“Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época.” (Karl Marx)
por Ariel Mayo
La denominada “década ganada”, a despecho de los discursos, promovió una serie de ideas que se convirtieron en una especie de sentido común compartido por kirchneristas y opositores (excluyo de estos últimos a la izquierda). Mientras el relato oficial aludía a la “Patria Grande latinoamericana”, a la reivindicación de lo “nacional y popular” y a otras bellas palabras, la realidad cotidiana mostraba el desarrollo de un individualismo cada vez más exacerbado, que acompañaba el crecimiento económico. La tesis de la “Grieta”, difundida por el periodista Jorge Lanata, fue una de las expresiones más claras de ese sentido común afín a kirchneristas y opositores. Según la misma, los kirchneristas dividieron al país mediante un estilo de gobierno autoritario, construyendo así una escisión entre los propios partidarios y los opositores. De este modo, y en esto reside la eficacia de la imagen de la “grieta”, la lucha política pasó a ser concebida como una confrontación de estilos. El kirchnerismo se sintió a gusto con la “grieta”, pues ella le permitió ocultar detrás de lo discursivo su política favorable a los empresarios, quienes obtuvieron ganancias siderales durante la “década ganada”.
Lanata se convirtió en el ideólogo común de kirchneristas y opositores
La “grieta” fue eficaz porque se sustentó en la existencia de coincidencias profundas entre los bandos enfrentados. Una de ellas es la defensa de la denominada “cultura del trabajo”. El artículo “La desazón y la esperanza”, publicado por Mempo Giardinelli en PÁGINA/12 (18/07/2016), sirve de ejemplo de estas coincidencias. Giardinelli, intelectual kirchnerista, describe la situación nacional a siete meses de ascender Mauricio Macri a la presidencia. Abundan los tintes sombríos (la “desazón”); incluso, Giardinelli se permite una crítica directa a Cristina Fernández, por su inacción frente a los avances del macrismo. Sin embargo, el autor termina coincidiendo con el macrismo.
Su argumento es el siguiente. Giardinelli sostiene que, frente a la destrucción “de las Pymes, el empleo y la producción nacional” y su sustitución por “basura importada”, es preciso reunir a todo el pueblo argentino, esto es, a las clases medias y bajas. En sus palabras: “…es en la conciencia de ello y en la gravedad misma de la constatación –que es sano reconocer– donde está la posibilidad de recuperarnos como pueblo. No hay mucho que inventar en la política argentina. El camino no será otro que recuperar lo mejor del peronismo en sus ideales de Patria Justa, Libre y Soberana; lo mejor del radicalismo combativo capaz de romperse pero no doblarse como ahora; lo mejor del socialismo que enseñó Alfredo Palacios e incluso lo mejor del conservadorismo popular. Es decir, la inmensa mayoría del pueblo argentino que es trabajador, honrado, pacífico y está harto de chorros y mentirosos.” (El resaltado es mío – AM -).
Detrás de las referencias al peronismo, al radicalismo y al socialismo, se encuentra un sustrato de ideas que resume la sabiduría de buena parte de nuestras clases medias. ¿Cuáles son los valores reivindicados por Giardinelli? El carácter trabajador, honrado y pacífico del pueblo argentino. Cuando se escarba en cada uno de esos valores, aparecen las coincidencias profundas entre kirchneristas y macristas.
¿Qué significa ser “trabajador”? Es convertirse en una máquina de trabajo, que no mide horarios y que cumple a rajatabla con los pedidos del patrón. Es adoptar la actitud de “me importa un pito lo que ocurre más allá del laburo”. Perón expresaba esto con la frase “de casa al trabajo y del trabajo a casa”.
¿Qué significa ser “honrado? Es aceptar las reglas de juego del capitalismo. Consiste, básicamente, en chuparle las medias al que tiene guita y ser arrogante frente al que está debajo de uno en la jerarquía social.
¿Qué significa ser “pacífico”? Es el rechazo de la violencia como forma de dirimir conflictos. Significa que los trabajadores respetan las reglas de juego del capital y rechazan la acción directa y la violencia contra los empresarios. En otras palabras, significa aplaudir la violencia estatal (¡Hay que darle palos a los que cortan las calles!, ¡Hay que meterle bala a los chorros!) y poner el grito en el cielo ante la violencia de los laburantes.
Cada uno esos puntos forma parte de un imaginario burgués, común a kirchneristas y macristas. Como el capital no se combate, la lucha política gira en torno a cuestiones menores. Así, Giardinelli termina el pasaje citado planteando que el pueblo está cansado de “chorros y mentirosos”. Si se quita el vocabulario “nacional y popular” que recorre su artículo, no hay diferencia visible entre esta propuesta y la de Cambiemos.
Villa del Parque, viernes 22 de julio de 2016
Buena nota, sugerente.