por Pablo Pozzi
La pucha que la cosa es complicada. Los “Cambiemos” están despidiendo a miles de personas de empleos estatales. Los gremios del Estado se movilizan en contra. Los K braman en contra del “macartismo” y el despido masivo del “nuevo” gobierno neoliberal. El FIT se hace eco y se lanza a la lucha. Y yo me encuentro tratando de explicar por qué todo me genera reacciones tan encontradas.
Por un lado, los “Cambiemos” (que en realidad su “cambio” es para reconvertir un estado ineficiente e inoperante en uno útil a la explotación capitalista) tienen razón. Bueno, o más o menos. Los K llenaron de “militantes”, familiares y “gente de confianza” el Estado Argentino. Y aquí recuerdo a la infame Romina Picolotti, Secretaria de Medio Ambiente del “Gran Néstor”, que cuando tuvo que abandonar el cargo dejó sólo (¿solo?) 300 familiares y amigos detrás en diversos cargos de la secretaría. Ni hablar de los muchachos del Instituto Dorrego, cuya producción histórica ha pasado desapercibida, eso sin olvidar su nula contribución a los debates o al pensamiento histórico. Ni Pacho O’Donnell, ni Víctor Ramos, ni Alberto Lettieri son lo que se puede decir “historiadores”. Y no lo digo por títulos universitarios, ya que Lettieri es doctor de la UBA, sino porque el primero ha sido “gestor cultural” en cuanto gobierno hubo; el segundo simplemente heredó el apellido de Jorge Abelardo que fue, sin ninguna duda un historiador aunque no fuera “dotor”; y el tercero… fue trosko, radical, luego de izquierda independiente, para luego ser K, y ahora es “peronista” todo en función de avanzar en su carrera. Pero más allá del Dorrego, los 2000 nuevos empleados del Congreso Nacional (con la subsiguiente duplicación de su presupuesto a más de 4000 millones de pesos… ¿cuánto cobra cada uno de estos pibes?) es por lo menos notable. Y si, me siento saqueado ampliamente por la AFIP y mis impuestos van a financiar estas cosas. Simplemente los 2000 millones de nuevo gasto que genera el Congreso (y sus “simpáticos inoperantes”, como decía Mafalda) podrían haber sido utilizados para boludeces, como por ejemplo mejorar los salarios de los docentes o pagarles en tiempo y forma a los médicos de los hospitales públicos. En síntesis, muchos de estos no son laburantes y no pienso defenderlos.
¿Muy claro no? Excepto que la postura contraria también tiene razón. Personalmente conozco cuatro o cinco personas que han sido despedidos o prescindidos y no son ñoquis. Es más ni siquiera son K. O sea, cuando prescindís de nuestro columnista Abel, como médico del PAMI, no lo estás “makarteando”, sino que lo rajas porque no tiene ni la protección de La Cámpora ni la de nadie, y necesitás hacer “lugar” para los propios. Como dice el amigo Rubén Kotler: “a priori creo que la postura debe ser oponerse a ‘todo’ despido aún cuando realmente sean ñoquis camporistas los que estén despidiendo porque si el Estado despide hoy es una clara señal a las empresas privadas a ajustar por la variable de los trabajadores y no de las ganancias, ahí le doy la razón a algunas izquierdas que lo plantean de ese modo.” La realidad es que si bien están despidiendo ñoquis, también han rajado laburantes genuinos. Y no todo militante K y de La Cámpora es un ñoqui, aunque Klarín y La Nazión insistan que si: de hecho yo conozco a varios, en particular una en el Archivo Nacional de La Memoria, que tiene mérito y labura como perro: sería injusto que la rajen.
Pero, al mismo tiempo, el vínculo entre despidos en el Estado y que las empresas privadas ajusten me parece poco válido. Las privadas siempre ajustan por el lado de los trabajadores; ya sea con despidos o aumentando precios, o sea bajando salarios. Y no sólo de ahora. Hace casi una década, en época del “Gran Néstor”, el Frigorífico Río Segundo, a cuatro kilómetros de mi casa, despidió a sus 1600 trabajadores para luego “tomarlos” pero sin antigüedad y sin delegados. Esto se hizo con apoyo el Ministerio de Trabajo, de los juzgados laborales y del Sindicato de la Carne. Nadie chilló entre los K, y la única solidaridad del izquierda fue la nuestra, obvio, y la del “compañero Cucha” del PTS que hizo lo que pudo. El ajuste nunca dejó de existir. De lo que se trata ahora es que Macri desea transformar un Estado débil y saqueado, en algo que le sirva a los capitalistas: o sea, en un Estado que pueda reprimir, que no absorba al “gran ejército de desocupados”, y baje la presión impositiva. Esto último no tanto sobre los trabajadores en blanco (seguiremos siendo saqueados) sino sobre los grandes empresarios que se preocupan ante la posibilidad de que el déficit presupuestario empiece a recaer sobre ellos. De hecho los K despidieron y precarizaron a miles y miles. Un buen ejemplo es el Centro Cultural Kirchner ya que los K los dejaron en una situación más que vulnerable: sus empleados son tercerizados vía “becas” de universidades nacionales. Ahí el problema es cómo convertir a esos “becarios” en trabajadores estables con salarios dignos. Claro, suponiendo que el CCK amerite los 1800 millones de presupuesto.
Y ni hablar de los despidos entre privados. El Grupo 23 y Lázaro Báez, grandes empresarios K, están despidiendo un par de miles de empleados porque ya no tienen los subsidios del Estado. Según los K la culpa es de Macri y su gobierno ajustador. Yo, como soy mal pensado, me pregunto si los dueños de 23 y don Báez, que han saqueado al pueblo argentino durante 12 añitos, no disponen de recursos propios para mantener a sus empresas viables. Pero, obvio, no vamos a pedirles que gasten su guita cuando pueden gastar la nuestra. Como siempre todos aceptan que es el Estado, o sea nosotros, los que tenemos que pagar los platos rotos. Los K y los Cambiemos coinciden en eso: la variable siempre son los trabajadores, ya sea vía el empleo o vía la presión impositiva estatal. Dicho de otra forma, si bien ambos lo niegan, son neoliberales. ¿Y cuál es la diferencia? Unos quieren financiar a sus clientes y los otros a los propios, ya sean militantes o empresarios. De ahí que los K hicieron Fútbol Para Todos que nos cuesta sólo (¿sólo?) 1800 millones todos los añitos. ¿Y los Cambiemos cambiaron algo? Obvio que si, le dieron un “refuerzo” de casi 200 millones. No sea que los empresarios “honestos” del balompié pierdan plata por “la inflación”: Esos sí que son ñoquis. ¿En serio no hay ninguna necesidad social en qué gastar esa guita? Y si no la hay… bueno, yo también quiero un “refuercito”.
Y aquí Kotler hace otro señalamiento importante: “La discusión en todo caso que NADIE está dando y que NADIE parece querer dar es de qué manera se entra a la administración del Estado en el nivel que sea, esto es: bajo gestión K, M o F, todos los que entran a la administración pública lo hacen por acomodo y hacen carrera dentro del mismo modo: NUNCA POR CONCURSO.” De hecho, cuando se hacen concursos derivan en batallas campales donde cada banda intenta que gane SU candidato, tenga o no méritos. Digamos, los concursos hoy en día no son muy transparentes que digamos, pero son claramente mejores que los nombramientos a dedo. Por lo menos se exigen condiciones mínimas para acceder al cargo concursado. Y nadie, ni siquiera la izquierda, plantea que hay que hacer concursos transparentes. ¿Por qué? Porque nadie está muy seguro que sus “pollos” los puedan ganar limpiamente.
Esto implica un cambio profundo en la cultura del trabajo que ha ocurrido en la Argentina en los últimos 25 años, desde la época de Carlitos Menem y se profundizó muchísimo con los K. Los sectores medios, ante las reiteradas crisis, se refugian en el Estado donde pueden trabajar poco y ganar un salario que, en el peor de los casos, complementa lo que hacen en el ámbito privado. Así podes tener funcionarios que no saben nada del área donde se desempeñan, o al farmacéutico enseñando química y biología en la universidad nacional, o a la prima del intendente convertida en directora de escuela, o Delfina Rossi como Directora del Banco Nación con sus 26 años y, suponemos, vastísima experiencia como hija de su papá. Ni hablar de que tipos que nunca llevaron adelante un kiosko se convierten, de la noche a la mañana en Ministros de Economía. De hecho yo tengo un primo que se desempeña en Cultura y otro que fue funcionario del PAMI. Ambos terminaron el secundario a gatas; ambos accedieron por contactos. Y ninguno es K. Todos los gobiernos y todos los políticos, cuando acceden a un cargo, llevan a familiares, amigos, conocidos, adherentes al Estado. Y todos esperamos que si entra “un amigo” nos tire “un hueso”.
Hasta tal punto esto es así que la militancia estudiantil en la UBA destruye la universidad cada vez que hay un conflicto, mientras que muchos estudiantes prefieren profesores vagos y superficiales que no les exijan demasiado así pueden tener el título lo más rápido posible. Digamos, igual que en las universidades privadas, con la diferencia que en las nacionales es el pueblo que paga para que se pueda estudiar.
Entre la clase obrera también han surgido nuevos criterios. Entre los trece y los 30 añitos fui laburante: limpié un gimnasio a la salida de la escuela, fui ayudante de albañil, automotriz, pulidor de oro, y obrero gráfico. En esa época, lo peor para nosotros era el obrero que trabajaba de más, porque subía el ritmo de producción para todos, y el que se tiraba a chanta porque el resto lo teníamos que cubrir. No solo no nos gustaban los olfas y los vagos, sino que valorábamos a los que tenían mucho oficio y sabían enseñarlo. Y cuando no le daba la habilidad nos las arreglábamos para que eso se modificara. Por ejemplo, como obrero automotriz yo era un desastre absoluto como soldador. Don Franco, que era de lejos un gran soldador, primero trató de enseñarme, y cuando se dio cuenta que no me daba el marote ni las manos, arregló que me pasaran a una sección más acorde con mi bestialidad. A los olfas los disciplinábamos nosotros. Por ejemplo, le orinábamos el termo con el agua del mate a uno; a otro, que se había quedado dormido en el puesto de trabajo, le pusimos un poco de mierda en el bigote. Cuando se despertó decía “qué olor a mierda que hay, lo siento aquí, aquí.” Y se tocaba la nariz, mientras todos nos cagábamos de risa. A mí me agarraron en el baño un día los tres más feos de mi sección y me explicaron de “forma inconfundible” que tenía que ser solidario, que no había que botonear, y que trabajara al ritmo de los demás. Todo si quería seguir siendo “compañero”. Me tomó un tiempo entenderlo pero un día cuando agarraron a otro en el baño, a mí me pareció de diez porque el supervisor me volvía loco diciendo que si él podía hacer más por qué yo no.
¿Y hoy en día? Es como que todos se han metido para adentro. Si bien “tener oficio” sigue siendo importante, los vagos son tolerados. De hecho, si la patronal raja a alguno los compañeros se movilizan en “defensa de la fuente de trabajo”. Hasta peor aun. Muchos han abandonado el reclamo por un salario digno y la jornada de ocho horas, y luchan para mantener las horas extra o los bolsones de comida que reparte la patronal. Y así contribuyen a mantener la sobreexplotación capitalista. De hecho, los obreros de EPEC, en Córdoba, se oponen a tomar más empleados no sea que les bajen las horas extras. ¿El resultado? Pilas de problemas físicos y familiares, amén del resquebrajamiento de la solidaridad porque la patronal utiliza las horas extra como recompensa y castigo. Ni hablar de que ser activista del sindicato equivale, en muchos casos, a dejar el lugar de trabajo. El ejemplo de Tosco, que como secretario general de Luz y Fuerza de Córdoba seguía yendo al taller, se convirtió en algo anecdótico, y no un ejemplo o una propuesta a seguir.
El problema, entonces, es ¿cómo enfrentarse a la ofensiva del capital que en su política de despidos hace pagar a santos por pecadores? ¿Y cómo hacer para modificar una cultura, gestada por el peronismo menemista y K, donde el trabajo, el oficio, y el mérito no son valorados? ¿No lo son? Obvio. Basta tener en cuenta a Lorenzino, Boudou y Kicillof para entender lo que digo. Todo el mundo chilla por los precios y sale a comprar, en cuotas, una tele cada vez más grande. Pero al ciudadano medio no le preocupa ni un poquito que los docentes, o sea aquellos de los cuales depende el futuro de nuestros hijos, ganen más que salarios de hambre. ¿Y cuántos se quejan de los quilomberos que cortan la ruta, como en el caso Lear o tanto otros, en defensa de sus salarios y fuentes de trabajo?
Mi confusión tiene que ver, sobre todo, con el qué hacer. En particular porque los K y los Cambiemos no parecen haber dejado ningún espacio alternativo. Yo no quiero defender a los ñoquis, y si quiero defender a los trabajadores. Quizás discutiendo es una forma de empezar. Otra es diferenciando entre unos y otros. Los despedidos no son todos lo mismo, sean K o no. La lucha es por salarios dignos y estabilidad laboral con los derechos conquistados por un sigo de luchas obreras. Y si ponemos a todos en la misma bolsa lo que vamos a lograr es consolidar el deterioro de la cultura del trabajo y que los trabajadores estables y en blanco, que en definitiva pagan por todo a través de sus impuestos, terminen dándole la razón a los que están haciendo los despidos. Como me dijo uno el otro día: “Yo trabajo como un perro, hago horas extra, para que me saquen cada vez más guita para bancar a una sarta de vagos”. Si bien no tiene totalmente razón, si tiene un poco. Su bronca es contra los precarizados, los subsidiados, los acomodados, y no contra los capitalistas que es donde debería estar. Los Cambiemos utilizan la bronca de los trabajadores estables en contra de los inestables y los subsidiados. Los K hacen algo similar pero al revés, ya que insisten en mantener una situación a toda vista injusta Y en vez de explicar porqué son necesarios los 2000 nuevos empleados del Congreso Nacional simplemente alegan que como fueron nombrados nadie los puede echar. ¿Y la izquierda? Hasta ahora parecen pensar que todos, trabajadores y ñoquis, son lo mismo.
Creó que la generalización puede ser equivocada. Y este medio, llevarte a conclusiones superficiales. Yo estoy participando de las movilizaciones de los municipales de unquillo, y lo más cercano a un ñoqui despedido, es un profesor de piano, que va a dar clases una ves por semana, por 2 mangos y medio. La secretaria del intendente? Intocable. Sólo los mismos trabajadores pueden determinar ñoqui si o no. Y el laburante no defiende parásitos. Es tradición
El»estado barato» y eficiente, sólo lo puede llevar adelante la clase obrera, tomando las banderas de la comuna parisina de 1871 y con el intento de popularizarla, con del caño y el frente de izquierda. Mientras tanto…ningún despido!! Y confíe compañero, que los trabajadores, tarde o temprano, barrerán a los amigos del poder de turno, del estado. Un abrazo. Cucha
Don Cucha; en realidad creo que los que generalizan son los PTS. Por eso saltan a defender a Víctor Hugo Morales. Para ustedes son lo mismo los laburantes de Unquillo que los 2000 incorporados en el Congreso, que Baltasar Garzón con sus 100 pesitos mensuales de «asesor», que la Dirección para la Promoción Internacional de los Derechos Humanos, que el crecimiento sin ton ni son del CONICET ( Curricet como le dicen algunos). Y según vos hay que seguir saqueando a la clase obrera para darle guita a Lázaro Báez para que no eche a ninguno de sus laburantes. Justamente el punto de la nota es discutir cómo diferenciar ñoquis de trabajadores. Yo también conozco gente K que labura y bien; y también conozco K y de todo tipo que son ñoquis. Lo que se también es que el estado así es insostenible. Y si bien me encantaría un estado socialista, y tenes razón que barato y eficiente solo ahi, si hay que esperar hasta que llegue la Comuna para llegar a fin de mes y que la AFIP no me choree todos los meses, pues estamos al horno. Ni hablar que no creo que el FIT aguante hasta llegar a la Comuna, que no se si Del Caño va a poder liderarla, y que mi experiencia pequebu y universitaria dice que lo partidos del FIT también tienen a más de un ñoqui metido en las facultades. De última me parece que mezclar vagos con obreros, ñoquis con laburantes, tipo con mérito de chantas totales es parte de ese deterioro en la cultura obrera. Echar a Delfinita Rossi, Echegaray, Sabattella, Gil Carbó y todos sus amigos esta perfecto. Echar a los negros de Cresta Roja no lo es. Y los de Cresta Roja no son lo mismo que Delfina Rossi. Confundirlos es un serio problema ideológico e inclusive de clase.