pies; enjugamos nuestro sudor y no faltó quien en el evento, ardiendo de sed (¡qué asco, pero qué asco, chicas del barrio Norte!) llegaron a abrevar en sus aguas.
Si compañeros, todo eso yo lo he vivido. Esa insurgencia fue eminentemente proletaria, instintiva, espontánea, sentimental, sin orientación doctrinaria. LOS ENCARGADOS DE DAR ORIENTACIÓN CLASISTA, DOCTRINARIA Y POLÍTICA, SOCIALISTAS Y COMUNISTAS, SE ENCONTRABAN EN AMOROSO COLOQUIO CON LOS PEORES GORILAS Y LOS MÁS ACÉRRIMOS ENEMIGOS DE LA CLASE TRABAJADORA, enarbolando banderas y voceando consignas extrañas u opuestas alas reales y verdaderas consignas de la clase obrera. Convengo en ello. Pero con todo eso y verdaderamente proletaria y sin más espoliques, ni otros acicates
que procurar – en nuestro sentir por caminos equivocados – la satisfacción, repito, de sus más sentidas y urgentes necesidades que ellos equivocadamente encarnaban en el General Perón. ¡Derribemos pues de una vez y para siempre, el mito de la intervención del ejército y la policía en el asunto!
Obtenido el principal objetivo, esto es la liberación y el regreso al poder de Perón – pues era el leit-motiv de esa insurgencia – las masas regresaron exultantes a sus hogares y ocupaciones.
En otra publicación, impresa por la generosidad de las agrupaciones “Espartaco” y “El Obrero” – a quienes desde estas líneas reitero mi agradecimiento – he debido referirme a episodios posteriores. Entre ellos y especialmente, a la condición obrera (pese a la carencia de un definido programa y enunciación doctrinaria) a las elecciones que dieran el poder político a Perón, así también como a la frustrada tentativa de arquitecturar un Partido Laborista que viniera por principios y programa a llenar la vacancia dejada por la traición de los Partidos Socialista y Comunista. También he dejado allí constancia de lo acaecido posteriormente a la orden militar lanzada por radio por Perón decretando la disolución del Partido Laborista; la expulsión de los hombres que más hicieron por la liberación y posterior encumbramiento de Perón, y su sustitución, vía administrativa, por elementos turbios muchos de ellos reclutados a pala en las cetinas de los bajos fondos sociales: rufianes, quinieleros y hasta guardaespaldas de los viejos políticos conservadores de Abellaneda, tipo Fresco o Barceló.
Con esta clase de elementos – designados a dedo desde la Secretaría de Trabajo y previsión -, fueron llenados en la CGT los puestos que quedaron vacantes por la expulsión o el alejamiento de sus puestos administrativos, los viejos dirigentes Gay, Reyes, Orozco, Hernández, etc. etc.
Fue por ese entonces que la clase obrera comenzó a dar en los medios sindicales alguna muestra de inquietud que no lograra aquietar alguna que otra dádiva otorgada generosamente. Y por ese entonces también dio principio a las intervenciones decretadas sin tardanza por los amanuenses y mandaderos destacados en la CGT: intervención de la UOM en 1946, de la Federación de Obreros Telefónicos en 1947 (cabe aquí hacer un agregado: en esta Federación, liderada por Luis Gay y Orozco, existía un gran plantel de compañeras y compañeros que con esos dirigentes lucharon durante la larga y accidentada huelga de obreros telefónicos, que conocían muy bien a esos dirigentes y que en el evento rehusaban ser intervenidos, vale decir, a entregar en manos ajenas a su propia organización. Emprendida la resistencia siguió la secuela consiguiente de persecuciones y detenciones a compañeras y compañeros; algunas de ellas, en estado de gravidez, los Lombillas y Amoresano las hicieron abortar a patadas en la siniestra sección especial de represión al comunismo).
Siguieron en orden, la Federación Gráfica Bonaerense, la FOTIA tucumana. Posteriormente la Unión Ferroviaria (cabe señalar también aquí, que durante este proceso intervencionista a la UF, fueron descubiertos en los basurales, los cadáveres de varios obreros ferroviarios). Conviene destacar en este proceso intervencionista, la actitud de los mandaderos que oficiaron como dirigentes de la CGT frente a la aguerrida Federación de los Obreros de la Carne. Sabedores que este organismo – fuerza motriz impulsora en sus orígenes de todo el movimiento peronista – respondía a su líder Cipriano Reyes, intentaron crear una organización sindical paralela. Pasado un tiempo y vista la imposibilidad de conseguir afiliados, por simple decreto, se ordenó la intervención A pesar de que la Federación Obrera de la Carne no estaba adherida en ese momento a la CGT!
Durante todo este proceso de dominación y domesticación de los Sindicatos y por ende, de la clase obrera, la burguesía nacional y su portavoz en el poder, apreciable e innegablemente, aumentaba la participación de la clase obrera en el producido de la renta nacional. Era su negocio. Con ello aumentaba el área de su mercado interno; sacrificaba sí, una parte de la renta para seguir conservando su dominio sobre el capital. Seguía en esto la vieja y clásica política de la burguesía realizada en momentos de agitación social: cambiar algo, pero no mucho, para que al fin no cambie nada. Después de todo, la carestía de la vida y el envilecimiento de la moneda volvería a restablecer el desequilibrio en detrimento de los trabajadores.
Fue por aquel entonces y ante la evidencia de estos hechos, que los menos avisados comenzaron a verle la pata a la sota. Al partido único debía hacerle el juego la CGT única, perfectamente estatizada, manejada y utilizada como cualquier repartición oficial. A los disconformes se los silenciaba o se los compraba. Fue por aquel entonces que nos fue dado ver a un señor Tesorieri – ex comunista y dirigente de ATE – pavonearse en las recepciones oficiales en atuendo de rigurosa etiqueta y tocado con flamante y lujosa galera de felpa. Y no fue él solamente el que nos proporcionara el regocijante espectáculo. ¡Pobres diablos! Desde lejos se advertía que esas plumas les quedaban holgadas a semejantes pajarracos.
El carácter estatizado de los sindicatos obreros, quedó inocultablemente patentizado durante las sesiones de la Convención Constituyente de 1949 para la reforma de la Constitución.
En los debates atinentes a ese problema, ante el asombro (cuando no la estupefacción) de muchos diputados Constituyentes –nótese bien – pertenecientes a la dirección de la CGT se opusieron a la inclusión del derecho de huelga: “Darlo sería como poner en los reglamentos militares el derecho de rebelión armada”. Otro Convencional, más enjundiosa pero más falazmente, dijo: “Como dirigente obrero (?) debo exponer por qué razón la causa peroniana no quiere el derecho de huelga. Si deseamos que en el futuro esta Nación sea socialmente justa, deben estar de acuerdo conmigo los señores Convencionales en que no podemos, después de enunciar ese propósito, de hablar a renglón seguido del derecho de huelga, que trae la anarquía (¡!) y que significaría dudar de que en adelante el país sea socialmente justo” (D. de S. de la C.D. – Págs. 164 – 309 – 281 – 483).
En lo que se refiere al ejercicio del arma tradicional para la defensa y conquista de los derechos de la clase trabajadora, la catadura moral de sus impuestos, y supuestos, representantes, así como la de sus mandantes gubernamentales, quedaban expuestos de cuerpo entero. Con el correr del tiempo, el calamitoso gobierno frondizista vendría a codificar y a reglamentar esa estatización sindical mediante la estigmatizada ley de asociaciones Profesionales. Entre bueyes…
Con el otorgamiento de algunas mejoras a los trabajadores – otorgada, no conquistadas – y al par la acordada de 70 millones de pesos a las fuerzas de represión – ejército y policía – (el 505 del presupuesto nacional se destina a gastos militares y policiales), culmina en gran parte la aplicación del sobado mito de la “justicia social” – Proceso 1946-1952 -.
Antes de pasar adelante con el tratamiento, más bien revelación del mito de la “independencia económica”, convendría echar una ojeadita al estado económico y financiero días antes del advenimiento de Perón al poder. Según informes del banco Central de la República, la existencia en oro y divisas era de 1.425 millones de dólares. Equivalentes al cambio de la época a 5.700 millones de pesos moneda nacional .La balanza comercial acusaba a nuestro favor estos índices: a partir del año 1940 – 107;
1945 – 439; 1946 – 580, en millones de dólares (ver revista económica de las Naciones Unidas).
Obteníanse en la época elevadísimos precios por las exportaciones agropecuarias. Existía plena ocupación.
Como efecto de la Segunda Guerra Mundial, habíase creado y desarrollado la pequeña y grande industria, sobre todo en aquellas ramas destinadas a los medios de consumo, las que absorbían en su seno a ponderables cantidades de manos de obra, provenientes en su mayor parte del interior del país, cosa que traía aparejada dos cuestiones conexas: aumento de la capacidad adquisitiva y por tanto contributo indirecto a esas mismas industrias, y la aparición en la escena de la actividad laboral de decenas y decenas de miles de trabajadores, los que por primera vez en todas sus vidas oyeran a otros compañeros viejos hablar de salarios mínimos y horarios máximos, jubilaciones, vacaciones pagas, licencias anuales, seguro contra accidentes de trabajo, de enfermedad, leyes de maternidad, de protección a los menores, pensiones a la vejez y la invalidez, sábado inglés o semana de cuarenta horas, y para quienes acostumbrados a trabajar en chacras, estancias, obrajes o ingenios, durante jornadas de sol a sol y pagas irrisorias, la incorporación al trabajo en la capital significaba su ingreso…. al paraíso terrenal. La historia de las conquistas obreras y como consecuencia la propia legislación del trabajo, obtenidas como de largas y cruentas luchas libradas durante décadas y décadas, deportaciones en sus países de origen, confinamientos en Ushuaia y regueros de sangre vertidos por la reacción capitalistas en cales, plazas y campos de la República; todo esto era para ellos verdadera prosa china. Referirnos a estos honrosos antecedentes era en su ignorancia – hábilmente explotada por los lacayos de Perón, charlas de “inveterados gorilas” -. Para ellos, pobres compañeros, la historia de toda la gesta sindical y la misma historia argentina, comenzaba con el advenimiento del coronel Perón. Todo lo acaecido anteriormente era para ellos…higos y papel pintado.
Todo lo que antecede era, a nuestro juicio, el cañamazo sobre el cual se fue construyendo el mito de la “independencia económica”.
Para desdibujar ese mito de la imaginación popular, convendría referirnos, para no citar otras más, a dos cuestiones principalísimas que tuvieron como actor – primo in cartello – al Coronel Perón.
Me refiero a las empresas imperialistas C.A.D.E. y a los ferrocarriles, patrimonio hasta su mala compra, de capitales franco-ingleses.
Vayamos entonces por partes. En junio de 1944, posteriormente al golpe de Estado que derribara a Castillo, se designaron varias comisiones investigadoras, entre ellas la que debía investigar a las empresas eléctricas del interior del país, pertenecientes al trust norteamericano Electric Bond and Share.
En su informe, que fuera publicado, esta comisión comprobó los sucios manejos de esas empresas realizados en perjuicio de los consumidores y del país entero y en consecuencia se inició su expropiación.
Milcíades Peña en el 6° tomo de su documentadísimo libro “Libros claves para entender la Historia Argentina”, de quien por enfocar los problemas desde el punto de vista de la clase obrera he tomado la mayoría de los datos aquí consignados – obra, dicho sea de paso que debería ser libro de cabecera para todo estudioso y en particular para la militancia sindical clasista – en lo que se refiere a la investigación de la empresa C.A.D.E. describe así este proceso: “Distinta suerte – a las empresas anteriormente aludidas MdeA – corrió el informe de la comisión que estudió las concesiones de la Empresa Argentina de Electricidad (CADE) dependiente del trust anglo-europeo SOFINA, que monopoliza el abastecimiento total de electricidad del gran Buenos Aires y sus alrededores en un radio de 100kilómteros, en el corazón industrial del país. Entre otras cosas de gran interés que evidenciaban la explotación a que esa empresa sometía la economía nacional, la comisión descubrió también que la CADE ya estaba pagada por el estado Argentino. Durante años la empresa había venido sobre cobrando una tarifa destinada
esta a constituir un fondo de reversión que amortizaba el valor de
las instalaciones. Ya en 1936 el Estado debió automáticamente hacerse cargo de las mismas pero la CADE compró a los partidos – en particular a la UCR – y obtuvo una nueva concesión y además, el regalo de ese fondo de reversión que ascendía a los 105 millones de pesos. Constatados documentalmente los hechos la comisión investigadora propuso la inmediata expropiación de las empresas y al efecto redactó un proyecto de decreto, que obtuvo la firma del ministro de Justicia Baldrich. Sobraban fondos para pagar la expropiación y se pensaba dar a publicidad el decreto el 4 de junio de 1944, aniversario de la revolución juniana. Pero los intereses ingleses, como era de esperar, se movieron y el Coronel Perón hombre fuerte del gobierno intervino para impedir que se lleve a cabo la proyectada expropiación al tiempo que ordenaba el secuestro del informe” (el subrayado me pertenece) -. Ver informe de la Comisión Investigadora de as Concesiones Eléctricas del Gran Buenos Aires – año 1945; “Alianza” (periódico que por la denuncia fue clausurado); revista “Qué” del 22 de agosto de 1946; diario “La Nación” 14/8/46; Diario de Sesiones de la C. de D. de la Nación del 7/8/1946 pág. 1263 y siguientes; Milcíades Peña, “Masas, caudillos y élites”: “La dependencia argentina de Yrigoyen a Perón”
AL PRECIO DE LA DESCAPITALIZACIÓN DEL PAÍS “LOS FERROCARRILES SON NUESTROS”
Si alguien estaba interesado en desprenderse de los ferrocarriles argentinos de la mano como si éstos fueran una brasa ardiente, eran precisamente sus propietarios ingleses. Desde 1930-33 no pagaban dividendos.
“La crítica situación de los ferrocarriles dio lugar a una ofensiva de las Empresas y de la diplomacia inglesa par imponer a la Argentina – dice Gustavo Polit en Fichas N° 4, año 1964 – una adquisición de los ferrocarriles que salvase a las empresas y descapitalizase a la economía nacional. Esta ofensiva culminó en 1946-47 y hasta ese momento pasó por varias alternativas”.
Veamos de paso alguna de “esas varias alternativas”: en el año 1938 el gobierno del General Justo nacionaliza el Ferrocarril Central Córdoba pagando por el mismo 10 millones de libras esterlinas.
En 1940 el gobierno inglés solicita formalmente que se nacionalicen los ferrocarriles.
En ese mismo año por encargo de las empresas británicas el ministro de Hacienda argentino Federico Pinedo elabora un plan de nacionalización quien por su colaboración percibió 10.000 libras esterlinas (“La Prensa” del 18/12/40 reproduce íntegro el texto del proyecto).
Tengan bien en cuenta, compañeros peronistas de base, que en aquellos tiempos (1946) teníamos bloqueados en la Banca de Inglaterra 140 millones de libras esterlinas.
En ese entonces, un Míster Eady, negociador en nombre de su SMB, proponía saldar en parte esa deuda cambio de la entrega de los ferrocarriles. Miguel Miranda, hombre clave de la economía peroniana y de quien Perón dijera alguna vez dijera que era “un hombre a quien la Argentina empieza a deberle mucho” replicó contundentemente la oferta de Míster Eady: “No interesan los ferrocarriles”, “les concedemos los 140 millones de libras en préstamos al 2 y medio por ciento de interés”. “Ustedes nos pagarán con maquinarias y artículos manufacturados que nos hacen falta”, “Los ferrocarriles ya los tenemos y están prestando servicio” (revista “Qué” de 8/1946)
Entrevistado por la agencia Reuters ese mismo señor Miranda, a fin de que respondiera a los crecientes rumores según los cuales era inminente la nacionalización de los ferrocarriles declaró que: “La versión es absurda”, “jamás hemos soñado hacer tal cosa”, desmintiendo así categóricamente la versión (ver “La semana financiera”, enero 18 de 1945).
¡Pobre señor Miranda!, presidente que fuera del Banco Central y Peronista de la primera hora. Había tomado en serio el mito de la “independencia económica” tan traído y levado en ese entonces y se negaba en redondo a adquirir chatarra obsoleta “montón de fierros viejos” que dijera alguna vez el propio Perón – y que consecuentemente en actitud en cierta medida antiimperialista pretendía capitalizar el país – única forma de independizarlo, aún si bien muy relativamente – haciendo de modo de esos millones de libras acumuladas vinieran al país traducidos en bienes de capital (digamos así como de paso que esa actitud “independentista” dentro del contexto de la dirección monopólica peroniana, hubo de costarle una tentativa de hacerle realizar un viaje especial desde un 7° piso, cosa que, quizá alérgico a esa clase de deportes determinó su voluntario exilio en la vecina orilla).
Resuelta por fin su adquisición se designó una comisión Ad-hoc, la que previa labor de justipreciación concienzudamente realizada, estableció su valor en 74.519.710 libras esterlinas: “pagar más o reconocer un capital mayor – argumentaba la comisión – es hacer pesar sobre la producción argentina imposiciones que no representan valores reales ya que forzosamente – advertía juiciosamente – habrá que abonar otro tanto para renovarlos y hacerlos funcionar de acuerdo a las necesidades del servicio. Antes de pagar más de mil millones de pesos sería preferible no hacer nada y exigir de los ferrocarriles el estricto cumplimiento de sus obligaciones” (Comisión pro-nacionalización de los Ferrocarriles. Buenos Aires 30/01/1947).
Coincidente con esa estimación valorativa se expidió la Sub-comisión Técnica asesora designada por decreto del Poder Ejecutivo N° 15634/46 para determinar el valor de los ferrocarriles, Comisión que estimó finalmente que estos valían menos de 1.000 millones de pesos moneda nacional.
Pese a todas las opiniones e informes, a toda lógica, a todo derecho, y a toda defensa de la “autonomía e independencia económica” fáctica y jurídicamente el gobierno justicialista pagó a las empresas imperialistas 3.000 millones de pesos moneda nacional. Y no en moneda nacional, para colmo, en áureas libras esterlinas.
¿Fue progresista acaso esta nacionalización? ¿Contribuyó a una mayor independencia económica frente al sojuzgamiento del imperialismo capitalista? ¿O por el contrario fue un factor de una mayor dependencia del mismo?
Frente a estos hechos saquen ustedes las conclusiones que se derivan, compañeros Peronistas de Base.
“En sí misma la nacionalización de inversiones imperialistas no tienen un contenido ni pro ni anti-imperialista” dice Gustavo Polit en el N° 4 de Fichas de investigación económica y social” y en cada caso debe ser estudiada por sus propios méritos. Por otra parte – agrega más adelante – la nacionalización puede ser una estafa imperialista que descapitalice a un país atrasado vendiéndole hierros viejos y papeles depreciados. Tal el caso de las nacionalizaciones realizadas en Argentina por los gobiernos de Justo, Castillo y de Perón”.
Así es nomás, y así fue. Ahí están los hechos y sus implicancias posteriores. Podemos realizar la política del avestruz y esconder la cabeza para no ver la realidad pero no por eso, desaparece la realidad circundante…
Otra cuestión mítica conexa con la llamada “independencia económica” es aquella de la “tercera posición”.
Frente a los dos colosos imperialistas enfrentados a la conquista del mundo se abrían para los países ya sojuzgados, o a punto de serlo, una sola alternativa: la perspectiva de una posición equidistante de uno u otro imperialismo. Teóricamente, esto era aceptable. Por lo menos, para los países sub-desarrollados.
En la realidad de los hechos, ¿mantuvo el gobierno peronista esa equidistancia? Dejemos de lado cuestiones litigiosas o esenciales entre USA, Rusia y/o China en las que el gobierno peronista votó siempre en la UN a favor del imperialismo yanqui y detengámonos a echar una ojeadita por estas tierras de Latinoamérica. Coto de caza para cuanta balandra empresa imperialista anda por estos mundos de dios. Entre ellas, la famosa – por sus crímenes y latrocinios – United Fruit Company, “la frutera” que le dicen sus esclavos y que tiene su campo de operaciones – y depredaciones – particularmente en toda Centroamérica. Dueñas de plantaciones, ferrocarriles, empresas y de navegación y deshacedora de gobiernos en los países donde ha sentado sus reales, verdadero Estado dentro de los estados que hayan caído en sus garras.
En uno de esos países, Guatemala, asumió el poder por mandato de su Pueblo, don Jacobo Arbenz, quien en uso de la soberanía nacional se dispuso, sino a poner termino a la brutal explotación de “la frutera”, cuando menos a limitar en parte, esa desalmada explotación causante de una inenarrable pauperización, desnutrición y espantosa mortalidad infantil, exigiendo a la citada compañía mayores regalías cuyo producto viniera a remediar en alguna medida la terrible situación imperante. Esa “subversiva preatención” no podía ser tolerada por los directivos de “la frutera” quienes en defensa de los principios que fundamentan a la muy cristiana sociedad y civilización occidental, diéronse rápidamente a la tarea de reclutar y armar mercenarios para poner remedio al “avance del comunismo”.
Naturalmente hubieron de echar mano como cabeza del golpe a uno de los muchos coroneles o generales (siempre en disponibilidad para estos menesteres en todo el ámbito americano desde el Río Grande hasta Tierras del Fuego) para que asumiera en calidad de “jefe” la defensa de esos sagrados principios que siempre coinciden con la defensa de la intangible propiedad privada y los intocables intereses de los monopolios imperialistas. Con la complicidad de un señor “coronel” Castillo Armas y la debida bendición – expresada en dólares – del señor Foster Dulles, se procedió a la invasión militar del país logrando luego el derrocamiento del presidente Arbenz. Cabe repetirlo una vez más, un político liberal cuyo delito fue el de querer un poco más de pan para su hambreado pueblo. Por tales delitos fue descripto por la prensa continental como un desaforado “comunista” que actuaba bajo órdenes satánicas impartidas desde Moscú, China o quizás – vaya uno a saber – del propio Negus de Abisinia.
Durante todo el proceso de luchas intestinas en ese desgraciado país, el gobierno peronista que se proclamaba el campeón del antiimperialismo y máximo exponente de la tercera posición, ¿expresó una sola palabra de oposición o censura? ¡En absoluto no! Lejos de eso, instaurado en el poder el jefe de los bandoleros a sueldo de la United Fruit Company, el gobierno peronista fue uno de los primeros en reconocerlo oficialmente.
En conocimiento de todo lo que antecede – y queda aun mucha tela por cortar – y en lo futuro, ¿podemos seguir creyendo a quienes hablan de “justicia social”, de la “soberanía” o de la “independencia económica”? Podemos volver a engañarnos y otorgar un nuevo crédito de confianza a quienes desde el poder hicieron de esas consignas el ludibrio y escarnio que los hechos relatados nos demuestran?
“El 15 de julio de 1955, dos meses antes del derrumbe, Perón irradió una extraña noticia: “La revolución peronista ha terminado. En realidad, no había existido nunca – nos dice M. Peña –salvo en el incesante parloteada de su propaganda totalitaria. El 15 de septiembre de 1955, como en el 3 de junio de 1943, – como durante el gobierno gorila y el de todos sus sucesores (n. del a.) – la República Argentina seguía siendo un país atrasado y semicolonial dominado por una burguesía terrateniente trustificada entre sí y con el capital financiero internacional con la trascendental variante de que la vieja metrópoli británica había disminuido la suya. Y a diferencia de lo que ocurría en 1943, el país estaba iniciando un nuevo ciclo de endeudamiento masivo al capital financiero internacional”.
“SINDICALIZACIÓN MASIVA E INTEGRAL DEL PROLETARIADO FABRIL Y DE LOS TRABAJADORES EN GENERAL. DEMOCRATIZACIÓN DE LAS RELACIONES OBRERO-PATRONALES EN LOS SITIOS DE TRABAJO Y EN LAS TRATATIVAS FRENTE AL ESTADO. 33% DE AUMENTO EN LA PARTICIPACIÓN DE LOS ASALARIADOS EN EL INGRESO NACIONAL. A ESO SE REDUJO TODA LA ‘REVOLUCIÓN PERONISTA’” (Milcíades Peña, “Masas, caudillos y élites” – las mayúsculas me pertenecen – N. del A.).
Pobre, pobrísimo saldo final habida cuenta de tantas y tantas fallidas esperanzas, tantos sacrificios y tantos y tantos sufrimientos.
¿Creen ustedes compañeros Peronistas de Base que si mediara de parte de Perón el menor propósito de enmienda – supongámoslo – avalaría a toda esa cáfila de gangsters sindicales y políticos que hablan en su nombre, roban en su nombre, levantan paros a tanto “per cápita” en su nombre, delatan y traicionan en su nombre, esos Rucci, Coria, Taccone, Zorilla, Labat, Cavalli y Cía?
¿Ignora Perón las mal andanzas de esos malvivientes que dicen representarlos? Si lo sabe – y lo sabe perfectamente – ¿por qué se calla? ¿Es que existe dentro de ese movimiento que lidera hombres sinceros de manos limpias y uñas cortas que pudieran servirle como equipo de recambio? Si estima que los hay, como indudablemente ha de haberlos, ¿a qué santo viene ese, su reiterado mandato de realizar y mantener por sobre todo la “unidad y solidaridad del movimiento”? La unidad y solidaridad con quién y para qué? ¿No te lo has preguntado nunca compañero Peronista de Base?
La unidad con ese señor Anchorena que sueña con organizar – lo que está haciendo – hoy, aquello que realizaron su homónimo, el creador de la Asociación Nacional del trabajo, quien asociado a Manuel Carlés, creador a su vez de la Liga Patriótica cuyos integrantes quemaban imprentas – ellos sí con el apoyo del ejército y la policía -, locales obreros, asesinaban impunemente a militantes sindicales y subvencionaban cuadrillas de matones rompe-huelgas a quienes hemos visto desfilar uniformados marchando a pasos de ganso por las calles de Buenos Aires? ¿La unidad y solidaridad con los que piensan reeditar las glorias de sus antecesores durante la sangrienta Semana de enero o coadyuvaran con el ejército en la espantosa matanza de la Patagonia adonde exterminaron a más de 600 compañeros en 1921?
La unidad y solidaridad con quienes – según tremenda denuncia hecha pública en el diario “La Opinión” por el doctor Enrique Nores Martínez, quien declarara que LA CANCELACIÓN DE LAS PERSONERÍAS DE LOS SINDICATOS SITRAC Y SITRAM FUE NEGOCIADA POR EL GOBIERNO NACIONAL Y LA CGT CENTRAL Y DE CÓRDOBA?
Es la unidad y solidaridad con esa gentuza la que se te ordena a hacer y acatar, compañero Peronista de Base. Tú tienes la palabra. Eres un obrero, sientes y vives como obrero y debes pensar como obrero. Además eres criollo y como buen criollo debes saber también que si los chanchos engordan la culpa no la tienen los chanchos sino quien les da el afrecho…
No, no puede ser benefactor ni amigo tuyo quien sin comprender – o comprendiéndolo perfectamente – cuál es tu rol en la producción y la sociedad te aconseja machaconamente – esa variante del slogan musoliniano: “crear, obedecer, trabajar” – que vayas de tu “casa al trabajo y del trabajo a tu casa”.
Tú eres un HOMBRE, así con mayúscula, y no un buey a quien se lleva y se trae del pesebre al yugo y del yugo al pesebre.
Tú eres un hombre, y por lo tanto debes ser, tendrás que ser, artífice de tu propio destino, del de tus hijos y de los hijos de tus hijos.
Yo que pudiera ser tu abuelo y ya casi con un pie en el estribo para enhorquetarme hacia el viaje sin regreso – satisfecho no obstante, a despecho de hambrunas, torturas, cárceles y confinamientos, de no haber vivido al pedo – te aconsejo por tu bien que hagas todo lo contrario: de tu casa al trabajo, sí, pero del trabajo al sindicato, o a partido obrero revolucionario, a compartir allí con tus hermanos de clase, luchas y esperanzas, alegrías y tristezas, triunfos y derrotas. Al trabajo sí, pero de ahí a las conferencias, a las bibliotecas a capacitarse técnica y culturalmente a fin de hacer más eficiente y rápida la forja de tu propia emancipación, y la de tus hermanos de clase, de la esclavitud y penuria a que nos somete el régimen capitalista.
Cosas todas que juzgo imprescindibles y tanto mejor aún si completas esas actividades sindicales, políticas y culturales con alguna que otra visita a los polígonos de tiro.
Y para terminar, esta recomendación final: Nadie, ¡lo oyes bien Chango!, nadie hará por ti y tus compañeros de clase aquellos que en conjunto y por propio y colectivo esfuerzo, no sean capaces de realizar. Por algo y muy fundamentalmente, el primer manifiesto del Socialismo Científico redactado por Marx y Engels establecía como condición ineludible para su logro final que “LA EMANCIPACIÓN DE LOS TRABAJADORES SERÁ OBRA DE LOS TRABAJADORES MISMOS”.
Esto que a la espera de la réplica hubiera querido decirles, compañeros Peronistas de Base, de viva voz, cara a cara y a sol medido, no ha podido ser. La brutal escalada empresaria, policial, militar y burocrática desatada contra el Movimiento Obrero local, Empleados Públicos, Municipales, Obreros del Calzado y en modo particular contra la matriz clasista de ese movimiento, SITRAC y SITRAM, en cuya “disolución” – y esto es un secreto a voces – cooperaron conjuntamente con la empresa y el gobierno, en forma directa e indirecta, total o parcialmente, la burocracia de todo pelaje. Los unos hicieron; los otros dejaron hacer. Unos y otros tenían un mismo objetivo: terminar de una buena vez con ese renacimiento del movimiento obrero clasista a base de la acción directa y de la autonomía e independencia del movimiento sindical argentino. SITRAC y SITRAM eran para ello su mayor y más alto exponente.
El tiempo y más que nada, nuestra acción futura, compañeros peronistas de Base, dirán hasta qué punto lo han logrado. De peores, de muchísimos peores, trances hemos salido victoriosos finalmente. Y por cierto esta brutal escalada desatada por esa cuádruple alianza no ha dejado de ser excepción a la regla.
Un cachito de tiempo al tiempo. No pedimos más. Lo demás ya es cuenta nuestra.
Con saludos fraternales, queda hasta otra
EL VIEJO PEDRO
CÓRDOBA 30/11/71
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