por Enrique Gandolfo*
El gobierno de Macri intenta aprovechar el verano para mandar al descenso los llamados «costos laborales». Un coro mediático-empresarial aplaude con fervor estas iniciativas destinadas a abaratar la mano de obra y a maximizar la tasa de ganancia de las patronales.
Para los trabajadores y trabajadoras lo que el capital llama costos laborales son nuestros salarios y nuestras condiciones de trabajo y de vida. Es decir, son nuestros derechos para vivir dignamente.
La reforma laboral no es otra cosa que una arremetida flexibilizadora para cargarse con las conquistas de nuestras luchas que quedan en pie, con el argumento de hacer competitiva nuestra economía. La cantinela se repite país por país: los empresarios afirman que hay que reducir el costo laboral para competir con los empresarios del país vecino. Así en cada economía nacional se avanza sobre el salario y los convenios colectivos y se intensifica la explotación.
En su cruzada se esmeran en buscar argumentos seductores. El nuevo ministro Nicolás Dujovne habla de bajar los impuestos al trabajo que son «ridículos». Le llama impuestos a los aportes patronales para las jubilaciones, las obras sociales, las asignaciones familiares. Le llama impuestos a lo que para nosotros no es otra cosa que salario indirecto o diferido.
Qué son los aportes jubilatorios sino parte del precio de la fuerza de trabajo que se acuerda cobrar al fin de la vida laboral. Qué son los aportes a las obras sociales sino parte del precio por desplegar el trabajo que se cobra en atenciones médicas.
No son impuestos, fue la lucha del movimiento obrero la que consiguió estos derechos que atenúan la condición de inseguridad que atraviesa la vida de la clase trabajadora.
Si no podemos trabajar por enfermedad, invalidez, vejez o porque nos despiden nos hundimos en el abismo de la miseria. La llamada seguridad social vino a poner límites a estos padecimientos.
Por eso para nosotros el precio de la fuerza de trabajo es el conjunto de la retribución que el obrero percibe, sin que importe que le sea entregada directamente (salario directo) o más tarde como salario diferido.
Además vale recordar que los aportes patronales ya fueron rebajados por Menem-Cavallo y nunca fueron restituídos. Curiosamente con los mismos argumentos que Dujovne: así se favorecería el empleo en blanco. Una gran desocupación fue el corolario de aquel embate del capital contra el trabajo.
La flexibilización laboral no es una respuesta para superar la crisis sino una trampa para utilizarla en favor de los responsables de haberla generado: los dueños del poder económico nacional y extranjero.
Quiénes sino ellos pueden hablar de bajar costos laborales como solución económica, cuando la mitad de la clase trabajadora del país (8 millones de hombres y mujeres) gana menos de 8 mil pesos según cifras del Indec.
Vienen por todo, vienen por más
Como parte de un andanada para nada improvisada, Macri anunció un nuevo marco regulatorio para explotar el petróleo y el gas no convencionales en Vaca Muerta mediante el método de la fractura hidráulica (fracking) de altísmo impacto contaminante. Como parte del plan, el presidente ha destacado una fuerte flexibilización laboral del convenio petrolero en respuesta a las demandas de las grandes empresa petroleras. El acuerdo se consiguió con la anuencia de la burocracia sindical del sector que acompañó la presentación presidencial. Sin embargo no se trata de un acuerdo aislado, el gobierno pretende que el nuevo convenio sea un caso testigo para avanzar sobre otros a los que Macri presenta como la herencia del siglo XX. El argumento es siempre el mismo: así se habilitarán más puestos de trabajo. Dicho esto al mismo tiempo que otra oleada de despidos estremece la vida de cientos de trabajadores/as.
Esto no es todo el gobierno ya tiene en carpeta un proyecto de ley para cambiar el régimen de las aseguradoras de riesgos del trabajo (ART) y reducir los juicios laborales. El ministro Triaca ya anunció la iniciativa para reimpulsar el sistema de pasantías, otra forma utilizada desde los 90 para encubrir la extensión de la precarización laboral.
La dirigencia sindical en tanto, mira para otro lado o solo verbaliza algún disgusto. Es cómplice por acción u omisión de un ataque en regla contra la clase a la que dicen representar.
Agustín Tosco decía que a la injusticia se la enfrenta cuando se la padece y también cuando se la comprende.
Comprender la magnitud de la arremetida del capital es el primer paso para salir a enfrentarla con la mayor articulación posible y con los métodos que son propios de la clase trabajadora: la democracia y el protagonismo para tomar desde abajo las mejores decisiones y defender nuestros derechos .Si la reforma flexibilizadora avanza será el conjunto de nuestra clase la que pagará el costo de la crisis que el capitalismo genera. Ponerse de pie y enfrentar la injusticia nos hace más dignos como personas y nos permite también accionar por un futuro distinto para los y las que vienen: el de un país donde el afán de lucro y la avaricia del capital no sean el motor de la economía ,donde los valores de la solidaridad y la cooperación dejen atrás las desigualdades y todas las formas de la opresión humanas comenzando por la del explotación del trabajo ajeno.
Un plan de lucha contra la reforma laboral basado en estos cimientos solo puede provenir de quienes día a día padecemos y nos indignamos frente a tanta mentira organizada para defender los privilegios de los que mandan.
*Secretario adjunto de la CTA y del SUTEBA Bahía Blanca