Traducción: Mariana Morena*
Hace setenta años, Tikva Honig-Parnass terminó sus clases universitarias, y haciendo caso omiso de los consejos de sus padres, se apresuró a unirse al Palmach, la élite de la fuerza militar judía establecida en la década de 1940 para ayudar a crear un estado judío en la Palestina histórica. Tenía 18 años.
Su unidad, la Brigada Harel, desempeñó un papel en la despoblación y destrucción de las ciudades y pueblos palestinos para crear los cimientos del sueño sionista.
Inicialmente operadora inalámbrica en la Haganah, Tikva abandonó su unidad para unirse al Palmach – «el logro supremo de la juventud sionista judía» – y se desempeñó como secretaria del comandante.
Dice que las mujeres en el Palmach «realmente no participaron del combate real», pero que lo siguieron de cerca y fueron testigos de los resultados.
«Las aldeas a mi alrededor fueron aniquiladas. Qalunya, a pocos kilómetros al oeste de Jerusalén, estaba a nuestra derecha en la carretera que va de Jerusalén a Tel Aviv. Un día fue aniquilada», dice, y guarda silencio durante varios minutos.
Qalunya fue una de las más de 500 ciudades y pueblos palestinos que fueron limpiados étnicamente por la milicia sionista durante 1948-49. Era el hogar de aproximadamente 1,000 personas.
«¿A dónde fueron? ¿Cómo se fueron? Nunca hicimos preguntas», dice. Cuando se le pregunta si algo de lo que fue testigo la sorprendió, responde: «Nada. ¡Nada! Eso es todo, nada nos sorprendió».
Su adoctrinamiento a los objetivos y la autojustificación de la empresa sionista fueron evidentes desde edad temprana. Sus padres sionistas permanecieron tan laicos como cuando llegaron, y lo s matricularon a ella y sus dos hermanos en una escuela secular sionista, excepto porque » estudiábamos la Biblia como un documento histórico, seis días a la semana», dice Tikva. (Su nombre significa «Esperanza» y es el himno nacional de Israel)
Décadas deconstruyendo
Hoy, a los 89 años, Tikva es físicamente frágil pero mentalmente tan afilada como sus uñas, y su celo y determinación permanecen. Sin embargo, ella los dirige desde hace varias décadas a deconstruir y exponer a través de revistas académicas y artículos los crímenes en los que se basan los cimientos de Israel, y a analizar la mentalidad psicológica que fue esencial para adoctrinar a la generación de 1948 a la que pertenecía.
«La posición que internalizamos [en el Palmach] suponía que no estábamos tratando con el desarrollo de una fuerza militar que esperaba un momento oportuno para realizar el plan sionista de la conquista de la tierra y el despojo de sus habitantes palestinos, sino más bien con un ‘ejército revolucionario’ de los oprimidos», escribió en un artículo hace 20 años.
Como marxista-socialista comprometida desde siempre, que leyó a Marx, Engels, Lenin, Plejánov, Rosa Luxemburgo y otros cuando era adolescente, Tikva comenzó a ver al sionismo como una empresa colonialista solo a principios de la década de 1960, particularmente con el establecimiento del partido político antisionista Matzpen, o la Organización Socialista en Israel.
Incluso con esta comprensión, señala: «Todavía estaba cautiva de los mitos que seguían siendo cultivados por las élites sociales y culturales de Israel… y sobre todo, de la camaradería en armas que era el emblema de la generación, y que todavía veía como una expresión de valores supremos.»
Fue un evento inesperado en 1983 que llevó a su viaje a la siguiente etapa crítica, esta vez en un «nivel emocional-experiencial»: en 1983, su madre le dio las cartas que Tikva había escrito a sus padres cuando era joven. Una de las primeras cartas que leyó estaba fechada el 30 de octubre de 1948.
Estaba escrita en varias hojas de papel que había encontrado en una gasolinera abandonada. El membrete decía en árabe e inglés: «Ahmed N Sharabti, agente de la compañía Shell, estación Bab Al-Wad Artouf, apartado postal 712, Jerusalén, Palestina».
La estación de servicio estaba en una aldea en la que solía refugiarse por la paz y el paisaje, recuerda, deambulando por las casas vacías -vaciadas- palestinas.
«Incluso en las cocinas, había cosas que las personas habían dejado en su prisa por huir. Me encantaba ir sola a este pueblo, tenerlo para mí. A menudo iba allí por las noches, durante el atardecer. Nunca pensé ni una sola vez en las personas que vivieron allí.»
Obligados a huir
En cuanto al membrete, Tikva observa con sorpresa: «¿Debí haber confrontado las palabras en ámbar impresas en la parte superior de cada página, de hecho, debí haber sabido que aquí había un hombre que vivía y trabajaba, y que fue expulsado u obligado a huir por todos mis gloriosos hermanos de la unidad en la que serví?»
«Borré todo recuerdo de mi mente, lo borré», dice. «Y luego todo volvió cuando leí esa carta».
Se había consumado su habilidad para deshumanizar a sus víctimas.
Tikva menciona en la carta a muchas mujeres y niños palestinos a quienes habían desplazado, «muriendo de hambre por pan». Su sufrimiento no la perturbó en absoluto, pero sí lo hicieron varios de los sionistas estadounidenses que estaban con ellos, quienes fueron abiertamente críticos con el desprecio de sus camaradas.
«La carta revela una etapa avanzada en el proceso de deshumanización y la paralización emocional que tuvo que sufrir mi generación para cumplir las misiones que le fueron asignadas: conquistar la tierra, expulsar a sus residentes indígenas palestinos, expropiar la mayoría de sus tierras y convertirlas en ‘tierras estatales'».
Para hacer esto, los derechos humanos individuales fueron subsumidos por los derechos colectivos del Estado sionista, dice ella.
«Fui criada donde el individuo no tenía ningún derecho; no se dijo explícitamente sino que fue confirmado indirectamente por el colectivo y el Estado como su expresión. Es esta idea de poner la seguridad del Estado sobre los derechos humanos individuales – todo se defiende y se justifica como la ‘seguridad’ del estado.
*Se reproduce esta traducción con autorización de su traductora
Tikva Honig-Parnass se unió a la milicia del Palmach mientras limpiaba étnicamente a los palestinos y ahora trabaja para exponer el crimen.
FOTO: Mujeres del Palmach en Ein Gedi, 1942. (Foto: Hashomer Hatzair Archives / Yad Yaari)
https://newselleven.com/…/de-colonising-the-mind-a-former-…/